Llega la Navidad: La Corona de Adviento



Así como otras tantas tradiciones cristianas, la Corona de Adviento  se origina en una costumbre pagana que implicaba el encendido de velas en una corona como  un ruego al sol durante el invierno para que regresara con su luz y calor. Los cristianos comienzan a usar en la Edad Media una corona  adornada -según las costumbres de cada época- con cuatro velas que habrían de encenderse cada Domingo del tiempo litúrgico de Adviento, incorporándola a la celebración de la Navidad.  

Así, se la denominó ‘Corona de Adviento’ y constituye, en la actualidad, un elemento significativo para muchas familias y comunidades católicas y cristianas que –no obstante carecer de importancia litúrgica- enriquecen con ella su preparación a este tiempo de singular interés e importancia: El Señor ha visitado a su Pueblo.

¿Por qué hacer la Corona de Adviento en mi hogar?

Nos movemos y vivimos en un mundo de estímulos, los cuales llegan –mayormente- a través de nuestros sentidos físicos. La persona que busca a Dios en su vida no se contenta con lo físico, lo sensorial, sino que trasciende a lo espiritual, a Dios.

Ciertamente, la Corona de Adviento es un adorno que se ha venido popularizando con el correr de los años y con la globalización del mundo. Pero, si vemos más allá de lo sensitivo, de lo evidente, encontraremos una gran significación en este ‘adorno. La infinitud de Dios y su amor infinito hacia nosotros, la esperanza ante la divina decisión de hacerse uno de nosotros para darnos la salvación, la Luz de ese Salvador –el único- que rompe las tinieblas del pecado, nuestra disposición a estar atentos a su llegada –advenimiento-, la alegría por Su Presencia luminosa en nuestras vidas… Todo esto expresa nuestra alegría porque Aquel que es la Vida quiere vivir entre nosotros, ya viene. La Corona de Adviento viene a ser nuestro ‘sí’ muy expresivo a esos signos del Amor de Dios-con-nosotros.

¿Cómo se hace una Corona de Adviento?

Podemos hacerla nosotros mismos, sin necesidad de grandes inversiones.  También podemos irnos a lo que implica el símbolo y darle un enfoque ‘más hablador’. ¡Veamos!

Debemos buscar ramas de abeto o pino y hacer con ellas un círculo (más grande o más pequeño, según requiramos), representando que Cristo está vivo entre nosotros; y su color verde representa la vida de gracia, el crecimiento espiritual y la esperanza que debemos cultivar durante el Adviento.

Seguidamente la rodearemos con cinta roja, terminando con un lazo: el amor de Dios y el nuestro en torno a nuestras vidas.

Las cuatro velas o cirios tienen un color, que puede variar. Indicaremos: azul (espíritu de vigilia), verde (esperanza), rosa (alegría por el anuncio del Nacimiento de Jesús) y amarillo (presencia luminosa de Dios).Hay quienes colocan la velas de color verde (esperanza), rojo (amor), amarilla (alegría) y blanca (paz). Pero, también se encuentran otras secuencias: rojo (vigilancia), morado (conversión), verde (esperanza) y amarillo (alegría). En realidad, es muy amplia la simbología cristiana.Con cada vela hemos de pensar cómo el pecado –a partir de la primera caída del hombre- ciega al hombre y lo aleja de Dios quien, en su Providencia, fue revelandoo la esperanza de la salvación, que iluminaría todo lo creado, así como lo hacen las velas de la Corona. Cada una de estas cuatro velas  se enciende cada Domingo de los cuatro que dura el Adviento, para indicar el camino que se recorre hasta la Navidad, al hacer la oración en familia. ¡La Navidad está cerca y debemos prepararnos! Al esperar a Cristo, Luz y Vida, le rogamos que infunda en nuestras almas su Luz.                                            .

Algunas personas adornan la Corona con manzanas rojas, representando los frutos del Jardín del Edén, con Adán y Eva, quienes trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador.

Suelen substituirse el día de Navidad estas velas  por otras de color rojo simbolizando el espíritu festivo de la reunión familiar. En el centro, se coloca una vela blanca o cirio simbolizando a Cristo como centro de todo cuanto existe. Es Su Luz la que pedimos en nuestras vidas, es Su Luz la que buscamos en esas cuatro semanas –de manera especial-, es Su Luz la que debemos irradiar para hacer un mundo mejor. Y esa Luz nos recuerda cómo en la plenitud de los tiempos se cumple el “ADVIENTO DEL SEÑOR”.

¿Puedo hacerla diferente?
El gran signo cristiano de la Navidad nos lo regaló san Francisco de Asís con el Pesebre o Portal de Belén. Podemos variar, pues, nuestra Corona de Adviento utilizando elementos significativos del Portal (‘misterios’) para enriquecerlo. Podríamos comenzar con la ‘cunita’ o pesebre (sin el Niño, hasta Navidad); los animales para el II Domingo; para el Tercero serían los pastores y san José; culminaríamos el IV Domingo con la imagen de la Virgen María orante.



También podemos acompañar estos elementos con algo más de nosotros. Por ejemplo, un adorno hecho por los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos de la familia –uno cada Domingo. Sin lugar a dudas, esto ayudaría en la oración de cada Domingo.

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