El silencio


La creación toda es expresión de silencio. 'En el principio...' el autor sagrado refiere cómo el vacío y la soledad reinaban; pero había caos. Sólo la Palabra creadora de Dios intervino, rompiendo el silencio, creándolo para poder expresarse, dándole poder a Su Palabra que dio sentido a esa vida, ordenó lo ya existente y llamó a la vida a nuevas creaturas. Así, como culmen, fue llamado a la existencia el ser humano, con un plan de vida previsto pero dotado de libertad para decidir, con imaginación creadora para proyectar su futuro y enmendar sus errores.
Pero este ser humano, que también fue dotado del poder de la palabra expresiva, tuvo que dar nombre a lo existente. De allí que llegó a pensar que todo lo que encontraba y a lo que daba un nombre, eso era suyo. En un principio sus palabras hacían propiedad y esclavos suyos a todo. Ahora, por el grandísimo poder que las palabras han adquirido, el ser humano ha llegado a ser él mismo esclavo de sus propias palabras. ¡Es la dinámica de la vida, cambiante y sorprendente!
Estamos, es verdad, en un mundo de palabras. Pero -atendiendo a esa misma dinámica de vida- las palabras han sido transformadas y su sentido original ha cambiado  y seguirá cambiando indetenidamente. Hay tantas palabras, pero decidimos vaciarlas de sentido, decidimos usarlas como esclavas a nuestra voluntad, decidimos jergas cada vez más personalizadas, reducimos la palabra a su mínima expresión y las acuñamos en frases absurdas, hasta retorcidas... Pero ellas son expresión...
Palabra y ruido, sonido y estrépito... cualquier cosa sirve, pero sólo hay una meta: que no haya silencio.   La consigna es llenarlo todo pero, como 'todo' es tan grande, seguimos esforzándonos por no dejar ni un espacio de silencio. ¡Grave error!
El ser humano ha olvidado que la forma más enriquecedora de expresión es el silencio. En el silencio cualquier sentido se puede expresar y lo hace de forma inexpresable con palabras. En el silencio, la mirada construye o destruye, levanta o hunde, comprende o desprecia... En el silencio, una caricia acompaña o aísla, sostiene o abandona, nos une o nos separa... En el silencio, olemos y gustamos, nos acercamos o nos separamos... En el silencio, ¡escuchamos! ¡En el silencio, amamos!
Pero el silencio debe ser descubierto. Esa es tarea de cada persona. El silencio es lugar de encuentro. El silencio es actitud de autodominio en nuestra vida. El silencio es un camino que nos conduce a 'El Camino'. El silencio nos hace presente a Dios, porque ahí Él se manifiesta. El silencio guarda todas las cosas en nuestro corazón y da la Vida. El silencio nos permite escuchar a Dios. El silencio nos permite encontrarlo y, como niños, podemos dejar que Él nos descubra para descubrirlo a Él.
El silencio es encuentro con Dios, a quien cada vez necesitamos más. No perdamos tiempo. ¡Dios nos espera!



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