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Mostrando las entradas de octubre, 2023

¿Hipócritas?

La Palabra de Dios nos golpea con este término que, a muchos, les resulta ofensivo. Queremos lucir sinceros pero, en numerosas oportunidades, pareciera que no lo somos. De esta manera Jesús calificaba a los buenos de la sinagoga que se molestaron porque Jesús sanara a una mujer de su encorvamiento de muchos años, el cual casi le impedía caminar, pues lo había hecho en día sábado. Y me pregunto si no somos así también nosotros, que defendemos banderas en nuestra vida y actuamos de manera diferente a aquello que anunciamos. Así, por ejemplo, siendo defensores de la paz, críticos ante las guerras, opuestos a enfrentamientos familiares o sociales …pero, hacemos pequeñas y ocultas guerras cada día en nuestros ambientes privados. Tal vez sea porque no hemos descubierto la similitud entre esa situación que criticamos y nuestra propia actuación y, por lo tanto, nunca recae sobre nosotros mismos la lupa. Conviene, pues, volver a no

Apariencia y Realidad

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                                                                                                                                                                     Nuestros sentidos son una maravillosa herramienta para conocer el mundo –con todo lo que esto implica–, así como para relacionarnos con él.   Sin embargo, no siempre lo que percibimos es lo real. La subjetividad particular de cada ser en diferentes momentos puede traducir la realidad verdadera en una realidad subjetiva y alterada. Así, pues, mis propias experiencias personales o comunitarias pueden llevarme a malinterpretar las señales reales que percibo por medio de mis sentidos, pudiéndose hablar de ceguera cuando el sentido físico funciona anatómicamente bien pero, realmente, me desempeño como aquel que no ve. Este fenómeno puede percibirse como algo bueno o malo, positivo o negativo, beneficioso o perjudicial. Y siempre dependerá de mí la posición que yo asuma para ver el mundo. Cuando yo amo a alguien no percib

La caridad

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                                                                                                                                                       La caridad es un don divino a través del cual logramos amar más de lo que en forma natural podríamos hacer. Así, siendo imperfectos como somos, --y a pesar de ello--, llegamos a amar al estilo de Dios. Sin embargo, esto no es posible por nuestras solas fuerzas humanas: necesitamos la ayuda de Dios.   Jesucristo, el Señor, nos mandó amar como Él nos ama. El corazón que ama a Dios sinceramente desarrolla ese amor puro, que traspasa barreras y mueve montañas sociales. Cuando dejas que tu corazón te dirija para hacer el bien a otros, este debe haberte conmovido, te debe haber llevado a sentir: ¿Qué pasaría si fuera yo?, ¿qué me gustaría que hicieran por mí?, ¿qué necesita realmente esta persona de mí? Sin embargo, hay personas que hacen el bien, pero, a la primera ocasión que encuentr

Cruces en nuestras vidas

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                                                                     ¿Qué es una cruz?   Definida como una figura formada por dos  líneas o barras perpendiculares, hemos de saber que hay muchos más tipos de cruces de los que podamos imaginar y que la misma cruz cristiana ha evolucionado mucho a través de los siglos. Históricamente, encontramos que la cruz era un instrumento de tortura formado por un madero hincado verticalmente y atravesado en su parte superior por otro más corto, en los cuales se clavaban o sujetaban las manos y los pies de los condenados. Hay investigaciones que apuntan a que los asirios y los babilonios  la usaron originalmente y que fue usada sistemáticamente por los persas en el siglo VI a. C . Constantino, al convertirse al cristianismo, abolió esta práctica cuatro siglos después de la crucifixión de Cristo. Sin embargo, en Japón volvió a ser utilizada en el siglo XVI Aun cuando la muerte cruel y violent

Los muertos

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      Todos tenemos alguien importante que ya no esté entre nosotros.                                        Alguien que se murió , se durmió , se marchó o ya no está , según el decir de la gente. Recuerdo, en mi niñez, el pánico que me causaba saber que alguien había fallecido, comprobar siempre que todo se transformaba en la casa donde esto hubiera ocurrido: muebles, iluminación, sillas en cantidad… ¡Era muy significativo este hecho y me causaba mucho miedo! Al pasar los años e ir teniendo más encuentros con la hermana muerte ocurría que, contrario a lo que podíamos imaginar, ese miedo se iba racionalizando hasta llegar a ser un hecho más de la vida misma. Tan común la muerte como el nacimiento; ambos salpicados de lágrimas, es parte de nuestro cada día. No pensaban así los contemporáneos del Dueño de la Vida, Jesús. Para ellos, la muerte constituía razón de detenerlo todo, causa de días de duelo paralizante que solo