Fiesta de Nuestra Señora del Carmen Aniversario de la Fundación de la Congregación de Misioneros Claretianos
«Este mismo pensamiento le
propuse yo al Ilmo. Sr. Obispo de Vich, D. D. Luciano Casadevall, que me quería
muchísimo, quien aplaudió sobremanera el Plan que yo le había manifestado, y
convinimos que durante las vacaciones viviésemos en el Seminario, y él entre
tanto haría habilitar el Convento de la Merced, que el Gobierno había dejado a su
disposición, y así se hizo. El Sr. Obispo dispuso el local correspondiente en
el convento de la Merced, y yo entre tanto hablé con algunos Sacerdotes a
quienes Dios nuestro Señor había dado el mismo espíritu de que yo me sentía
animado. Estos eran: Esteban Sala, José Xifré, Domingo Fábregas, Manuel Vilaró,
Jaime Clotet, Antonio Claret, yo, el ínfimo de todos; y, a la verdad, todos son
más instruidos y más virtuosos que yo, y yo me tenía por muy feliz y dichoso al
considerarme criado de todos ellos» (Aut 489).

«Así empezamos y así seguíamos
guardando estrictamente una vida perfectamente común. Todos íbamos trabajando
en el sagrado ministerio. Concluidos los ejercicios que yo di a la pequeña y
naciente Comunidad, me dijeron que diera otros ejercicios espirituales al clero
de la ciudad de Vich en la Iglesia del Seminario. Cuando he aquí que el día 11
de agosto, al bajar del púlpito al concluir el último acto, el Ilmo. Sr. Obispo
me manda que vaya a Palacio, y al llegar allí me entregó el Real Nombramiento,
fechado del día 4 de agosto, para el Arzobispado de Cuba. Yo quedé como muerto
con tal noticia. Dije que de ninguna manera aceptaba y así supliqué al Sr.
Obispo que se dignase contestar por mí diciendo que de ninguna manera aceptaba»
(Aut 491).
«¡Oh Dios mío, bendito seáis
por haberos dignado escoger [a] vuestros humildes siervos para Hijos del
Inmaculado Corazón de vuestra Santísima Madre!» (Aut 492).
«¡Oh Madre benditísima, mil
alabanzas os sean dadas por la fineza de vuestro Inmaculado Corazón y habernos
tomado por Hijos vuestros! Haced, Madre mía, que correspondamos a tanta bondad,
que cada día seamos más humildes, más fervorosos y más celosos de la salvación
de las almas» (Aut 493).
"Así
como los hombres se enorgullecen de que otros usen su uniforme, así Nuestra
Señora Madre María está satisfecha cuando sus servidores usan su escapulario
como prueba de que se han dedicado a su servicio, y son miembros de la familia
de la Madre de Dios."
San Alfonso Ligorio, doctor de la Iglesia:
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