Jueves Santo, Misa Vespertina de la Cena del Señor, 29 de marzo de 2018
MONICIÓN
DE ENTRADA (Justo antes de la
entrada del sacerdote y sus ministros o apóstoles, en silencio hasta el altar.
Se sigue con el canto)
¡Muy
buenas tardes, hermanos! Ha quedado atrás ese tiempo de preparación cuaresmal
para encontrarnos con las últimas horas del Señor Jesús: Ha llegado Su Hora. Jesús nos enseñará muchas
cosas, es su última oportunidad de hacerlo; hasta nos enseñará con su silencio.
Por esa razón conviene que aprovechemos cada instante de esta Celebración
festiva: palabras, gestos y silencios.
Pero,
¿qué celebramos hoy? Hoy Jesús nos regala su Presencia amorosa en medio de
nosotros, esto es, la Eucaristía. Nos entrega el gran ejemplo de amor y
servicio a los demás al lavar los pies a sus Apóstoles. Y, como Él es
congruente, nos entrega el precioso don del Sacerdocio ministerial. ¡Tenemos
sobradas razones para celebrar y alegrarnos! Pero, por encima de esto, tenemos
sobradas razones para agradecer a Dios.
Recibamos
en silencio al sacerdote y a quienes le acompañan.
INTRODUCCIÓN POR EL CELEBRANTE Hoy hemos venido a celebrar como hermanos la memoria de la Cena de Despedida de
Jesús. Como toda despedida de quienes amamos, se dice lo fundamental, lo impostergable;
y, en Jesús, eso es el servicio, el amor. No obstante, sus amigos no podían
comprenderlo: el Dios de la vida, sirviéndoles; el Primero puesto al último;
entregando su Cuerpo y su Sangre de una manera insospechada para ellos -así
como para muchos de nosotros hoy.
Sin embargo, la realidad se les revelaría más tarde y
generación tras generación, se ha seguido transmitiendo su mensaje: el que ama
se entrega hasta el final, lo hace con humildad; el que busca y ama a Jesús lo
descubre en sus pequeños y vive la entrega de ‘El Maestro’ como memorial suyo,
no como simple representación de una escena pasada.
Aquí y ahora actualizamos el misterio de la entrega del
amor de Jesús Eucaristía, pareciéndonos más a Él.
¡Que el gozo del Señor Jesús se haga presente entre
nosotros!
PENITENCIAL
1. Porque
no damos importancia a lo espiritual, sino a lo material, lo social o lo
profesional. ¡Señor, ten piedad!
2. Porque
servir a los demás no nos mueve, sino el ser servidos. ¡Cristo,
ten piedad!
3. Porque
aprovechamos cualquier ocasión para hablar mal de los sacerdotes y no oramos
para que se mantenga este ministerio. ¡Señor, ten piedad!
MONICIONES
SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- Comenzaremos con
la lectura del Libro del Éxodo, verdadera profecía en torno a Jesús, la
víctima sin mancha. En ella se describe la cena de Pascua judía con la
que se recordaba el paso liberador de Dios, transformando y salvando a su Pueblo. A esta
primera Pascua refiere Jesús su propio ‘paso liberador y redentor’.
SALMO.- Solemos temer a la muerte.
Sin embargo, surge un inmenso grito de alegría y de acción de gracias "al Dios
liberador", que salva de la desgracia y de la muerte, ayer al igual que
hoy: la promesa de resurrección es un hecho. Como el Salmista, hemos de sentir serena
confianza, a pesar de los sufrimientos y debilidades humanas, dando gracias al
Señor que nos libra de la angustia de la muerte.
SEGUNDA.-
Seguidamente escucharemos el más antiguo relato sobre la institución
de la Sagrada Eucaristía, tomado de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios.
Utilizamos palabras de Jesús como parte del rito de la Consagración en este día,
las cuales constituyen verdadero acto de amor, amistad y servicio.
