Celebración de la Pasión del Señor, Viernes Santo, 30 de marzo de 2018
MONICIÓN DE ENTRADA
¡Buenas tardes! Lejos ha quedado la
alegría de la entrada de Jesús a Jerusalén. Ayer le recordábamos en su entrega
eucarística, la magistral ejemplificación del Mandamiento del Amor en el
servicio y su regalo del sacerdocio. Pero hoy, Viernes Santo, Jesús ha pasado
al Padre en su entrega total por nuestra Salvación, que ha ganado a precio de
Cruz, Cruz que se ha convertido en signo de la total donación de su amor. Por
eso guardamos silencio y no celebramos la Eucaristía, sino que hacemos una
celebración de su Pasión y contemplamos y adoramos la Cruz. Escucharemos las
lecturas y, particularmente, la Pasión según san Juan. Y recibamos su Cuerpo,
que ha sido reservado desde ayer para alimentarnos.
Doblemos por Jesús nuestras rodillas,
guardemos silencio y recemos desde lo más profundo de nuestros corazones. El
Señor de la Vida, Jesús, ha muerto por nosotros.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
PRIMERA: El sufrimiento no nos agrada, pero lo admitimos, como hizo Cristo, quien
aceptó el sufrimiento por nuestros pecados como la única manera de llevar al
ser humano a la Vida verdadera. El profeta Isaías nos presenta a Cristo, el
Siervo de Dios, inocente de toda falta, que sufre por los que sufren,
haciéndose uno de tantos. Pero su amor demostró ser más fuerte que la muerte
misma.
SEGUNDA: Como fruto de la Misericordia entrañable de Dios, en Jesús se ha producido
un glorioso intercambio de amor por la humanidad toda: el cáliz del dolor por
el cáliz de la Salvación. Ha sido fruto de una obediencia absoluta al Padre. La
Carta a los Hebreos refiere que no fue simbólico el sufrimiento de Jesús, sino
real en toda su crudeza.
EVANGELIO: Seguidamente escucharemos la proclamación de la Pasión según san Juan. El
odio, la incomprensión, el pecado del hombre, llevaron a Jesús a su muerte
dolorosísima en la Cruz. Sin embargo, Jesús demuestra ser el Señor, abrazando
la muerte y venciéndola. Exaltado y glorificado nos da su propia vida.
ORACION UNIVERSAL
MONICIÓN
Seguidamente vamos a orar, ante el Señor
crucificado, por la Iglesia y toda la humanidad; queremos que nadie quede
fuera de ese amor, de esa vida que brota del “árbol” de la Cruz. Son diez
oraciones que tienen una introducción, una pausa de silencio durante la cual
nos podemos arrodillar o permanecer de pie, y la oración del sacerdote que la
dirige en nombre de toda la asamblea. Participemos atendiendo y respondiendo
“Amén” luego de la oración del sacerdote.
ORACIÓN
Sacerdote: Jesús crucificado nos motiva a orar para que las expresiones del amor se
hagan vida en todas las realidades de la Iglesia y de la humanidad. Por eso,
oremos para que la misericordia de Dios, que brota desde la cruz, nos encamine
a creyentes y no creyentes en obras de verdad, belleza y bondad.
(Oración en silencio)
I. Por la santa Iglesia
Oremos, queridos hermanos, por la santa
Iglesia: que Dios le conceda la paz y la unidad, la proteja en toda la tierra y
nos permita vivir en calma y serenidad para glorificarlo como Padre
todopoderoso.
Se ora en silencio y prosigue el
sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo
revelas tu gloria a todos los pueblos, protege a la Iglesia, obra de tu
misericordia, para que, extendida por todo el mundo, persevere con fe
inquebrantable en la confesión de tu Nombre. Por Jesucristo, nuestro
Señor. R/ Amén.
II. Por el Papa
Oremos también por nuestro santo Padre, el
Papa Francisco, llamado por Dios, nuestro Señor, al orden episcopal: que Él lo
asista y proteja en bien de su Iglesia, para gobernar al pueblo santo de Dios.
