Celebración de la Pasión del Señor, Viernes Santo 2020
OBSERVACIÓN: Muchos países se encuentran en situaciones muy
especiales debido a la pandemia causada por el Covid-19. En el presente Guión
se mantienen las siguientes moniciones y contenidos para una situación regular,
como ocurre en algunos otros países; y se refiere al Decreto “En tiempo de
Covid-19” para aquellos que se encuentren afectados por la pandemia en cuestión.
MONICIÓN DE ENTRADA
¡Buenas tardes para todos!
Tras la alegría de la entrada de Jesús a Jerusalén
y la gratitud por Su entrega eucarística y Su regalo del sacerdocio, hoy,
Viernes Santo, no celebramos la Eucaristía. Hacemos silencio y celebramos Su Pasión. Pues Jesús ha pasado al
Padre en su entrega total por nuestra Salvación, que ha ganado a precio de Cruz.
Particularmente, hoy contemplamos y adoramos la
Cruz de Cristo que late ante los fallecidos y sus familiares, en medio del
dolor de los enfermos, en los que los ayudan y acompañan, en el temor a un
porvenir nunca imaginado, en los confinados, en quienes han quedado cesantes en
sus trabajos, en la sed de este mundo o en tantos y tantos casos...
Escucharemos las lecturas pero no recibiremos su
Cuerpo más que espiritualmente.
Doblemos por Jesús nuestras rodillas, guardemos
silencio y recemos desde lo más profundo de nuestros corazones. El Señor de la
Vida, Jesús, ha muerto por nosotros.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
PRIMERA: El sufrimiento no nos agrada, pero lo admitimos,
como hizo Cristo, quien aceptó el sufrimiento por nuestros pecados porque era
la única manera de llevarnos a la Vida verdadera. El profeta Isaías nos
presenta a Cristo, el Siervo de Dios quien, inocente, sufre por los que sufren,
haciéndose uno de tantos, venciendo con su amor a la muerte misma.
SEGUNDA: La Carta a los Hebreos refiere el intercambio del
cáliz del dolor por el cáliz de la Salvación que se ha dado en Jesús como fruto
de una obediencia absoluta al Padre. Este sufrimiento no fue simbólico sino totalmente
real, Misericordia divina actuante entre nosotros muy especialmente en estos
días.
EVANGELIO: La proclamación de la Pasión según san Juan narra la
muerte dolorosísima del Señor Jesús en la Cruz, plasmando cuán destructiva
puede ser nuestra actitud cuando juzgamos que algo o alguien están mal. Sin
embargo, Jesús demuestra ser el Señor, abrazando la muerte y venciéndola.
Exaltado y glorificado nos da su propia vida de Hijo para hacernos hijos e
hijas de Dios.
ORACION UNIVERSAL
(Ver DECRETO En tiempo de Covid-19
(II))
MONICIÓN
Seguidamente vamos a orar, ante el Señor
crucificado, por la Iglesia y toda la humanidad; queremos que nadie quede fuera de ese amor, de esa vida que brota del “árbol” de la Cruz.
Son diez oraciones que tienen una introducción, una pausa de silencio durante
la cual nos podemos arrodillar o permanecer de pie, y la oración del sacerdote
que la dirige en nombre de toda la Iglesia. Participemos atendiendo y
respondiendo “Amén” luego de la oración del sacerdote.
ORACIÓN
Sacerdote: Jesús crucificado nos motiva a orar para que las
expresiones del amor se hagan vida en todas las realidades de la Iglesia y de
la humanidad. Por eso, oremos para que la misericordia de Dios, que brota desde
la cruz, nos encamine a creyentes y no creyentes en obras de verdad, belleza y
bondad.
