XXX Domingo Ordinario, 28 de octubre de 2018
MONICIÓN DE
ENTRADA
¡Muy buenos
días para todos! Al momento de darles la bienvenida a nuestra Celebración del
XXX Domingo Ordinario los invitamos a abrir muy bien los ojos y apreciar las
bendiciones con que el Señor nos dice que nos ama. Y, aunque podamos estar
pasando momentos de dificultad, hemos de fijar en el Señor nuestra mirada y
seguir adelante. Él nos quiere consolar. Él quiere seguir haciendo grandes
cosas por nosotros. Él quiere nuestra alegría verdadera. Él, Sumo y Eterno
Sacerdote, nos ha dado la Salvación y debemos vivir como quien ha sido salvado
a tan grande precio: la Cruz Redentora.
El mundo nos
muestra supuestas maravillas para lograr la felicidad; pero, si dejamos que el
Señor Jesús abra nuestros ojos y nos quite la ceguera espiritual, podremos ser
verdaderamente dichosos y ayudar a otros a lograrlo. ¡Que nada ni nadie nos
impida acercarnos a Él y contarle lo que nos pasa!
PENITENCIAL
1.- Porque
buscamos nuestro bien en quien no nos ama -brujos, santeros, adivinadores,
Nueva Era- y olvidamos que en Dios tenemos al Padre de Misericordia, que está
siempre atento para ayudarnos. ¡Señor,
ten piedad!
2.-
Porque creemos que Dios está obligado a hacer lo que queremos, cuando y como lo
queremos y hasta le ponemos precio a su ayuda y le pagamos por sus servicios. ¡Cristo, ten piedad!
3.- Porque
quitamos valor a quienes buscan acercarse a Dios; porque entorpecemos el
encuentro de otros con el Señor, a quien decimos que seguimos. ¡Señor, ten piedad
MONICIONES
SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- El Señor
es fiel y siempre busca nuestra verdadera felicidad, a pesar del dolor que
podamos experimentar. El profeta Jeremías expone seguidamente cómo el Señor ha
de reunir a su Pueblo disperso para llenarlo de gozo y de consuelo y darle la
Salvación.
SALMO.- Si
prestáramos atención a los tiernos cuidados que cada día el Señor nos entrega,
seguro que sería una experiencia personal la de orar con este hermoso Salmo, el
125. Siendo históricamente un canto
de subidas para festejar la
vuelta de Babilonia, ha de constituir nuestro gozo ante el Dios que cuida de
sus hijos.
SEGUNDA.-
Continuamos la lectura de la Carta a los Hebreos. Todo sacerdote
representa a quien le envió, actúa en su nombre e intercede por el pueblo que
le ha sido encomendado. Sin embargo, Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, sin
pecado, es el supremo intercesor nuestro ante el Padre, auténtica expresión de
la Misericordia de Dios.
EVANGELIO.- San Marcos narra el
encuentro de Jesús con un ciego de Jericó, Bartimeo. Todos los que rodeaban a
Jesús –entre ellos, sus Apóstoles- querían callarlo, pero el ciego insistió, y
Jesús lo escuchó y le concedió lo que pedía: ver. Por supuesto, sanada hasta su
ceguera espiritual, proclama a todos el poder y la misericordia divinas.
ORACIÓN DE LOS
FIELES
1.- El mundo nos distrae y no podemos ver.
Para que la Iglesia sea ese faro de luz que guíe a todos a la Luz verdadera que
es Cristo. Oremos.
2.- Dios siempre está disponible para nosotros.
Para que el papa Francisco, los obispos y sacerdotes, los religiosos y demás
servidores del Señor sean coherentes con la fe profesada llevando al mundo un
mensaje actuante, que anuncie y comunique que necesitamos de Dios. Oremos.
3.- Hay muchas personas especiales en cuanto a
sus capacidades limitadas. Ellos son especiales, además, en cuanto a la
fuerza de vida que actúa en lo que pueden lograr. Para que se encuentren
contigo, Señor y descubran nuevas fuerzas en Ti. Oremos.
4.- Conocemos a muchas personas a quienes el
mundo ha cegado, aturdido o mutilado. Su sufrimiento es grande. Los
presentamos al Señor para que entre a sus corazones y fluya la comunicación, el
amor y la sanación. Oremos.
5.- Muchos quisiéramos haber vivido en tiempos
de Jesús y haber compartido con Él. Olvidamos que Él vive ‘prisionero de
amor’ en el sagrario y –tan real como entonces- nos encuentra en la Eucaristía.
Necesitamos que se nos quite la ceguera para que lo podamos ver. Oremos.
6.- Encomendemos a quienes participan en procesos
de catequesis, para que aprendan a escuchar el paso del Señor y nada ni
nadie les impida hablar con Él y recibir su sanación y salvación. Oremos.
7.- Recordemos a muchas personas que nos han
pedido oración por sus necesidades y situaciones. Que sepamos ser
portavoces con amor. Oremos.
8.- Finalmente, recordamos a los difuntos.
Supliquemos al Señor les conceda ver y disfrutar su Luz en la Jerusalén
celestial. Oremos.
OFERTORIO
1. Tan
real como lo fuiste para Bartimeo, lo eres para nosotros en la Eucaristía. Al
ofrendar el pan y el vino –las ofrendas propias del sacrificio
eucarístico- lo hacemos convencidos de que podemos hablarte y Tú, Señor, nos
escucharás y obrarás con poder en nuestras vidas. Por tu Presencia eucarística,
¡gracias, Señor!
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