V Domingo del Tiempo Ordinario, 5 de febrero de 2017



MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy buenos días, hermanas y hermanos! Sean todos bienvenidos a la Eucaristía de este Quinto Domingo del Tiempo Ordinario, cuando somos llamados a dar testimonio de vida con nuestras actitudes. Porque puedo saber mucho de la Palabra de Dios y de la Iglesia de Cristo y, sin embargo, ser incapaz de transmitir la alegría evangélica que se nos ha encomendado. La semana pasada se nos proclamaba ‘bienaventurados, dichosos, felices’ aun en medio del dolor. Hoy, Jesús quiere que llevemos su Luz, su mensaje, su ejemplo de vida con alegría y entusiasmo. ¡Buena tarea!

PENITENCIAL
1. Porque no nos esforzamos por amar y servir al prójimo, ni siquiera al que vive con nosotros. ¡Señor, ten piedad!
2. Porque pretendemos servirte cuando sepamos mucho de la Biblia, la tradición de la Iglesia o sus grandes maestros, olvidando que nos pides básicamente amar. ¡Cristo, ten piedad!
3. Porque nos contentamos con medio evangelizar separando la fe y la evangelización de nuestra forma de ser, con lo cual perdemos las riquezas con que nos dotaste para ser luz y sal de la tierra. ¡Señor, ten piedad!

MONICIÓN SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- EL Señor nos habla por medio del profeta Isaías en la primera lectura. Quien sigue a Aquel que es la Luz -Cristo Jesús- debe también ser luz. Se exigen gestos sencillos e imitables de caridad, ayuda y atención al prójimo. ¡La consigna es fe y amor verdadero!
SALMO.- Amar a Dios y al prójimo son actitudes que van de la mano en el Salmo 111, que está calificado como alfabético. Utilizado para renovar la Alianza por el pueblo de Israel, se recitarán versos que describen a esa persona que busca amar a Dios y al prójimo y que encuentra en ello su dicha.
SEGUNDA.- Aunque seamos débiles y poco estudiados, Dios obrará por medio de nosotros. Tal como lo afirma san Pablo en la segunda lectura, extraída de su Primera Carta a los Corintios, no hacen falta palabras ni conocimientos rebuscados; basta el testimonio de la Verdad revelada en nuestras vidas para convencer a quienes buscan a Dios.
EVANGELIO.- El discípulo de Cristo ha de dar sabor y valor a la humanidad, evangelizando con alegría y sencillez, desde lo que se es. Tal y como se ve lo que está iluminado y se comenta lo que nos llama la atención, hemos de direccionar hacia Cristo nuestra vida y nuestros esfuerzos con entusiasmo y confianza. Así lo recuerda el evangelio de san Mateo.

ORACIÓN DE LOS FIELES
1. Por el Papa Francisco y por todos los bautizados. Para que vivamos el compromiso de experimentar una fe vivificadora y llevar la Luz de Cristo a todos los corazones. Roguemos al Señor.
2. Mucha gente pasa necesidad porque son pobres, pasa hambre o tiene cualquier tipo de necesidad básica. Para que les ayudemos con alegría y respeto Para que, humildes y esperanzados, ellos reciban el auxilio que se les ofrece. Roguemos al Señor.
3. Por los que creyeron que tener fe y seguir a Jesucristo era poner una cara larga y negarse a las alegrías de la vida. Para que aprendan a llevar a Cristo con alegría y entusiasmo. Roguemos al Señor.
4. Por quienes viven su fe sin profundizarla; por quienes se conforman con lo aprendido en el catecismo; por quienes enseñan una fe distorsionada. Roguemos al Señor.
5. Por todas aquellas personas que nos ayudan a crecer en la fe y se esfuerzan en educarnos: nuestros padres, hermanos y demás familiares, nuestros docentes, nuestros catequistas, nuestros sacerdotes. Roguemos al Señor.
6.- Por nosotros, y por los niños, niñas y jóvenes de todo el mundo, para que, haciendo caso de Jesús, descubramos la sal que se nos ha confiado y la luz que nos ha dado Cristo y las entreguemos allí donde estemos. Roguemos al Señor.

OFERTORIO
1. Cumplimiento de nuestras obligaciones personales, testimonios de la acción de Jesús en nuestras vidas, convicción de Él, disposición a practicar la misericordia y, ¿por qué no?, hasta contando chistes buenos:  Esa es la sal que te ofrecemos, Señor. (Niño/a con cartel con los verbos y sustantivos destacados.)
 2. La fe verdadera es auténtica luz que muestra el camino correcto, alerta de peligros y nos aclara la mirada espiritual para poder verte en cada persona, los hechos de nuestra vida y sobre la mesa eucarística. La entregamos con este cirio encendido y bien cuidado. (Un/a niño/a porta el cirio que han encendido la catequista y los padres; le acompañan dos más –uno a cada lado- cuidando que no se apague. La entregan los tres).
3. Alegría y seguridad para el alma, esperanza en medio del dolor, fortaleza para seguir adelante, siempre adelante, confiando en el Señor… Esto es lo que nos ofrece la Eucaristía en el mismo Jesús, presente en estas especies que entregamos, como quien entrega su propia vida.
¡Gracias, Señor!

ACCIÓN DE GRACIAS

Gracias, Padre Bueno, que nos has dado en Jesucristo cuanto necesitamos para se bienaventurados y llevar su Reino a todas las personas. Amén.

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