ASUNCIÓN DE MARÍA Y MÁRTIRES CLARETIANOS DE BARBASTRO, 15 de agosto de 2016
MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy buenas noches,
llena de bendiciones, hermanos! Los recibimos con gran gozo y enorme alegría,
al iniciar la Eucaristía.
Hoy celebramos una
gran fiesta digna de gran entusiasmo. Es
la Asunción de la Virgen María a los Cielos o, lo que los ortodoxos llaman
-poéticamente- la Dormición de María.
Nosotros creemos que la Madre de Jesús y Madre nuestra está en el cielo en
cuerpo y alma por decisión de su Hijo Jesús, Nuestro Señor. El amor y la fe nos
muestran esa bella realidad.
La fiel cumplidora de la voluntad de Dios en
su vida llegó a la gloria de Dios. ¡Felicitemos a María, que
sube al cielo y Dios la abraza personalmente, asumiéndola! Es el día en que
Cristo le dice: ¡Gracias, Madre, por todo lo que has hecho con nosotros!
Por otra parte -y a manera de ejemplo del
seguimiento fiel a Cristo- estamos
celebrando la entrega radical y valiente a Dios en los Mártires Claretianos de
Barbastro. Fueron 51 cristianos que se negaron a rechazar a Cristo para salvar
sus vidas, las cuales prefirieron entregar a Dios sin importarles el precio que
pagaban. Ellos fueron martirizados y asesinados por su fe durante la sangrienta
persecución religiosa de España, en 1936, por milicianos comunistas y
anarquistas en el inicio de la Guerra Civil Española en la localidad oscense de
Barbastro. Recordemos las palabras de nuestro Papa emérito, Benedicto XVI, en
su Carta Apostólica Porta fidei, respecto a los mártires: “Por la fe, los mártires entregaron su vida como
testimonio de la verdad del Evangelio, que los había transformado y hecho
capaces de llegar hasta el mayor don del amor, con el perdón de sus
perseguidores”.
PENITENCIAL
1. Perdónanos, Señor,
porque, muchas veces, nos rendimos ante la tentación sin luchar, sin buscar a
Dios para vencerla. ¡Señor, ten piedad!
2. Porque llegamos a
convertirnos en mensajeros y portadores de muerte cuando condenamos, no
perdonamos y tratamos de destruir a los que consideramos nuestros enemigos.
¡Cristo, ten piedad!
3. Nos llamamos
cristianos, pero nadie puede descubrir a Aquel a quien seguimos en nuestras
palabras y actitudes. ¡Señor, ten piedad!
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- El
libro del Apocalipsis nos va a presentar, en la primera lectura, la lucha entre
la Mujer, coronada de estrellas, y el dragón. Con un claro simbolismo se
comprende el papel corredentor de la Virgen María.
SALMO.-
El Antiguo y el Nuevo Testamento se manifiestan en el salmo 44, donde la
enjoyada con oro de Ofir -la reina del pueblo judío- ha sido reflejada en María, la hija de
Israel, la que dejó su mundo pequeño para abrirse sin reparos al mundo que Dios
le proponía. De ahí nuestra alegría, porque Ella nos acompaña hasta la
Presencia divina.
SEGUNDA.- Cristo
ha de vencer al último enemigo del Reino, la muerte. La segunda lectura
es de san Pablo en su Primera Carta a los Corintios. Nuestro triunfo no será el
simple logro de la paz sino nuestra transformación final en Cristo; entonces
Dios nos restablecerá y colmará según su gran amor.
EVANGELIO.- Quien
ha conocido a Dios debe actuar según su Voluntad. Quien está llena de Él debe
llevarlo a todos, porque Él es quien dirige su existencia. El Evangelio de
Lucas nos recuerda la Visitación de la Virgen a su prima Isabel, donde se nos
entrega la oración de María, el Magníficat. Servicio al necesitado y
manifestación de Dios son parte de ese encuentro de dos grandes mujeres.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1. Por la Iglesia.
Para que, como María, sepa ascender a los cielos por su entrega generosa,
sencilla y honesta. Roguemos al Señor.
2. Por todos los
que hacen algo por los demás. Para que, a imitación de María, lo hagan también
desde la fe y desde el convencimiento de que Dios es fuente del sumo Bien.
Roguemos al Señor.
3. Por tantos
pueblos del mundo que viven en guerras o situaciones de alta mortalidad, para
que los poderosos comprendan que las armas más excelentes son la oración y el
servicio. Roguemos al Señor.
4. Por nuestros
Misioneros Claretianos, extendidos por todo el mundo. Para que no dejen secar
la sangre derramada por sus Mártires –que conmemoramos en este mes- sino que,
por la oración constante, sepan adaptarse a los nuevos tiempos sin perder el
carácter Cristocéntrico y Mariano que le imprimiera su Fundador, San Antonio
María Claret. Roguemos al Señor.
5. Por todos los
Claretianos y, en especial, los nuestros, para que el Señor les asista con su
Espíritu Santo en el desempeño de su ministerio sacerdotal y María Santísima
les reanime, proteja y sostenga en sus
necesidades personales. Roguemos al
Señor.
6. Por quienes
desprecian el rezo del santo Rosario como devoción poderosa ante las distintas
situaciones de nuestra vida, para que María misma les demuestre lo que es capaz
de lograr de Dios un rosario hecho con devoción. Roguemos al Señor.
7. Recordamos a
Amalia Gil Casares, nuestra querida Hermana Asunción, pidiendo al Señor siga ‘haciendo lo que hace, haciéndolo bien,
haciéndolo por Dios’, tal y como les enseñó la Fundadora de la
Congregación, Madre Carmen Sallés. Roguemos al Señor.
8. Por todos nuestros
familiares difuntos. Para que puedan gozar de la Presencia del Señor y en
compañía de la Virgen María. Roguemos al Señor.
OFERTORIO
1. Entre lo terreno y lo divino hay una gran distancia.
Sólo lo que es verdaderamente grande puede acortar esa distancia y ponernos
ante Dios. El ejemplo de la Virgen nos enseña cómo lograrlo: fe, amor,
servicio, entrega, confianza, oración, obediencia y sencillez. Son peldaños
de nuestra escalera espiritual que, si los cultivamos, como María, nos
llevarán a contemplar cara a cara al mismo Dios. (Escala de letreros que se desplegarán)
2. Con este RELICARIO del mártir claretiano Primitivo
Berrocoso Maillo, hacemos presente aquel grito de “¡Viva Cristo
Rey!” con que catorce estudiantes claretianos sellaron con su sangre la
fidelidad a su vocación, sin ceder a la tentación del abandono o de la
traición, ni renegar de su condición de discípulos. Es que ellos sabían que lo
que verdaderamente mata la vida no es el sufrimiento, sino la tristeza de negar
a Cristo. Por eso, lo que ofrendamos es nuestra decisión de seguir a Cristo
hasta el final. (Imagen del Beato y su Relicario)
3.
Cuando le damos a Jesús
el primer y más especial lugar en nuestra vida, nos convertimos en ofrenda
agradable a Dios por medio del Hijo Amado, Jesucristo. Hoy presentamos este
cáliz y estas vinajeras, que contienen el pan y el vino que han de
transformarse en tu Cuerpo y en tu Sangre, Señor. Te autorizamos, Señor, a
transformar también nuestras vidas, para que te glorifiquemos dondequiera que
nos encontremos.
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