El Vía Crucis

Más
recientemente a veces se suele agregar una nueva 15ª Estación: la Resurrección del Señor, en consideración a
que si Cristo no resucitó, vana sería nuestra Fe (1 Cor 15, 14).
El Vía Crucis se reza de pie, y en algunos
momentos de rodillas. Debe hacerse
caminando, deteniéndose en cada estación, para recordar el camino de Jesús al
Calvario. Es por eso que las imágenes de
la representación del Vía Crucis están en la pared, alrededor del templo. Si se reza en casa, ayuda tener en la mano
imágenes de la Pasión y Muerte del Señor, para que puedas recordar e imaginar
su dolor.
VIA CRUCIS
+ En el
nombre del Padre + y del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén
Acto de contrición
Jesús, mi Señor y Redentor: Yo me arrepiento de todos los pecados que he
cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, ofendí a un
Dios tan bueno.
Ofrecimiento
Mirando tu Cruz, Señor, podríamos ver
simplemente un adorno, como ocurre para muchos. El signo de maldición se ha convertido en el signo de nuestra bendición. Dos palos se han convertido en
trascendental escenario para nuestra Salvación.
Dos palos que, así colocados, nos invitan a
observarlos por separado, pero en relación.
Uno de ellos, clavado en tierra, nos invita,
primeramente, a mirar hacia abajo, a la base, a pararnos bien parados, ya que
somos polvo, tierra, a la cual nos apegamos constantemente; pero, por el otro
extremo, nos invita a levantar la mirada, a descubrir el fondo que escapa a
nuestras capacidades en una creación infinita, a buscar a Dios.
El otro palo, elevado y sostenido en la
relación humanidad-divinidad, nos muestra dos extremos que parecieran
invitarnos, pues no estamos solos; cual dos manos abiertas, nos llaman a
encontrar al hermano, a sostenerlo, tanto al que tenemos por bueno como al que
tenemos por malo.
Y ahí estamos: una humanidad en relación con
Dios, que Lo descubre con el hermano y en el hermano; Dios-con-nosotros que se presenta en victoria sobre la muerte y nos
anima a elevarnos también. Más aún, una Cruz que nos entrega al Crucificado, pronto
a la Vida, la cual nos entrega, pues Él es la Vida.
Señor, que la meditación de tu Pasión y
Muerte nos ayude a tomar la cruz de cada día y seguirte, para un día resucitar
contigo en la gloria. Amén.
1ª ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a
escupirlo y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían: «Profetiza». Y los
criados le daban bofetadas. (Marcos 14,64-65)
Finalmente, llega la hora de Jesús, aquella
para la cual se había encarnado en el seno virginal de María. Lo aproximan a
esto la injusticia, la incomprensión, el gusto por las apariencias, las ansias de
poder, el temor a que otro brille… En todo esto, descubrimos nuestros pequeños
mundos, nuestro pecado. ¡Perdónanos,
Señor!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
2ª Estación: Jesús carga con la Cruz.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Entonces [Pilato] se lo entregó para que lo crucificaran.
Tomaron a Jesús, y, cargando él mismo con la cruz, salió al sitio llamado «de
la Calavera» (que en hebreo se dice Gólgota). (Juan 19, 16-17)
¡Cómo tememos la cruz! Si pudiéramos pasar la
vida sin encontrarnos una, seguro que daríamos cualquier cosa por ello. Pero
olvidamos que en las cruces nos encontramos contigo, Señor, aunque te buscamos
solo en el esplendor de un milagro, de una alegría… Hoy queremos entregarte las
cruces que estamos viviendo. ¡Acepta,
Señor, nuestro dolor!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
3ª ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
"Pues para esto habéis sido llamados, ya que
también Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus
huellas." (1Pedro 2,21).
Por cuanto Cristo no detuvo sus pasos ni
siquiera en el más grande sufrimiento, qué importante es pensar en las muchas
caídas que sufrimos a lo largo de nuestras vidas. Caer, resulta sencillo: lo
dejamos todo… Pero la caída se vuelve palanca de impulso cuando nos esforzamos
y nos levantamos. ¡He ahí el valor de una caída, del sufrimiento, de la
humillación! ¡Gracias, Señor, por
acompañarme en mis sufrimientos!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
4ª ESTACIÓN:
Jesús se encuentra con su Madre.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre,
la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena. (Juan 19,
25)
Estamos ante el sufrimiento anunciado desde la
primera infancia del que hoy era un hombre. Dolor hecho Madre. Dolor que
trasciende el cuerpo maltrecho y humillado del Hijo. Dolor que te arrincona y
te hace espectador pasivo: ¡Nada puedes hacer por Él! Tu amor de madre nada
puede hacer para ayudarlo, para restablecerlo. ¡Lo pierdes, Madre! ¡Esa es la
espada! Señor, ¿podré soportar tanto
dolor?
