DECÁLOGO PARA NO OLVIDAR A LOS QUE NUNCA NOS OLVIDARON Por Javier Leoz
(Quiero compartir esta sencilla pero muy apropiada reflexión de Javier Leoz en torno a nuestra actitud con los difuntos. Espero sea de utilidad)
1.- Reza todos los días por aquellos que te han precedido en el camino de la
vida. Lo que eres y, tal vez lo que tienes, se lo debes a ellos. ¿Rezas por los
que te aguardan al final de tu camino?
2.- Saborea, siempre que puedas, la
paz o la calma de un camposanto.
Te ayudará a relativizar el excesivo aprecio por lo superficial y, sobre todo,
te educará a vivir apuntando a lo necesario. ¿Vives con sentido de
trascendencia?
3.- Trata a tus difuntos con
respeto. Si incineras, guarda sus cenizas en el lugar que les
corresponde: el camposanto. ¿Por qué elevamos monumentos a las mascotas y, en
cambio, lanzamos sin escrúpulo alguno, en el mar o en el monte los restos de
nuestros seres queridos? ¿Tal vez porque en el fondo nos estorban? ¿Tal vez
porque no queremos obligaciones de llevar flores, derramar lágrimas o rezar
oraciones?
4.- No olvides que, la Misa, es
sufragio –por la Pasión, Muerte
y Resurrección de Cristo- por los fieles difuntos. Una misa, además de valor
infinito, es ofrenda y es comunión, es súplica por aquellos que necesitan un
último empujón para el encuentro con el Padre. ¿Encargas el “regalo” de una
misa, de vez en cuando, a tus difuntos?
5.- Guarda las formas debidas cuando, la muerte de un ser querido, llame a tu
puerta. NI lo de antes (todo de negro) ni lo de ahora…todos bailando al día
siguiente del funeral. En el término medio la virtud y, la muerte, es muerte
aunque queramos adornarla de blanco.
6.- En el cumpleaños o en el día
del fallecimiento de un familiar,
la mejor forma de felicitarle es nuestra presencia en la comunidad cristiana.
¿Por qué tan poca pereza para cualquier evento y tanto freno para recordar,
rezar y honrar a nuestros difuntos con una misa?
7.- El camposanto, entre otras
cosas, es ciudad de los que duermen con la esperanza de resucitar. La cruz, una imagen de María o de los Santos nos
sugieren que, detrás de una losa, hay unos labios que profesaron la fe en
Cristo hasta el último día. No dejemos que la secularización lo invada todo.
¿Cuidas los signos visibles de tu ser cristiano?
8.- Guarda de los que te han
precedido aquello que te legaron
como grandes lecciones sobre la vida, la fe, la Iglesia, la sociedad o la
familia. Olvida, por el contrario, todo aquello que te pareció poca virtud en
ellos. Dios, como Padre, sabrá lo que es trigo o es cizaña en su camino.
¿Guardas grata memoria de los tuyos?
9.- Da gracias a Dios por tus
difuntos. Reflexiona si has estado a la altura mientras
estuvieron vivos junto a ti. ¿No crees que resulta fácil llorar por unas horas,
acercar flores al que ya no las necesita o guardar las apariencias por tres
días?
10.- Recuerda la fe de tus padres. Profésala. Consérvala. No dejes que la guadaña del
relativismo te robe o te corte aquellos valores que te hacen invencible,
fuerte, eterno. No permitas que los agoreros del “Dios no existe” logren
convencerte de lo que, en realidad, es pasajero: el mundo y sus escaparates
risueños, pero caducos.
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