III Domingo de Adviento, 15 de diciembre de 2019


MONICIÓN DE ENTRADA

¡Muy buenos días, hermanos! ¡Sean bienvenidos a este encuentro con la alegría! Es que el Señor está cada vez más cerca de nosotros.
El III Domingo de Adviento es el Domingo de la alegría, que ha de notársenos y ha de contagiar a todos, porque la luz de Cristo ha de manifestarse en nuestras actitudes.
Así como el nacimiento de un niño llena de alegría a su familia, el nacimiento de Jesús en nuestros corazones debe llenarnos de un fino gozo que nos impulse a cambiar lo malo por lo bueno, en honor a Él, que ya viene. Su llegada debe producir frutos de vida en nosotros. No podemos quedarnos en una celebración más o menos grande –desde el punto de vista material- que solo implique la belleza exterior. Debemos llenarnos del amor de Dios que hizo posible el Nacimiento de Su Hijo en medio de nosotros.

BENDICIÓN DE LA TERCERA VELA DE ADVIENTO
(El sacerdote bendice el tercer cirio)
Dios Padre nuestro, que nos has dado a tu Hijo Jesucristo, escucha nuestra oración y danos el valor de la oración constante, haznos agradecidos ante tu Misericordia y generosos para servir y llena nuestros corazones de tu alegría, transformándolos según el tuyo, de manera que podamos conocerte y amarte, reconocerte en nuestro prójimo y servirte con un corazón humilde.
En tu Nombre, Señor, bendecimos este tercer cirio, de color rojo, de la Corona de Adviento al encenderlo, alegres, por tu Presencia en medio de nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ENCENDIDO DEL TERCER CIRIO / ORACIÓN DE ADVIENTO DE LA FAMILIA
(La familia designada de encender el tercer cirio camina lentamente hacia el lugar de la Corona mientras se lee la Oración.)
Señor Dios nuestro, hoy venimos ante Ti trayendo a nuestras propias familias y a las de toda la comunidad. Queremos dejar sentir la alegría profunda que tu llegada representa en nuestras vidas. Sabemos que tus abundantes bendiciones sobre ellas las iluminarán para que se constituyan en lumbreras tuyas en este mundo nuestro, que tanto Te necesita. Amén.
(Se acercan un adulto y un/a niño/a; aquel enciende el tercer cirio -rojo, como signo de alegría por el Señor.)

PENITENCIAL
1. Nos gusta mantenernos atados a nuestro pasado doloroso y nos negamos a vivir la alegría de un presente feliz. ¡Señor, ten piedad!
2. Buscamos que Dios obre prodigios mágicos; entonces nos quejamos e ignoramos las señales que Él va haciendo en nuestras vidas cada día. ¡Señor, ten piedad!
3. Queremos ser felices, pero olvidamos hacer que otros lo sean. ¡Señor, ten piedad!

MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS

PRIMERA.- El profeta Isaías hace un gran anuncio: ya han pasado la pena y el dolor. Por lo tanto, es hora de alegrarse, animarse y dejarse llenar de fortaleza. El miedo no tiene ya lugar porque el Señor, en persona, viene a cuidarnos, ¡viene a salvarnos!
SALMO.- El Salmo 145 alaba con fuerza al Señor, que viene a salvarnos. Normalmente confiamos en los poderes del mundo o en nuestras propias fuerzas; pero quien confía en Dios y Lo descubre, sentirá una dicha tal que le llevará a alabarlo toda la vida.
SEGUNDA.- En su Carta, el Apóstol Santiago expresa que es hora de esperar firme y pacientemente la ya muy próxima venida del Señor. Sin quejas constantes, animémonos ante Él pues, a pesar del dolor de muchos, alcanzaremos la gloria de Dios.
EVANGELIO.-  Mateo nos presenta a Juan Bautista prisionero por hablar en nombre de Dios. Como profeta, Juan alienta una gran esperanza, así que envía a unos amigos a confirmarlo. Estos comprueban que Jesús, ciertamente, actúa como lo haría el Mesías –recuperando la salud, la autoestima y el valor de cada persona. Efectivamente ¡Jesús es el Mesías esperado!

ORACIÓN DE LOS FIELES
1. Pensamos que tu Iglesia ha de ser alegría, Señor. Para que la profundidad de tu Palabra no les impida al Papa, a cada consagrado y a cada laico comprometido, expresar en sus actos de cada día la alegría que irradia tu llegada. Oremos.
2. El mundo quiere que estemos alegres, Señor. Haz que jamás olvidemos que la alegría verdadera no descalifica ni humilla, y tampoco destruye conciencias; que, por el contrario, es capaz de unir familias divididas, comunidades que ya no lo eran. Oremos.
3. Tú eres quien causa la Navidad, Jesús. Para que, al preparar el ambiente físico y las comidas de Navidad en nuestros hogares, tengamos cada vez más presente que ésta es tu fiesta, que es tu venida al mundo lo que celebramos. Y que, así, nos gocemos por tu Presencia en nuestras vidas. Oremos.
4. Confiamos en tu Misericordia, Señor, eso nos llena de alegría. Te damos gracias porque Tú haces fecunda nuestra existencia al dárnosla a todas las personas. Oremos.

5. Hay mucha gente triste, Señor. Hay muchos que sólo desean llorar en esta Navidad. Que la compañía de seres queridos, los recuerdos de tiempos felices y la certeza de Tu venida sean capaces de restablecerlos. Oremos.
6. Muchas veces confundimos la alegría con la burla, el chiste malo y torcido con el humor bueno. Que jamás olvidemos que Tú te hiciste Hombre, Jesús, para devolvernos la dignidad perdida por el pecado. Oremos.
7. Cuando sufrimos dolores físicos, enfermedad, aislamiento familiar o social, pobreza agobiante, violencia física, entonces necesitamos más del amor de ese Niño de Belén. Manifiéstate, Niño Bendito, en esas duras situaciones de vida y llena esos corazones de esperanza por Tu llegada. Oremos.

OFERTORIO
Estamos alegres, Señor, porque Tú eres nuestro Alimento, nuestro sustento. Nuevamente ofrendamos este pan y vino, Jesús, para que la acción sacerdotal los transforme en Pan de Vida y Cáliz de Salvación, lo cual Te agradecemos, Señor.

ACCIÓN DE GRACIAS
¡Señor, Tú eres nuestra alegría! En medio de las situaciones de la vida que cada persona tiene que enfrentar, Señor, Tú te manifiestas como el gozo y el descanso. En medio del sinsentido de nuestras propias decisiones, Tú nos iluminas con tu Luz, mostrándonos aquello que estaba oculto a nuestros ojos. En medio del miedo que un futuro incierto nos produce, por más que planifiquemos y busquemos ‘seguridades’, Tú, Señor, te constituyes en nuestra única, real y más preciada seguridad. ¡Gracias, Señor!
 


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