XXXIII Domingo Ordinario, 17 de noviembre de 2019
MONICIÓN
DE ENTRADA
Buenos días a todos y bienvenidos. Hemos
llegado al Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, el penúltimo del año litúrgico.
Jesús de Nazaret nos habla hoy de tiempos
difíciles. Y nosotros sabemos que nuestros tiempos están llenos de tragedias. Pero,
a pesar de todo ello, tenemos la completa fe de que Él estará junto a nosotros
hasta el final, hasta la consumación de los tiempos. Y esa es nuestra
esperanza. Porque ser cristiano consiste en aprender a apreciar la belleza de
vivir cada día como algo único y especial, disfrutando de las personas,
ayudándolas, dando lo mejor de nosotros, convirtiéndonos en personas
responsables y trabajadoras, que celebran su fe en comunidad.
PETICIONES
DE PERDÓN
1.- Porque nos resulta cómodo olvidarnos de
nuestros deberes y responsabilidades, de lo que nos corresponde hacer. ¡Señor, ten piedad!
2.- Porque el cansancio, el disgusto o el aburrimiento,
son una excusa que nos hace dejar de lado la importante misión de amar y servir
a quienes nos rodean. ¡Cristo,
ten piedad!
3.- Porque nos distraemos de Dios con los
sucesos de cada día, dejándolo al final de nuestra lista de prioridades. ¡Señor, ten piedad!
MONICIONES
SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- De la breve lectura del
profeta Malaquías se nos recordará la gran promesa de Dios para quienes creen
en Él: que el Señor siempre estará con los justos y Él mismo será la luz que
siempre los guíe.
SALMO.- El Salmo 97, que cantamos
hoy, es junto al 95, 96, 98 y 99, un himno de un gran sentido escatológico, o
sea, que anuncia los tiempos finales. Y todo ello con el poder y la salvación
proveniente de Dios. La justicia de Dios llega…
SEGUNDA.- San Pablo dio una
valiosa enseñanza a los cristianos de Tesalónica, demasiado pendientes del fin
del mundo: “El que no trabaje que no coma”. Sepamos que, aunque ese fin del
mundo vendrá, no debemos abandonar nuestras tareas y obligaciones.
EVANGELIO.- Los discípulos se
sienten maravillados por la belleza del Templo de Jerusalén. En esos momentos,
el Maestro profetiza sobre la destrucción total y definitiva de Jerusalén que ocurriría
casi cuarenta años más tarde. Sus palabras han de conducirnos a la reflexión en
torno a lo que nace tras los tiempos difíciles. Por lo pronto, descubramos el
Adviento como la espera confiada en la llegada del Niño Dios.
ORACIÓN
DE LOS FIELES
1. Por la Iglesia, para que en medio de
las guerras y los distintos conflictos sociales, sepa transmitir que el amor es
más fuerte que el odio y la violencia. Oremos.
2. Por nuestros gobernantes, para que
sepan llevar a cabo su importante labor de gobernar, poniendo siempre a las
personas por encima de los intereses económicos y el poder. Oremos.
3. Por nuestra parroquia, por todos los que
la formamos, para que estemos atentos a las necesidades de los demás, sobre
todo en los tiempos de dura crisis. Oremos.
4. Por las familias de los pueblos que
sufren violencia, separación forzosa o hambre, para que se restablezcan y sean
ejemplo de esfuerzo, trabajo y vida compartida. Oremos.
5. Por los niños y niñas de todo el mundo,
para que la alegría de sus pequeños o grandes esfuerzos y servicios sean luz y
fuerza para quienes comparten con ellos. Oremos.
6. Por quienes ayudan a otros a descubrir a Dios
en sus vidas: los catequistas, compañeros, padres, familiares, docentes y
personas de bien, para que crezca su fe y la esperanza les señale el camino
del Señor, especialmente en los tiempos más difíciles. Oremos.
7. Por todos los que ya se han ido, para
que reciban el premio en que han confiado. Oremos.
OFERTORIO
El pan y el vino, Señor, han de constituir el
manjar del cielo, tu Cuerpo y tu Sangre derramada por la salvación de todos los
hombres. Que nunca nos falten como fuerza en nuestro caminar. Que, aferrados a
ellos, podamos enfrentar cualquier situación, hasta el fin.
Comentarios
Publicar un comentario