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
5ª ESTACION: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la
cruz.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Al salir, encontraron a un hombre de
Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. (Mateo 27, 32)
Eres el pobre condenado a muerte, Señor. Eres
el maldito ante los ojos de todos. Simón de Cirene es puesto a cargar la Cruz
del Redentor por quien tiene poder para hacerlo. No lo ha decidido él. No
quiere ser etiquetado, tenido como otro maldito. ¿Qué habrá vivido su corazón temeroso
ante el Corazón sufriente de Jesús? ¿Podemos seguir de largo cuando percibimos
el gran dolor del Señor de la Vida?
¡Que
pueda descubrir mi dolor en Ti, Jesús!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
6ª ESTACIÓN:
La Verónica limpia el rostro de Jesús.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Pues el Dios que dijo: «Brille la luz del
seno de las tinieblas» ha brillado en nuestros corazones, para que resplandezca
el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo. (2Corintios
4, 6)
Yendo contra corriente, una mujer se acerca a
Jesús. Nada puede hacer por Él para que pase ese cáliz, pero ella, que
seguramente había sido tocada y transformada por el Maestro, ella le entrega un
gesto, ante todos, sin vergüenza del ajusticiado. Y la gloria de Dios queda
plasmada en su gesto, ¡Como nos avergüenza tu solo Nombre, Jesús! Mundo seglar, con un laicismo hipócrita que
se esconde para no ser señalado. ¡Quiero
ir contracorriente contigo, Jesús!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
7ª ESTACIÓN:
Jesús cae por segunda vez.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Él llevó nuestros pecados en su cuerpo
hasta el leño, para que, muertos a los pecados, vivamos para la justicia. Con
sus heridas fuisteis curados. (1 Pedro 2, 24)
¡Cuántas burlas te habrá valido cada caída,
Señor! La carga que llevas supera tus fuerzas. Pareciera que ni siquiera el aire te ayuda a respirar; tus
brazos se desmayan; tus piernas se doblan… Ahí estás: tirado en el polvo,
necesitando la clemencia que no encuentras. ¿Ya la has encontrado? ¿Ya habremos
tendido nuestras manos hacia Ti para ayudarte a caminar bajo el peso de nuestra
cruz? ¡Perdona, Jesús, nuestra
indiferencia ante el dolor ajeno!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
8ª ESTACIÓN:
Jesús habla a las mujeres de Jerusalén.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Le seguía una gran multitud del pueblo y
mujeres que se dolían y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas, dijo:
«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por
vuestros hijos. (Lucas 23, 27-28)
Jesús es el Maestro hasta el final. Merecen ser
atendidas aquellas que le lloran; pero es por ellas y por los suyos que deben
llorar. Humillación, indiferencia, abandono, burla, agresión… esto y más
recibirán; Él es la Vida misma -el leño verde- pero deberá pasar por la muerte
-el leño seco. Porque todo intento por destruir los valores más fundamentales y
nobles lo que logra es la muerte. ¡Perdón,
Señor, por nuestras equivocaciones!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
9ª ESTACION:
Jesús cae por tercera vez.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
«Vosotros sois los que habéis perseverado
conmigo en mis pruebas, y yo preparo para vosotros el reino como me lo preparó
mi Padre a mí, de forma que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino». (Lucas 22,
28-30a)
Jesús tuvo que tomar el cáliz del dolor supremo
para entrar en su Reino. Así también todo el que le siga deberá hacerlo. Jesús
cae ante el dolor extremo; así como nosotros, cuántas veces sentimos que ‘esta
vez ya no puedo’ y casi nos rendimos. ¡Hemos de seguir adelante contigo, Señor!
¡Es tu Mano, Señor, la que busco para poder
continuar!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
10ª Estación:
Jesús es despojado de sus vestiduras.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.