Se ora en silencio y prosigue el
sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, con tu
sabiduría ordenas todas las cosas; escucha nuestra oración y protege con amor
al Papa que nos diste, para que el pueblo cristiano que tú gobiernas progrese
siempre en la fe, guiado por este pastor. Por Jesucristo, nuestro
Señor. R/ Amén.
III. Por el pueblo de Dios y sus ministros
Oremos también por nuestro obispo Mons.
Baltazar Enrique Porras Cardozo, su obispo auxiliar Mons. Alfredo Enrique
Torres Rondón, pastores de la Iglesia Arquidiocesana de Mérida, y por todos los
obispos; también por los presbíteros y diáconos que colaboran con ellos
en el servicio al pueblo de Dios. Y encomendemos también a todos los que en la
Iglesia se esfuerzan por construir el Reino de Jesús.
Se ora en silencio y prosigue el
sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que con tu Espíritu
santificas y gobiernas a toda tu Iglesia, escucha nuestras súplicas y
concédenos tu gracia, para que todos, según nuestra particular vocación,
podamos servirte con fidelidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
IV. Por los catecúmenos
Oremos también por los catecúmenos; que
Dios nuestro Señor los ilumine interiormente, les abra con amor las puertas de
la Iglesia, y así encuentren, en el bautismo, el perdón de sus pecados y
la incorporación plena a Cristo.
Se ora en silencio y prosigue el sacerdote,
con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que fecundas
sin cesar a tu Iglesia con nuevos hijos; acrecienta la fe y la sabiduría de los
catecúmenos, para que, renacidos en la fuente bautismal, sean contados entre
tus hijos. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
V. Por la unidad de los cristianos
Oremos también por todos nuestros hermanos
que creen en Cristo, aunque no se profesan católicos; para que Dios, nuestro
Señor, reúna y conserve en su única Iglesia a quienes procuran vivir en la
verdad.
Se ora en silencio y prosigue el
sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que reúnes a
quienes están dispersos y conservas en la comunión a quienes ya están unidos,
mira con bondad el rebaño de tu Hijo, para que la integridad de la fe y el
vínculo de la caridad congreguen a los que han sido consagrados por el único
bautismo. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
VI. Por los judíos
Oremos también por los judíos, a quienes
Dios, nuestro Señor, habló primero, para que se acreciente en ellos el amor de
su Nombre y la fidelidad a su alianza.
Se ora en silencio y prosigue el
sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que confiaste
tus promesas a Abraham y a su descendencia, escucha con bondad las súplicas de
tu Iglesia, para que el pueblo de la primera Alianza pueda alcanzar la plenitud
de la salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
VII. Por quienes no creen en Cristo
Oremos igualmente por quienes no creen en
Cristo, aunque profesan alguna religión, para que iluminados por el Espíritu
Santo, encuentren también ellos el camino de la salvación.
Se ora en silencio y prosigue el
sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, concede que
quienes no creen en Cristo, viviendo en tu presencia con sinceridad de corazón,
encuentren la verdad y que nosotros, progresando en la caridad fraterna y
en el deseo de conocerte mejor seamos ante el mundo testigos más convincentes
de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
VIII. Por quienes no creen en Dios
Oremos también por quienes no reconocen a
Dios, lo niegan o son indiferentes o agnósticos, para que buscando con
sinceridad lo que es recto puedan llegar hasta él.
Se ora en silencio y prosigue el
sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno: tú has creado
al hombre para que te buscara con ansias y hallara reposo habiéndote
encontrado; concede a quienes todavía no te conocen que se alegren al reconocerte
como el único Dios verdadero, al experimentar, más allá de las dificultades,
los signos de tu amor y el testimonio de las buenas obras de los creyentes. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
IX. Por los gobernantes
Oremos también por los gobernantes de
todas las naciones, especialmente los de nuestro país, para que Dios, nuestro
Señor, según sus designios, los guíe en sus pensamientos y en sus decisiones
hacia la paz y libertad de todos los hombres; que trabajen decididamente al
servicio de una vida más digna para todos, una distribución más inteligente de
las riquezas, y una justicia transparente y eficaz.