(Oración en silencio)
I. Por la santa Iglesia
Oremos, queridos hermanos, por la santa Iglesia:
que Dios le conceda la paz y la unidad, la proteja en toda la tierra y nos
permita vivir en calma y serenidad para glorificarlo como Padre todopoderoso.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo revelas
tu gloria a todos los pueblos, protege a la Iglesia, obra de tu misericordia,
para que, extendida por todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la
confesión de tu Nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
II. Por el Papa
Oremos también por nuestro santo Padre, el Papa
Francisco, llamado por Dios, nuestro Señor, al orden episcopal: que Él lo
asista y proteja en bien de su Iglesia, para gobernar al pueblo santo de Dios.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, con tu sabiduría
ordenas todas las cosas; escucha nuestra oración y protege con amor al Papa que
nos diste, para que el pueblo cristiano que tú gobiernas progrese siempre en la
fe, guiado por este pastor. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
III. Por el pueblo de Dios y sus ministros
Oremos también por nuestro obispo Mons. Baltazar
Enrique Porras Cardozo, su obispo auxiliar Mons. Alfredo Enrique Torres Rondón,
pastores de la Iglesia Arquidiocesana de Mérida, y por todos los obispos; también
por los presbíteros y diáconos que colaboran con ellos en el servicio al pueblo
de Dios. Y encomendemos también a todos los que en la Iglesia se esfuerzan por
construir el Reino de Jesús.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que con tu Espíritu
santificas y gobiernas a toda tu Iglesia, escucha nuestras súplicas y
concédenos tu gracia, para que todos, según nuestra particular vocación,
podamos servirte con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
IV. Por los catecúmenos
Oremos también por los catecúmenos; que Dios
nuestro Señor los ilumine interiormente, les abra con amor las puertas de la
Iglesia, y así encuentren, en el bautismo, el perdón de sus pecados y la
incorporación plena a Cristo.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que fecundas sin cesar
a tu Iglesia con nuevos hijos; acrecienta la fe y la sabiduría de los
catecúmenos, para que, renacidos en la fuente bautismal, sean contados entre
tus hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
V. Por la unidad de los cristianos
Oremos también por todos nuestros hermanos que
creen en Cristo, aunque no se profesan católicos; para que Dios, nuestro Señor,
reúna y conserve en su única Iglesia a quienes procuran vivir en la verdad.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que reúnes a quienes
están dispersos y conservas en la comunión a quienes ya están unidos, mira con
bondad el rebaño de tu Hijo, para que la integridad de la fe y el vínculo de la
caridad congreguen a los que han sido consagrados por el único bautismo. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
VI. Por los judíos
Oremos también por los judíos, a quienes Dios,
nuestro Señor, habló primero, para que se acreciente en ellos el amor de su
Nombre y la fidelidad a su alianza.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que confiaste tus
promesas a Abraham y a su descendencia, escucha con bondad las súplicas de tu
Iglesia, para que el pueblo de la primera Alianza pueda alcanzar la plenitud de
la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
VII. Por quienes no creen en Cristo
Oremos igualmente por quienes no creen en Cristo,
aunque profesan alguna religión, para que iluminados por el Espíritu Santo,
encuentren también ellos el camino de la salvación.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, concede que quienes no
creen en Cristo, viviendo en tu presencia con sinceridad de corazón, encuentren
la verdad y que nosotros, progresando en la caridad fraterna y en el
deseo de conocerte mejor seamos ante el mundo testigos más convincentes de tu
amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
VIII. Por quienes no creen en Dios
Oremos también por quienes no reconocen a Dios, lo
niegan o son indiferentes o agnósticos, para que buscando con sinceridad lo que
es recto puedan llegar hasta él.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno: tú has creado al hombre
para que te buscara con ansias y hallara reposo habiéndote encontrado; concede
a quienes todavía no te conocen que se alegren al reconocerte como el único
Dios verdadero, al experimentar, más allá de las dificultades, los signos de tu
amor y el testimonio de las buenas obras de los creyentes. Por Jesucristo,
nuestro Señor. R/ Amén.
IX. Por los gobernantes
Oremos también por los gobernantes de todas las
naciones, especialmente los de nuestro país, para que Dios, nuestro Señor,
según sus designios, los guíe en sus pensamientos y en sus decisiones hacia la
paz y libertad de todos los hombres; que trabajen decididamente al servicio de una
vida más digna para todos, una distribución más inteligente de las riquezas, y
una justicia transparente y eficaz.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, en tus manos están los
corazones de los hombres y los derechos de los pueblos: asiste con bondad a
nuestros gobernantes, para que, con tu protección, afiancen en toda la tierra
la prosperidad, la libertad religiosa, y una paz duradera. Por Jesucristo,
nuestro Señor. R/ Amén.