Al dolor físico y espiritual, se suma ahora el
dolor moral. No hubo un paño que te cubriera, Jesús. Solo sangre y tierra te
cubrían. Ni siquiera a este dolor te negaste. Eres el pobre despojado hasta de
su dignidad; el pequeño forzado contra sí; el anciano despojado de su historia,
su decoro, su valía; el joven engañado
por un mundo que lo destroza… ¡Perdóname
por despojarte en ellos!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
11ª
ESTACIÓN: Jesús es clavado en la Cruz.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Lo crucificaron y con él a otros dos, uno
a cada lado, y en medio, Jesús. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima
de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos».
(Juan 19, 18-22)
¡Has llegado a tu trono! Todas las miradas están
fijas en Ti. Punto de convergencia. Sanación y Salvación en entrega. Eres Tú,
Jesús, el misterio del amor supremo que sigue perdonando y entregándolo todo,
incluso a ‘la Madre’. Eres el Oferente Pleno ante los perennes necesitados. Creación nueva. ¡Rey de reyes! ¡Señor de
señores!
¡Señor,
acuérdate de mí cuando estés en tu Reino!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
12ª
ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Y Jesús, clamando a gran voz, dijo:
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.” Habiendo dicho esto, expiró.
(Lucas 23, 46)

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Perdón, Señor, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
13ª
ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
Después de esto, José de Arimatea, que era
discípulo de Jesús, aunque oculto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le
dejara llevarse el cuerpo de Jesús. Y Pilato lo autorizó. Él fue entonces y se
llevó el cuerpo. (Juan 19, 38)
Yace la Madre con el Hijo en brazos; sin
fuerzas; sobrecogida por el horror de nuestra miseria. Ella y el Hijo en
obediencia total al Padre. Corazón de Madre traspasado, abierto en Juan para
todos los hijos. Madre que quisieras
dejar de respirar para que lo hiciera el Hijo. Eres la madre que llega a dejar
de comer o de abrigarse para que el hijo no muera de hambre o de frío.
Eres la madre que quisiera abrir los
ojos para hacer que el suyo viera la realidad de su error. ¡Tu Hijo, Mujer, ha vencido con
su Muerte a la propia muerte!
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Perdón, Madre, perdón.
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
14ª
Estación: Jesús es sepultado.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
José, tomando el cuerpo de Jesús, lo
envolvió en una sábana limpia, lo puso en el sepulcro nuevo que se había
excavado en una roca, rodó una piedra grande a la entrada del sepulcro y se
marchó. María Magdalena y la otra María se quedaron allí sentadas enfrente del
sepulcro. (Mateo
27, 59-61)
Ha sido enterrado el Fruto Bendito del vientre
de María para que dé fruto de Vida. Señor, ya tu Cuerpo yace inerte en un
sepulcro nuevo, debidamente preparado. Las mujeres, fieles a ‘su Señor’, se
constituyen en compañía para María y testigos de la Historia. No así ocurre a
todos. Muchas madres lloran la muerte de sus hijos desaparecidos y que jamás
vivirán el consuelo de tenerlos entre sus brazos o sepultarlos dignamente. ¡Jesús, acompáñanos en el momento final!
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Perdón, Señor, perdón.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
15ª
ESTACIÓN: Y al tercer día resucitó.
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Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
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Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
".Porque os transmití, en primer
lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las
Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras;" (I Corintios, 15, 3-4)
La gloria de Dios se ha manifestado. La Muerte
ha sido vencida: ¡Jesús, el Señor, ha resucitado! Su Resurrección fortalece nuestra fe. Tal vez
podremos entender por qué tanto dolor, por qué tanta humillación. Su
Resurrección nos trae su Paz. ¡Tal vez logremos vivir en paz! Su Resurrección nos reaviva, nos pone en
movimiento, nos envía en Misión… Tal vez vivamos nuestro Bautismo con sentido
eclesial, en gratitud a nuestro Señor y por amor a los redimidos.
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¡Gracias, Señor, gracias!
(Padre
Nuestro, Ave María y Gloria)
ORACIÓN FINAL
Señor mío, Jesucristo,
que soportaste los más grandes sufrimientos para salvarnos, demostrando que no
existía amor más grande que dar la vida por los amigos, hoy quiero darte
gracias porque, cumplida tu Misión, estás con nosotros, todos los días, hasta
el fin del mundo en la Fracción Eucarística. ¡Oh, Alimento sublime! ¡Oh, amor
que da Vida! ¡Oh amor que transforma! Amé
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