Se ora en silencio y prosigue el
sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, en tus manos
están los corazones de los hombres y los derechos de los pueblos: asiste con
bondad a nuestros gobernantes, para que, con tu protección, afiancen en toda la
tierra la prosperidad, la libertad religiosa, y una paz duradera. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
X. Por los que sufren
Oremos finalmente, hermanos, a Dios Padre
todopoderoso, para que libre al mundo de toda falsedad, del hambre y de la
miseria. Oremos por los que sufren los horrores de la guerra, de las dictaduras
crueles, de la tortura, de la persecución y de la violencia. Oremos también por
los perseguidos y encarcelados, y por los que son tratados injustamente
por los hombres; por las víctimas del racismo, por los enfermos, por los
moribundos. Y oremos por las familias que están atravesando momentos de
prueba y sufrimiento, a causa de la falta de trabajo, del desencuentro,
de la separación, de la pobreza, de la inseguridad.
Se ora en silencio y prosigue el
sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, consuelo de
los afligidos y fortaleza de los atribulados; escucha el grito de la humanidad
sufriente, para que se alegre al experimentar tu misericordia en medio de sus
angustias y necesidades. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
MONICIÓN
Ha llegado un momento importante en esta
celebración de Viernes Santo. El sacerdote, junto con 2 ministros que portan
cirios encendidos que representan la oración y la presencia de todos nosotros,
irá hasta el fondo de la iglesia donde, tomando la Cruz, nos la enseñará en
tres momentos, recordándonos que Jesús estuvo clavado en ella y que es la
salvación para todos nosotros; a su invitación responderemos: ‘¡Vengan y
adoremos!’.
Cuando pase la Cruz por delante de
nosotros inclinaremos la cabeza. A continuación, cuando se acerque hasta el
altar, pasaremos ordenadamente delante de ella para adorarla. Es momento
personal de encuentro con quien estuvo clavado en esa Cruz, de conversación
íntima con el Señor, de súplica e intercesión pero, sobre todo, de amor y
gratitud profunda.
PRESENTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
(Al fondo y al centro del templo y delante
del presbiterio, el celebrante o el ministro se detienen, con la Cruz en alto y
cada vez más destapada, y exclama…)
Sacerdote: Miren el árbol de la cruz donde estuvo clavado Jesús, nuestro
Salvador.
(La asamblea responde…)
Todos: ¡Vengan y adoremos!
(Hay cantos y aclamaciones para acompañar
el momento)
COMUNIÓN
MONICIÓN AL TRASLADO DEL SANTÍSIMO
Tal y como se ha indicado anteriormente,
hoy no se consagra el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sino que se comulgará el
Cuerpo del Señor que ayer se reservó para este fin. Se cubrirá el altar con los
manteles, y el celebrante traerá el Santísimo Sacramento. Empezamos la tercera
parte de esta liturgia. De pie y en silencio recibamos el Cuerpo del Señor, con
el cual vamos a comulgar.
Celebrante: Habiendo reconocido el amor de Jesús, entregado como cordero para el
sacrificio, recemos como comunidad la oración que nos hace hermanos en la cruz
del Señor: Padrenuestro…
MONICIÓN A LA COMUNIÓN
Ha llegado el momento de acercarnos a
recibir el Cuerpo del Señor. Este es el Cuerpo partido en la Cruz, pan para la
vida de todos los hombres y mujeres. Es la espiga que ha dado sus granos, los
que se molieron en el dolor y se han transformado en pan. Acompañemos este
encuentro con cantos
DESPEDIDA
Jesús ha muerto, no lo podemos olvidar. Al
acompañar este momento de su entrega y muerte en la Cruz hemos de tener el
ánimo en alto porque, aunque en esa Cruz está la muerte, también está la vida,
la victoria y la gloria de Jesús, el triunfo de la Resurrección.
Mañana, a las … de la mañana,
acudamos a adorar al Señor junto a María, nuestra Madre, la que supo vivir el
silencio doloroso a la espera de la Resurrección gloriosa de su Hijo.
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