III Domingo de Adviento 14 de diciembre de 2014
MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy
buenos días para todas y todos! ¡Sean bienvenidos a este encuentro con la
ALEGRÍA! Es que el Señor está cada vez más cerca de nosotros. Estamos
preparando su llegada con entusiasmo, sacando de nuestros corazones aquello que
Dios mismo nos ha dado, transformando nuestras debilidades con esfuerzos
sostenidos de oración, vigilia, lectura de la Palabra, servicio desinteresado,
convivencia familiar y vida sacramental.
Hoy
encenderemos el tercer cirio, correspondiente al III Domingo de Adviento, para
que siga creciendo la Luz de Cristo en nuestras vidas. Hoy nos dejaremos
iluminar por la Palabra de Dios, que es viva y eficaz. Hoy hemos de testimoniar
que la fuerza y el poder del Espíritu Santo actúan sobre nosotros desde el
bautismo; pero lo haremos, primeramente, desde esos esfuerzos de amor verdadero
a quienes comparten con nosotros el camino de la vida.
Jesús,
el que tiene que llegar, está cerca. Por eso estamos alegres. Por eso no
queremos encender sólo las luces que se ven, que adornan y ambientan los
lugares: queremos encender la Luz de Cristo en nuestras almas.
PROCESIÓN DE ENTRADA
El celebrante entra
en procesión precedido o seguido por seis niños que, de dos en dos, portan tres
pancartas, en este orden: ¡VEN, JESUS! ¡VIENE EL SEÑOR! ¡ESTAMOS ALEGRES!
PENITENCIAL
1. Señor, nuestras
sonrisas, nuestras alegrías, no siempre son auténticas. Es más, despreciamos la
alegría cristiana porque no es popular en nuestra sociedad. Señor, ten
piedad. Niño(a) con letrero: ¡LA ALEGRIA TIENE UN NOMBRE! ¡JESÚS!
2. ¡Tú eres nuestra
alegría, Señor Jesús! Cuando descubrimos en nosotros la alegría cristiana -que
no se ve a simple vista ni se puede comprar- preferimos quitarte, Señor, la
importancia que mereces y tienes. Cristo,
ten piedad. Niño(a) con letrero: ¡JESÚS NACE PARA NUESTRO BIEN!
3. Señor, muchas
veces consolamos -y nos consolamos a nosotros mismos- comprando cosas;
olvidamos que la alegría cristiana no está en las tiendas ni tiene precio. Sólo
la podemos conseguir en el corazón, en la belleza interior de nuestras vidas. Señor, ten piedad. Niño(a) con
letrero: ¡SEÑOR, QUIERO QUE NAZCAS EN MI CORAZÓN!
BENDICIÓN DE LA TERCERA VELA DE ADVIENTO (Antes
de la Oración Colecta)
Dios Padre nuestro,
que nos has dado a tu Hijo Jesucristo, escucha nuestra oración.
Señor Jesús, Tú lo
sabes, el mundo está sumido en la oscuridad: ¡Sé nuestra Luz!
Señor Hijo de Dios,
también lo sabes, el mundo guarda un silencio cómplice ante Dios: ¡Sé nuestra voz!
Señor, Jesús,
Salvador nuestro, que todo lo conoces, el mundo sufre un gran frío espiritual:
¡Da calor a nuestros corazones con el fuego de tu amor!
Danos el valor de la
oración constante, haznos agradecidos ante tu Misericordia y generosos para
servir. Transforma nuestros corazones según el tuyo, de manera que podamos
conocerte y amarte, reconocerte en nuestro prójimo y servirte con un corazón
humilde.
En tu Nombre, Señor,
bendecimos este tercer cirio de la Corona de Adviento al encenderlo alegres por
tu Presencia en medio de nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ENCENDIDO DEL TERCER CIRIO / ORACIÓN DE ADVIENTO DE LA
FAMILIA
(La familia designada enciende el tercer cirio.
Mientras caminan hacia el lugar de la Corona, se lee la Oración. El gesto de este Domingo so los PASTORES)
Señor Dios nuestro,
hoy venimos ante Ti portando a nuestras propias familias y a las de toda la
comunidad. Queremos dejar sentir la alegría profunda que Tu llegada representa
en nuestras vidas. Sabemos que Tus abundantes bendiciones sobre ellas las
iluminarán para que se constituyan en lumbreras Tuyas en este mundo nuestro que
tanto Te necesita. Amén.
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- Hoy
la esperanza se convierte en gozo, en alegría.
¡Es que el Señor se hace presente en medio de su Pueblo! Hay Alguien que
nos dará la libertad, la sanación, la felicidad. Ante los muchos problemas de
la vida se debe hacer presente la alegría pues Dios es quien nos cuida.
Disfrutemos la lectura del profeta Isaías.