EVANGELIO.- Escucharemos
el Evangelio de san Juan. El amor es plenitud de entrega en la que no caben límites,
según nos enseña Jesús al realizar el Lavatorio de los pies. En Jesús no hay puestos de honor, solo
rodillas dobladas para servir, manos que dan, amor extremo que hemos de imitar.
Así, rebajados, desde el servicio, la entrega y el amor seremos capaces de vivir la
común-unión con Cristo.
MONICIÓN
ANTES DEL LAVATORIO
Es muy
significativo el gesto que presenciaremos a continuación. El sacerdote repetirá
la acción de Jesús al lavar los pies a los Apóstoles, aquí representados por
estos hermanos. El Señor dobla su rodilla, humildemente, cual hacían los
esclavos ante el hombre libre, entregando su Amor y dejando un ejemplo a sus
Apóstoles, quienes –por lo menos desde ese momento- habrían de comprender que su
misión tenía toda que ver con el servicio a las personas. El Lavatorio de los
pies nos pone, además, ante aquellos que han decidido continuar viviendo la
gran enseñanza de Jesús, a quien ven, encuentran y sirven en las otras
personas.
ORACION
DE LOS FIELES
1. Por
la Iglesia, para que sea consciente de la necesidad de transmitir todos, cada
día, el amor que el Señor nos tiene. Roguemos
al Señor.
2. Por
los sacerdotes, otros Cristos, para
que llenos del Espíritu Santo, sirvan solo a Dios y continúen haciendo presente
a Jesús en todos los altares y lugares del mundo. Roguemos al Señor.
3.
Oramos por todos los sacerdotes y, especialmente, por el nuestro / los
nuestros. Para que puedan vencer las tentaciones que les presenta el mundo y
caminar hacia su propia salvación. Para que nuestras oraciones les acompañen y
ayuden en este caminar. Roguemos al
Señor.
4. Por
quienes sienten el llamado a la vida sacerdotal, para que sepan escuchar la Voz
del Señor y encuentren quien les anime y apoye en su decisión. Roguemos al Señor.
5. Por
nosotros aquí reunidos, para que aceptemos la invitación de participar en la
Mesa, que el Señor dejó abierta para cada uno de nosotros. Roguemos al Señor.
6. Por
todos los niños y jóvenes del mundo, para que se sientan atraídos por Jesús de
Nazaret, que nos dejó la Eucaristía para estar siempre con nosotros y
fortalecernos en nuestro caminar. Roguemos al Señor.
7. A
Jesús se Le encuentra en los que sufren. Para que jamás lo olvidemos. Para que
Le descubramos en ellos. Roguemos al Señor.
OFERTORIO (Se
llevan hasta el altar la estola sacerdotal, el cáliz y las vinajeras)
Creemos,
Señor, que debemos darte gracias cada día y en cada Eucaristía. Pero hoy,
especialmente, porque Tú quisiste dejarnos en cada sacerdote alguien
que Te representara para la administración de la vida sacramental, para hablar
en tu Nombre y acompañarnos en nuestra vida de fe. De ellos recibimos tu gracia
en cada Eucaristía, sobrepasando nuestra condición de
pecadores y sometiéndola a tu Misericordia. ¡Gracias, Señor!
MONICIÓN
PARA LA RESERVA Y PROCESIÓN AL MONUMENTO
Ya
concluyendo nuestra Celebración, acompañaremos en procesión al ‘Amor de los
Amores’, al Señor Jesús, vivo y presente en su Cuerpo Eucarístico. Le dejaremos
reservado, para la comunión del Viernes Santo, allí en el Monumento que se ha
preparado para tal fin con mucho amor. Seguidamente, pues, el sacerdote tomará
el Cuerpo de Cristo en los vasos sagrados y Lo llevará al Sagrario. Dejémonos
conmover por Él, por su amor, por su entrega total. Dispongámonos a acompañarle
y adorarle.
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