XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, 5 de noviembre de 2017
MONICIÓN DE ENTRADA
Damos
la bienvenida a todos los hermanos y hermanas al desearles un Domingo de
bendiciones. Nos acercamos al final del año litúrgico pues estamos en el XXXI
Domingo Ordinario. Hoy reflexionaremos en torno a nuestra necesidad de convertirnos,
de dejar las actitudes egoístas y soberbias que nos alejan de lo que Dios nos
pide. Porque una cosa es decir que amamos a Dios y somos católicos y, otra, muy
distinta, comportarnos como el Señor nos pide.
PENITENCIAL
1. Porque
cambiamos la Palabra del Señor por nuestra propia palabra. ¡Señor, ten piedad!
2. Porque
nos creemos superiores por conocer algo de la Palabra de Dios o llevar señales
del Señor con nosotros. ¡Cristo, ten
piedad!
3. Porque
vivimos la fe como una teoría que, raras veces, estamos dispuestos a poner en
práctica. ¡Señor, ten piedad!
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- Del
libro del profeta Malaquías escucharemos un fuerte llamado a la conversión, el
cual va dirigido, aparentemente, a los sacerdotes de entonces; sin embargo,
este llamado es para todos nosotros también. Los que hablamos ‘palabras de Dios’
hemos de hablar y actuar según lo que realmente dice ‘la Palabra’.
SALMO.- El Salmo 130 es de los
más cortos del salterio. Así como a un niño le basta con reposar en los brazos
de su madre, así también al creyente que sabe que en Dios solo encontrará el
descanso. No hay orgullo ni abundan las palabras. ¡Hay encuentro! Oremos, pues,
confiadamente.
SEGUNDA.- Continuamos
leyendo la Carta
a los Tesalonicenses, donde san Pablo nos ejemplifica lo que hace un buen
mensajero de ‘la Palabra’: la predica sin cambiarle el sentido, la respalda con
sus propios actos y tiene a los demás en alta estima, como corresponde.
EVANGELIO.- El
Señor no ha creado categorías de personas. Sin embargo, nosotros nos hemos
llenado de títulos, como para que estos respalden nuestras palabras, en lugar
de hacerlo con nuestro comportamiento y actitudes. Esta es la queja que
transmite el Evangelio de san Mateo sobre los maestros de la fe, que dicen: ‘Hagan’
mientras ellos hacen otra cosa.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1. Por el Papa Francisco, los obispos,
sacerdotes, religiosos, servidores y todos los bautizados. Para que, como
Iglesia que somos, nos esforcemos cada día en aplicar en nuestras vidas la
Palabra de Dios, el mensaje de Jesús. Roguemos
al Señor.
2. Muchos políticos y dirigentes se conforman
con grandes discursos y proyectos que jamás cumplirán. Para que comprendan que
el honor y la popularidad no son importantes sino, más bien, que fomenten la
justicia y el desarrollo de sus pueblos, la paz y la unidad de todos. Roguemos al Señor.
3. Muchas personas leen la Biblia y conocen
mucho de la fe, pero sus actitudes son muy diferentes a lo que transmiten sus
palabras. Para que volquemos las enseñanzas a nuestro cada día y entendamos
que también nosotros hemos de convertirnos, cambiar, acercarnos a Dios y al
prójimo. Roguemos al Señor.
4. A veces nos conformamos con ser
cristianos ejemplares en el templo, pero no nos ocupamos de mejorar fuera de
este. Para que nos esforcemos en ser auténticos mensajeros de la
paz de Cristo, llenos de esperanza, caridad y alegría, Roguemos al Señor.
5. Como Iglesia reunida en oración,
encomendemos a la Voluntad de Dios a los enfermos, los tristes, los que se
sienten solos o dejados de lado, los que pasan necesidades materiales. Para
que reciban de nosotros lo que Dios les quiere dar y mejoren su condición. Roguemos al Señor.
6. Oremos por todos los difuntos. Para que
reciban el premio que el Señor ha prometido. Roguemos al Señor.
OFERTORIO
1. Ofrendamos
esta Cruz transparente, que no es
ausencia de Cristo en nuestras vidas. Representa que somos nosotros mismos, sin
máscaras ni poses, que trataremos de vivir bajo su Luz desde lo que el Señor
nos ha dado.
2. Presentamos las especies del pan y del vino, en las cuales ocurrirá la
transformación que las convertirá en el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo,
nuestro Señor, quien se hará presente, una vez más, para alimentar, fortalecer
y sostener a sus hijos. ¡Gracias, Señor!
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