I Domingo de Cuaresma, 18 de febrero de 2018


MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy feliz I Domingo de Cuaresma para todos los hermanos! Recordemos que somos bienvenidos a nuestro encuentro fraterno de cada semana.
Cada una, cada uno de nosotros somos una elección del Dios de la vida que, acompañándonos, está dispuesto a hacerlo todo por nuestra felicidad, por nuestra salvación. Jesús, ‘El Señor’, quiere liberarnos del pecado, que tanto daño nos causa, que nos hace esclavos.  ¡Su Palabra nos da fuerzas para triunfar! ¡La oración y los sacramentos nos disponen para la verdad! ¡Jesús es el único Dios, a Él sólo hay que adorar! Y no menospreciemos el valor del sacrificio en la lucha contra el mal: nuestros esfuerzos por servir y ayudar a las personas que nos rodean es un tesoro para esta vida y para la Vida Eterna.

PENITENCIAL
1.    Porque no siempre cumplimos lo que prometemos. ¡Señor, ten piedad!
2.    Porque, a veces, dejamos que el inocente sea castigado. ¡Cristo, ten piedad!
3.    Porque no nos sacrificamos por quienes nos rodean. ¡Señor, ten piedad!

MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- La narración del Génesis refiere que Dios quiere que todos los seres vivamos en Alianza con Él; pero, ante el pecado en crecimiento del ser humano, decide exterminarlo con un Diluvio, al concluir el cual, Dios ‘firma’ un pacto de amor hacia la humanidad.
SALMO.- El salmo 24 constituye un mensaje pleno de optimismo; es la oración del creyente que confía en Dios, porque Él siempre está dispuesto a mostrarle sus caminos, caminos de verdad y de justicia. ¡Alabemos con el corazón!
SEGUNDA.- Hoy tenemos la I Carta del apóstol san Pedro como segunda lectura. En la misma se compara el pacto de Dios Padre con Noé y el que hace con nosotros por medio del Bautismo. El paso por estas aguas nos renueva y nos une a Jesucristo. Definitivamente, Dios es paciente y misericordioso con todos nosotros.
EVANGELIO.- San Marcos nos referirá las tentaciones que sufrió Jesús. Aunque explica pocos detalles, lo fundamental está en su relato: Jesús estaba entre las fieras, en el desierto, y el Espíritu de Dios le asistía. Como ocurrió con Jesús, nuestro mundo parece un desierto lleno de grandes peligros y –sin lugar a dudas- el Espíritu de Dios nos asiste.

ORACIÓN DE LOS FIELES
1. La Iglesia –que somos todos los bautizados- necesita  gestos creíbles de conversión ante un mundo que rechaza a Dios. Para que el Papa, los obispos, sacerdotes y religiosos, así como cada uno de sus miembros, sepamos cambiar para que el mundo se convierta. Roguemos al Señor.
2. Los gobernantes no siempre buscan el beneficio de sus ciudadanos. Oramos para que haya en ellos cambios de actitudes ante las necesidades de sus pueblos, del mundo. Roguemos al Señor.
3. Hay personas que intentan conducirnos a Dios: sacerdotes o religiosos; catequistas, vecinos o miembros de grupos de fe; o alguien desconocido, pero que ama a Dios sinceramente. Te pedimos, Señor, que fortalezcas su fe y sus ánimos de llevarte a todas partes. Que haya en ellos, también, signos sensibles de conversión. Roguemos al Señor.
4. Seguir a Cristo no es la más sencilla decisión cuando contamos tan solo con nuestras fuerzas. Pedimos, Señor, nos acompañes ante las tentaciones que, cada día, tenemos que enfrentar. Roguemos al Señor.
5. Nos gusta pensar que los que sufren están muy lejos de nosotros; Tú sabes, Señor, que no es así. Danos sensibilidad para reconocer al que sufre, valor para ayudarlo y caridad para tratarlo como la persona digna que es. Roguemos al Señor.
6. Tú nos entregas cada día lleno de oportunidades de ayudar a quienes nos rodean y de cambiar lo que no hemos hecho bien. Oramos para que no caigamos en la tentación de dejarlo para después. Suplicamos por tantos enfermos graves y por quienes ya no pueden hacer nada. Roguemos al Señor.

OFERTORIO (Lee un niño)

Señor Jesús, sabemos que siempre estás con nosotros, hasta en los momentos más difíciles estás ahí. Sin embargo, reconocemos que dentro de poco Te harás físicamente presente en la Eucaristía. Te presentamos, pues, nuestras vidas, junto con este PAN –que pronto dejará de serlo y será tu Cuerpo- y con este VINO –que se convertirá en tu Sangre. ¡El gran milagro de la Eucaristía. ¡Gracias, Señor, por amarnos hasta morir en la Cruz! 

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