XX Domingo Ordinario, Misa Familiar, 19 de agosto de 2018
MONICIÓN
DE ENTRADA
¡Muy buenos días! Reciban la
más cordial bienvenida al inicio de nuestra Eucaristía. Celebramos hoy el XX Domingo
del Tiempo Ordinario.
Seguro que muchos de los aquí
presentes recordamos que, cuando éramos pequeños, nuestras madres reservaban
nuestras mejores ropas para los domingos, ya que ese era el día de ir a la fiesta, a la misa; ellas sabían muy
bien que este día es santo pues en una mañana dominical el Señor resucitó. Hemos
de vivir el gozo de encontrarnos unos con otros, saludarnos, fraternizar,
ocuparnos de los hermanos y hermanas, entregarles una sonrisa de ánimo, como lo
hacemos en la mejor de las fiestas.
Así, comeremos y beberemos Pan
de Vida y Cáliz de Salvación. Hablaremos con Quien nos invita. Cantaremos.
Estaremos atentos a todos los detalles para poder comentarlos con todos durante
la semana. ¡Es día de Acción de Gracias! ¡Es el Domingo! ¡El día de los
cristianos! ¡El día de la belleza del alma!
PENITENCIAL
1. Nos preocupamos poco por recibir lo que viene de Dios, pero,
mucho, por recibir lo que viene del mundo, y nos hacemos insensatos. Señor, ten piedad
2. Nos encantan las
fiestas, donde comemos y bebemos abundantemente; pero venimos a la Misa
–que es la fiesta- y nos comportamos
como simples espectadores, para ver qué hacen bien o mal el celebrante y los
asistentes. Cristo, ten piedad
3. Decimos amar a Dios, nos reconocemos cristianos católicos, pero rechazamos
–muchas veces sin razones- el Alimento que nos une a nuestro Salvador. Señor, ten piedad
MONICIÓN
SOBRE LAS LECTURAS
El Señor nos invita para entregarse a Sí mismo para nuestra
salud. ¡Es un misterio insondable, pero capaz de ser vivenciado! Descubriremos que ¡Dios es maravilloso! Y estamos llamados a celebrar la fe en
comunidad y a vivir un estilo de vida singular. Y, por cuanto se requiere
esfuerzo para lograrlo, nos ayudará Jesús, quien nos da Su Cuerpo y Su Sangre que
dan vida eterna. Con Él encontramos abundancia, bondad y paz, que mucha falta
nos hacen.
ORACIÓN
DE LOS FIELES
1. Pidamos al Señor por la Iglesia; por el Papa Francisco y
todas sus intenciones; por los que han consagrado sus vidas al servicio de
Cristo en la Iglesia; por todos los bautizados, especialmente los más alejados
o confundidos. Roguemos al Señor.
2. Tengamos un recuerdo especial por todos los enfermos que
se encuentran en los hospitales. Por aquellos que mueren en la soledad. Por los
que se sienten ‘carga’ para sus familiares. Roguemos al Señor.
3. También recordemos a quienes cuidan familiares o amigos
enfermos, para que vean en esos rostros doloridos el cuerpo del mismo Cristo y
sean reconfortados. Roguemos al Señor.
4. Por quienes están confundidos y realizan prácticas
propias de religiones orientales –como el yoga-
y otras de la Nueva Era, y buscan descubrir allí su cristianismo. Roguemos al Señor.
5. Por los temporadistas que visitan otras tierras, para
que sus caminos sean seguros, despejen tanto cansancio acumulado y puedan
regresar sanos y salvos y con ánimo a reanudar sus actividades regulares. Roguemos al Señor.
6. La paz es una actitud ante todo y todos. ¡Que este mundo
tenga paz, Señor! Que el respeto y la tolerancia se hagan realidad en todos los
lugares del mundo y de nuestro país donde la violencia hace su triunfo, casi
siempre invocando grandes ideales. Roguemos
al Señor.
7. Oremos por quienes no dan importancia a la Eucaristía.
Para que descubran que ella es voluntad expresada por el Señor para quienes
quieren estar y permanecer unidos a Dios. Para que la descubran y reciban
debidamente preparados. Roguemos al
Señor.
8. Oremos por nuestras familias y todas las del mundo. Que
sean sanadas las relaciones entre sus miembros, robustecidos su amor y unidad,
y comprendido y aceptado el sentido de entrega mutua y servicio. Roguemos al Señor.
OFERTORIO
¿Qué hay en nosotros que no necesite de Dios? Tú has creado
cuanto existe y nos has dado capacidades que ni siquiera llegamos a descubrir o
utilizar. A pesar de eso, Señor, mientras más grandes avances científicos y
tecnológicos vemos o disfrutamos, nos damos más cuenta de nuestra pequeñez y de
nuestra gran necesidad de Ti. Por eso Te entregamos con alegría este pan y este vino para que,
transformados en Ti mismo, nos hagamos uno en Ti. ¡Gracias, Señor!
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