SALMO.- La Virgen María es quien más plenamente ha vivido
la alegría en el Señor, tal y como lo manifestó a su parienta, Isabel, cuando llegó
presurosa a visitarla. Este canto lo conocemos como ‘El Magnificat’ y es
nuestro salmo de hoy. En verdad, las palabras de quien ha concebido en su seno
al Hijo de Dios son absolutamente apropiadas para este Tiempo de Adviento.
SEGUNDA.- En
sintonía con las lecturas anteriores, el apóstol san Pablo exhortará a la
comunidad de Tesalónica a estar alegres, a confiar en el Señor, a permanecer
atentos a la Palabra de Dios y a no dejar que se apague la llama del Espíritu en
los corazones. Así como ellos, todo cristiano podrá hacer un estupendo plan de
vida. ¡Vale la pena el esfuerzo! Llenos de fe y de dicha recibiremos mejor al
Señor, que ya viene.
EVANGELIO.- Hoy
Juan es nuestro evangelista y nos narrará el encuentro de Juan, el Bautista con unos
sacerdotes enviados por los judíos para hacerle muchas preguntas sobre el
Mesías, ya que éste estaba bautizando. Sin dárselas de nada más, declara ser sólo
la voz que grita en el desierto para preparar el camino al verdadero Mesías. Como
Juan, podemos anunciar la llegada de Jesús, con la palabra y con nuestros
actos.
ESCENIFICACION
DEL EVANGELIO
Terminada la proclamación del
Evangelio (Juan 1, 6-8. 19-28) sale un chico (Juan Bautista) bautizando a un
grupo de personas. Se le acercan dos chicos (sacerdotes), le preguntan algo, a
lo cual Juan responde señalando el Sagrario.
Se oye: ‘En medio de ustedes hay uno que
no conocen, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy
digno de desatar la correa de la sandalia.’
ORACIÓN DE LOS FIELES
1. Tu Iglesia sea
alegría, Señor. Para que la profundidad
de tu Palabra no le impida al Papa y a cada consagrado, a cada laico
comprometido, expresar en sus actos de cada día la alegría que irradia tu
llegada. Roguemos al Señor.
2. El mundo quiere
que estemos alegres, Señor. Haz que jamás olvidemos que la alegría verdadera no
descalifica ni humilla, y tampoco destruye conciencias; que, por el contrario,
es capaz de unir familias divididas, comunidades que ya no lo eran. Roguemos al Señor.
3. Hazte Navidad en
nuestros hogares, Señor, para que, al preparar el ambiente físico y las
comidas, tengamos cada vez más presente que ésta es TU FIESTA, que es Tu venida
al mundo lo que celebramos. Y que, así, nos gocemos por Tu Presencia en nuestras
vidas. Roguemos al Señor.
4. Hay mucha gente
triste, Señor. Hay muchos que sólo desean llorar en esta Navidad. Que la
compañía de seres queridos, los recuerdos de tiempos felices y la certeza de Tu
venida sean capaces de restablecerlos. Roguemos
al Señor.
5. Muchas veces
confundimos la alegría con la burla, el chiste malo y torcido con el humor
bueno. Que jamás olvidemos que Tú te hiciste Hombre, Jesús, para devolvernos la
dignidad perdida. Roguemos al Señor.
6. Cuando sufrimos
dolores físicos, enfermedad, aislamiento familiar o social, pobreza agobiante,
violencia física necesitamos más del amor de ese Niño de Belén. Manifiéstate,
Niño Bendito, en esas duras situaciones de vida y llena esos corazones de
esperanza por Tu llegada. Roguemos al
Señor.
OFRENDAS
1. La música casi
que no puede ocultarse. Queremos ser música alegre que Te presente, Señor,
dondequiera que nos encontremos. Por eso presentamos este INSTRUMENTO MUSICAL,
pues nuestros actos e intenciones han de ser alegre alabanza a Tu Natividad.
2. UNA FLOR, Señor…
Así debe ser la vida de quien Te adora: humilde, de grato aroma, hermosa en sí
misma, única y debe rendirse a Tus pies, Señor. Esta ofrenda expresa la
rendición de nuestras vidas ante el Misterio de Belén hecho Eucaristía.
3. Con EL PAN y EL
VINO llevamos hasta el Señor nuestros sufrimientos y necesidades, el esfuerzo y
el trabajo de tantos hombres y mujeres que luchan por un mundo mejor, más
humano y más alegre. ¡Gracias, Señor!
ORACIÓN PARA LA COMUNIÓN
¡Señor, Tú eres
nuestra alegría! En medio de las situaciones de la vida que cada persona tiene
que enfrentar, Señor, Tú te manifiestas como el gozo y el descanso. En medio
del sinsentido de nuestras propias decisiones, Tú nos iluminas con tu Luz,
mostrándonos aquello que estaba oculto a nuestros ojos. En medio del miedo que
un futuro incierto nos produce, por más que planifiquemos y busquemos ‘seguridades’,
Tú, Señor, te constituyes en nuestra única, real y más preciada seguridad.
Gracias, Señor, por quedarte en medio de nosotros. Amén.
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