Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo 22 de noviembre de 2015
MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy
buenos días a todos los hermanos y hermanas! Seamos bienvenidos a nuestra muy
especial celebración. Hoy no solo concluye este año litúrgico -ciclo B- sino
que, además, celebramos una singular Solemnidad: Jesucristo, Rey del Universo.
Instituida
hace casi cien años por el papa Pío XI, esta Solemnidad nos invita a reconocer
a Jesucristo como el origen, el centro y la meta de todo cuanto existe. ¡Nadie
hay como Él! Pero su reinado es muy
particular y diferente a los que ha habido entre nosotros. Su reinado es de
paz, de justicia, de amor y de verdad. El servicio de aquel que es Rey desde el
amor y su entrega total han de ser las características de quienes somos
súbditos de su reinado. Él quiere tener parte en nuestros corazones y, desde
ellos, dirigir nuestra existencia en libertad, amor y verdad.
Hemos
de recordar, además, que ya el próximo Domingo comienza el siguiente año
litúrgico, ciclo C, con el tiempo del Adviento, especialmente destinado a
prepararnos para la ya muy cercana Navidad.
(6 catequistas portan 3 carteles: “Jesucristo,
Rey del Universo” / “Mi reino no es de
este mundo” (Jn 18,33-37) / “Él es el Alfa y el Omega, el que es, el que era y
el que viene, el Todopoderoso” (Ap 1,8)
PENITENCIAL
1.-
Nos encanta endiosarnos; si nos dan poder olvidamos que también somos personas
y tratamos a los demás como no corresponde. ¡Señor, ten piedad! (Niño/a con cartel: “Nadie
hay por encima de mí”)
2.-
Pensamos que el amor verdadero es obligante y hacemos esclavos nuestros a
quienes decimos amar. ¡Cristo, ten
piedad! (Niño/a con cartel: “Si me amas harás lo que yo quiera”)
3.-
Amamos la mentira. La usamos tan excesivamente que llega el momento en que las
mentiras dichas nos impiden actuar con libertad o hacer el bien. ¡Señor, ten piedad! (Niño/a con cartel: “Lo
que yo diga será ‘la verdad’ y nadie
me contradiga”)
MONICIONES SOBRE LAS
LECTURAS
PRIMERA.- La primera lectura
es del Libro de Daniel. En ella se anuncia la llegada del Mesías, Jesucristo, el
Hijo del Hombre, a quien describe. Este Mesías tendrá poder y autoridad sobre
todas las cosas y el mismo Jesús hará suyo ese título, el cual repetirá para referirse
a sí mismo y a su misión.
SALMO.- El Dios que nos
revela la Palabra es santo en todas sus manifestaciones. Aunque muy breve, el
salmo 92 establece relación entre la Ley revelada y el misterio de ese Dios que
reina salvando y santificando a la humanidad. Se entiende muy claramente que se
refiere a Jesús, Rey de todo y Salvador nuestro.
SEGUNDA.- El fragmento del
Libro del Apocalipsis que se proclama hoy comienza dedicando a Jesucristo sus
alabanzas por la grandiosa obra realizada a favor nuestro. A Él corresponden la
gloria, la primera y principal posición, así como el sacrificio –pues es ‘testigo fiel’. A nosotros nos
corresponde ejercer un sacerdocio no ministerial por cuanto pertenecemos a su
Reino. Y todo ojo verá el poder de nuestro Rey.
EVANGELIO.- Del Evangelio de
san Juan escucharemos un muy interesante diálogo entre Jesús y Pilato. Para éste
no era fácil tener ante sí un supuesto rey. Jesús, por su parte, da pie a que precise,
pues no es lo mismo decir lo que se cree que lo que otros dicen. Seguidamente,
define su reinado. No siendo como los reinados de este mundo, compara reino y
verdad. Es que “¡Dios no se muda!” a pesar de las
consecuencias.
.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1.-
Oremos por la Iglesia, el Papa Francisco y todos los consagrados; para que sepamos
poner a Dios en el centro y sentido de todo cuanto hacemos, recordando que
vivimos en el reinado de su amor. Roguemos
al Señor.
2.-
Oremos también por los gobernantes, para que comprendan que quien dirige desde
el amor a los ciudadanos logra la felicidad verdadera; para que rechacen la
mentira y se esfuercen en ser transparentes y sensibles a las verdades de sus
gobernados. Roguemos al Señor.
3.-
Ponemos ante Ti, Señor, a todas las
personas que están sufriendo en su cuerpo, en su mente o en su espíritu; a
quienes nos han pedido que oremos por ellos; a quienes creemos que necesitan
nuestra intercesión ante Ti, Dios y Rey nuestro. Roguemos al Señor.
4.-
Por quienes se sienten agobiados por
situaciones de su entorno, para que se animen a dejar todos sus afanes en quien
todo lo puede y a esperar confiados en su poderosa intervención. Roguemos al Señor.
5.-
Oremos por quienes creemos en Jesucristo. Para que nos gocemos sabiéndonos
súbditos de tan único y amoroso Rey y nos dispongamos a imitarle y llevar a
otros su Palabra, tratando de vivir como Él vivió. Roguemos al Señor.
6.-
Al concluir este mes dedicado a la familia, entreguémoslas todas al Señor, para
que las bendiga y dirija desde su amor; que puedan ser palacios para tan
insigne Rey y, obedientes, llenen sus ambientes de su paz, verdad y
misericordia. Roguemos al Señor.
7.-
Oremos por quienes se sienten comprometidos a servir a Dios de cualquier
manera, bien sea con su servicio
personal a otros o con su participación en grupos de apostolado. Que Tu
Misericordia, Señor, los transforme y se derrame a través de sus acciones. Roguemos al Señor.
8.-
Encomendemos a nuestro Padre celestial a todos los difuntos. Pidamos que,
acortado el tiempo de la purificación por la intercesión de María Santísima,
todos puedan gozar de la felicidad eterna. Roguemos
al Señor.
OFERTORIO
1.-
Cristo es Rey. Su trono fue una cruz
y su corona era de espinas. Al
presentarlas te entregamos nuestros sufrimientos y asumimos que el amor debe
pasar por el dolor y la renuncia a uno mismo para llegar –como Él- a la feliz
Resurrección.
2.-
Jesús jamás nos pidió que hiciéramos algo que Él mismo no hiciera. Cuando
confirma la vigencia de los 10
Mandamientos y le agrega uno más –el
Mandamiento del Amor- nos está indicando cuál es la Constitución de su
reinado. Queremos cumplirlo, Señor y Rey nuestro.
3.-
Señor y Dios nuestro, Tú provees con tu Misericordia un torrente de delicias y
lo necesario para satisfacer nuestras almas. Gracias porque Tú mismo eres el
Alimento. Por eso llevamos hasta tu altar las
especies de pan y vino que se convertirán en tu Cuerpo y en tu Sangre para
sostenernos mientras peregrinamos a la morada eterna. ¡Gracias, Señor!
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