Prudencia y necedad
Mientras aquella actitud de vida es responsable,
proactiva, relativamente segura, ésta implica irresponsabilidad, tendencia al
fracaso al abordar situaciones diversas. No obstante, las aparentes
características positivas o negativas de ambas acciones, la prudencia excesiva
nos puede inutilizar y anular mientras que la necedad nos puede llevar a la
sagacidad que nos impulsa a callar, pensar y actuar con sabiduría.
Evidentemente, hay un hilo muy delgado entre la
palabra y el silencio al referirnos a prudencia y necedad, aunque resultan
usualmente fáciles de identificar; pues, en ocasiones, la necedad es tal que no
se puede ocultar y la prudencia se muestra ampliamente.
Las jóvenes prudentes del Evangelio no tenían
miedo a hacer algo incorrecto, pero sospecharon que no era suficiente el aceite
de reserva que habían llevado como para poder compartirlo.
Una lectura ligera nos lleva a pensar que no fueron
caritativas con las que sospechaban que no tendrían suficiente aceite para sus
lámparas; evidentemente ya el novio había tardado en llegar y nadie sabía
cuánto más tardarían, de manera que era probable que tardara demasiado y el
aceite de las lámparas se agotara y no diera la reserva que las cinco chicas
prudentes habían traído para las lámparas de todas.
Si estas jóvenes prudentes hubieran compartido la
reserva habrían demostrado ser, también, imprudentes y necias. También de
tiempos y condiciones conoce esta virtud.
El Señor nos anima no a ser temerosos de las
situaciones e incapacitarnos para actuar sino, más bien, a iluminar con Su
Palabra nuestras situaciones y conseguir, así, el éxito aún en medio de la
oscuridad que, muchas veces, nos presenta el mundo.
El Señor, camino de prudencia y caridad.
¡Dios te
bendiga!
Simplemente,
Isabel
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