XV Domingo del Tiempo Ordinario, 10 de julio de 2016




MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy buenos días, hermanos y hermanas! Reciban nuestra más cordial bienvenida a esta Eucaristía del Décimo Quinto Domingo del Tiempo Ordinario.
Buen momento es este para pensar si el amor que vivimos refleja nuestra vida y la produce. Porque no se produce lo que no se tiene. Por lo tanto, el amor a Dios debe vaciarse en el amor a las personas. Porque, así como Cristo es el principio y fin de todo, así el amor desinteresado ha de ser el principio básico de nuestra existencia y el fin último que nos motive.
 Porque el Mandamiento del amor no puede tomarse como una imposición que tenemos que cumplir sino, más bien, como una necesidad de vida que nos debe llevar a la plenitud de nuestra condición de hijas e hijos de Dios.
Así que, mira a quien está a tu lado y deja que tu corazón manifieste, desde ya, que el Señor mueve tu existencia.
PENITENCIAL
·        Pertenezco a la Iglesia Católica por el bautismo, pero decido qué normas cumplir. ¡Señor, ten piedad!
·        Creo en Cristo pero, por si acaso, me pongo esta ‘contra’, para que nada malo me pase. ¡Cristo, ten piedad!
·        Yo cuido de mi familia. Que el gobierno ayude a esa gente; a ellos es a quienes les toca.  ¡Señor, ten piedad!
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- La Palabra que compartiremos hoy comienza por el Libro del Deuteronomio. Dentro del último discurso de Moisés al pueblo de Israel, Moisés lo explica con claridad:  su felicidad está directamente relacionada con el cumplimiento de los Mandamientos que Dios les ha dado. Todos los deben conocer por cuanto Dios ha escrito estos preceptos en nuestros corazones. Siendo así, los Mandamientos son ‘normas para lograr la felicidad’.
SALMO.- Todos pasamos por momentos duros en la vida. Entonces podríamos necesitar palabras de soporte y de consuelo que nos recuerden en quién está puesta nuestra confianza y seguridad. El extenso Salmo 68 es un salmo de oración personal que bien podríamos tener en cuenta para esos momentos. La invitación, entonces, es a orar.
SEGUNDA.- Cristo, comienzo y fin de todo, es la imagen visible del Padre en quien todo fue reconciliado. Continuaremos descubriendo la Palabra de Dios en este muy antiguo himno litúrgico que escribiera san Pablo a la comunidad de Colosas cuando estaba cautivo en Roma. Nadie ni nada existe por encima de Cristo en lo creado o en la Iglesia. La nueva creación y nuestra salvación se han dado en Cristo.
EVANGELIO.- En todas partes encontraremos gente buena, gente cercana. La palabra ‘prójimo’ se refiere a quien está cerca. Y, tal vez, nos hemos preguntado quién es nuestro prójimo. Seguidamente, del evangelista san Lucas, escucharemos la proclamación de la Parábola del Buen Samaritano donde el Señor nos lo hará comprender. Amada por Dios, cada persona está llamada en su propia naturaleza a amar, sin afectaciones sociales o de cualquier otro tipo. ¿Somos prójimo de quienes nos rodean?

ORACIÓN DE LOS FIELES
1. Por la Iglesia. Para que nos dé buen ejemplo del amor de Dios en el servicio y la entrega al prójimo sin esperar nada a cambio. Roguemos al Señor.
2. Por todos los gobiernos, especialmente por el nuestro. Para que comprenda que su misión es el servicio a todos sus ciudadanos y, especialmente, a los más necesitados. Roguemos al Señor.
3. Por los enfermos, los ancianos y los discapacitados y por quienes les atienden. Por quienes han pasado a ser solo una carga o una molestia. Roguemos al Señor.
4. Por los médicos, enfermeros y personal asistencial. Para que comprendan que son personas a las que atienden, traten de comprenderlas y descubran en ellas el rostro dolorido de Cristo. Roguemos al Señor.
5. Por quienes necesitan ser escuchados, acompañados, aconsejados y tomados en cuenta. Por quienes sufren por heridas espirituales.  Roguemos al Señor.
6. Por quienes desvalorizan al necesitado que se le acerca. Por quienes sabiéndose Iglesia dejan de lado el encuentro con su prójimo sufriente. Roguemos al Señor.
7. Por todos los difuntos. Roguemos al Señor.

OFERTORIO
La Eucaristía es el gran alimento que nos sana, fortalece y capacita para ser cristianos dentro y fuera del templo. Te presentamos el pan y el vino que Tú mismo prepararás para que nosotros podamos cumplir nuestra misión de bautizados. ¡Gracias, Señor!
ORACIÓN FINAL
Padre Bueno, que nos capacitaste para amar al estilo de Jesús, el Primogénito de la Creación nueva, recibe nuestra gratitud por enseñarnos a vivir la bendición de tus misericordias. Amén.

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