Cruces en nuestras vidas
Históricamente, encontramos que la cruz era un instrumento de
tortura formado por un madero hincado
verticalmente y atravesado en su parte superior por otro más corto, en los
cuales se clavaban o sujetaban las manos y los pies de los condenados. Hay
investigaciones que apuntan a que los
asirios y los babilonios la usaron originalmente y que fue usada
sistemáticamente por los persas en el siglo VI a. C.
Constantino, al convertirse al cristianismo, abolió esta
práctica cuatro siglos después de la crucifixión de Cristo. Sin embargo, en
Japón volvió a ser utilizada en el siglo XVI
Aun
cuando la muerte cruel y violenta de Jesús sobre la cruz pretendía terminar con
su mensaje de amor a la humanidad, ese mensaje se ha seguido propagando y lo
seguirá hasta los confines de la tierra.
Por tanto, la cruz constituye el emblema y la señal del cristiano, en memoria
de nuestro Señor Jesucristo, quien padeció y murió sobre una cruz de madera para
nuestra salvación, de ahí que hablemos de el
madero o el leño.
Por
supuesto, habiendo Jesús cargado su cruz con tanto sufrimiento, es usual
escuchar a mucha gente que sufre referirse a esos sufrimientos como las cruces que cargan. Y es así como
podemos hablar de cruces malditas o cruces benditas, según sea el origen de
nuestros sufrimientos: buscado y propiciado con nuestro propio comportamiento o
recibido, sin más. Sufrir, pues, no significa castigo a malos
comportamientos ni deseos de Dios.
No estamos obligados
a sufrir crueldad de parte de alguien o de algo. No debemos buscar el
sufrimiento. Por el contrario, hemos de buscar la felicidad, y hemos de buscar ser
causa de felicidad para quienes nos rodean.
¡Dios te bendiga!
Simplemente,
Isabel
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