X. Por los que sufren
Oremos finalmente, hermanos, a Dios Padre
todopoderoso, para que libre al mundo de toda falsedad, del hambre y de la
miseria. Oremos por los que sufren los horrores de la guerra, de las dictaduras
crueles, de la tortura, de la persecución y de la violencia. Oremos también por
los perseguidos y encarcelados, y por los que son tratados injustamente
por los hombres; por las víctimas del racismo, por los enfermos, por los
moribundos. Y oremos por las familias que están atravesando momentos de
prueba y sufrimiento, a causa de la falta de trabajo, del desencuentro,
de la separación, de la pobreza, de la inseguridad.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los
afligidos y fortaleza de los atribulados; escucha el grito de la humanidad
sufriente, para que se alegre al experimentar tu misericordia en medio de sus
angustias y necesidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
(Ver DECRETO En tiempo de Covid-19
(II))
MONICIÓN
Ha llegado un momento importante en esta
celebración de Viernes Santo. El sacerdote, junto con 2 ministros que portan cirios
encendidos que representan la oración y la presencia de todos nosotros, irá
hasta el fondo de la iglesia donde, tomando la Cruz, nos la enseñará en tres
momentos, recordándonos que Jesús estuvo clavado en ella y que es la salvación
para todos nosotros; a su invitación responderemos: ‘¡Vengan y adoremos!’.
Cuando pase la Cruz por delante de nosotros
inclinaremos la cabeza. A continuación, cuando se acerque hasta el altar,
pasaremos ordenadamente delante de ella para adorarla. Es momento personal de
encuentro con quien estuvo clavado en esa Cruz, de conversación íntima con el
Señor, de súplica e intercesión pero, sobre todo, de amor y gratitud profunda.
PRESENTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
(Ver DECRETO En tiempo de Covid-19
(II))
(Al fondo y al centro del templo y delante del presbiterio, el
celebrante o el ministro se detienen, con la Cruz en alto y cada vez más
destapada, y exclama…)
Sacerdote: Miren el árbol de la cruz donde estuvo clavado
Jesús, nuestro Salvador.
(La asamblea responde…)
Todos: ¡Vengan y adoremos!
(Hay cantos y aclamaciones para acompañar el momento)
COMUNIÓN
(Ver DECRETO En tiempo de Covid-19
(II))
MONICIÓN A LA
COMUNIÓN
Ha llegado el momento de acercarnos a recibir el
Cuerpo del Señor. Este es el Cuerpo partido en la Cruz, pan para la vida de
todos los hombres y mujeres. Es la espiga que ha dado sus granos, los que se
molieron en el dolor y se han transformado en pan. Y que el canto acompañe este
encuentro…
MONICIÓN AL TRASLADO DEL SANTÍSIMO
Tal y como se ha indicado anteriormente, hoy no se
consagra el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino que se comulgarán el Cuerpo del
Señor que ayer se reservó para este fin. Se cubrirá el altar con los manteles,
y el celebrante traerá el Santísimo Sacramento. Empezamos la tercera parte de
esta liturgia. De pie y en silencio recibamos el Cuerpo del Señor, con el
cual vamos a comulgar.
Celebrante: Habiendo reconocido el amor de Jesús, entregado
como cordero para el sacrificio, recemos como comunidad la oración que nos hace
hermanos en la cruz del Señor: Padrenuestro…
DESPEDIDA
Jesús ha muerto, no lo podemos olvidar. Al
acompañar este momento de su entrega y muerte en la Cruz hemos de tener el
ánimo en alto porque, aunque en esa Cruz está la muerte, también está la vida,
la victoria y la gloria de Jesús, el triunfo de la Resurrección.
Mañana, en la mañana, acudamos a adorar al Señor
junto a María, nuestra Madre, la que supo vivir el silencio doloroso a la
espera de la Resurrección gloriosa de su Hijo.
Comentarios
Publicar un comentario