XXIV Domingo Ordinario Acción de gracias a María de Coromoto por los peruanos y los venezolanos 15 de septiembre de 2019, Parroquia Santa Rita Cusco-Larapa


MONICIÓN DE ENTRADA

¡Muy buenos días, hermanos! Al comenzar este encuentro fraterno observemos cómo están las puertas de la casa de Dios. ¿Cómo están? Ciertamente, están abiertas de par en par. Y es, precisamente, así como el Señor tiene sus brazos hacia nosotros: abiertos, completamente abiertos, para acogernos, ayudarnos y levantarnos. Nuestro Señor quiere que entendamos una cosa: Dios es nuestro Padre, nos ama y por eso nos perdona.
Buen entorno para agradecer a Dios por cada vida, por cada persona. Muy especialmente, agradezcamos por los migrantes venezolanos y por los peruanos, aquí presentes. A todos ellos queremos colocar en las maternales manos de María de Coromoto, patrona del pueblo venezolano y de Nuestra Señora de la Merced, patrona del Perú. Aportes y humildad, debilidad y protección, bendiciones maternas inagotables: esta es la sociedad que se está construyendo aquí y ahora con el aporte de tanta gente buena y la protección mariana, razones de sobra para dar gracias. Más aun en este día en que la Iglesia nos invita a abrirnos a quien nos necesite, acogiendo, ayudando y levantando.

PENITENCIAL
1. Porque olvidamos interceder por quienes se han equivocado; por el contrario, detallamos su falta, para quedar bien con el agraviado. ¡Señor, ten piedad!
2. Porque siempre esperamos el perdón de Dios, pero no siempre estamos dispuestos a perdonar a quien nos ha causado dolor. ¡Cristo, ten piedad!
3. Desechamos y despreciamos a quienes se equivocan como si fueran objetos inútiles, como si nosotros mismos no nos equivocáramos también.  ¡Señor, ten piedad!

LECTURAS
PRIMERA.  Dios es justo, pero nos ama y no se cansa de darnos nuevas oportunidades.  Habiendo salvado a Su pueblo, que lo abandonó para adorar a un becerro de oro, nos encontraremos en el Libro del Éxodo con Moisés en cordial conversación con Dios, su amigo, hasta lograr el perdón divino y una nueva oportunidad para que este siga siendo el pueblo elegido

Primera lectura (32,7-11.13-14)

Lectura del libro del Éxodo

En aquellos días, el Señor dijo a Moisés:
«Anda, baja de la montaña, que se ha pervertido tu pueblo, el que tú sacaste de Egipto. Pronto se han desviado del camino que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se postran ante él, le ofrecen sacrificios y proclaman: “Este es tu Dios, Israel, el que te sacó de Egipto”».
Y el Señor añadió a Moisés:
«Veo que este pueblo es un pueblo de dura cerviz. Por eso, déjame: mi ira se va a encender contra ellos hasta consumirlos. Y de ti haré un gran pueblo».
Entonces Moisés suplicó al Señor, su Dios:
«¿Por qué, Señor, se va a encender tu ira contra tu pueblo, que tú sacaste de Egipto, con gran poder y mano robusta? Acuérdate de tus siervos, Abrahán, Isaac e Israel, a quienes juraste por ti mismo: “Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo, y toda esta tierra de que he hablado se la daré a vuestra descendencia para que la posea por siempre”».
Entonces se arrepintió el Señor de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo. Palabra de Dios  

SALMO.- El salmo 50 -el Miserere- es considerado un himno penitencial. Sin embargo, termina con la enorme alegría de saber que Dios nos ha perdonado. Considerado hasta el Concilio Vaticano II como un salmo triste, hoy nos entrega un mensaje de alegría y de esperanza. ¡Dios nos perdona!

Salmo
Sal 50,3-4.12-13.17.19

R/. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre.

V/. Misericordia, Dios mío, por tu bondad,
por tu inmensa compasión borra mi culpa;
lava del todo mi delito,
limpia mi pecado. R/.

V/. Oh Dios, crea en mí un corazón puro,
renuévame por dentro con espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro,
no me quites tu santo espíritu. R/.

V/. Señor, me abrirás los labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
Mi sacrificio agradable a Dios
es un espíritu quebrantado;
un corazón quebrantado y humillado,
tú, oh, Dios, tú no lo desprecias. R/.

SEGUNDA.- San Pablo, por la misericordia divina, se convierte de perseguidor de la Iglesia en uno de sus más importantes propagadores. Esta gran enseñanza de perdón de Dios la escucharemos al comienzo de su Carta a Timoteo. Con el Apóstol, alabemos y agradezcamos la grandeza y el amor de Dios, siempre dispuesto a perdonarnos.

Segunda lectura (1Timoteo 1,12-17)

Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo

Querido hermano:
Doy gracias a Cristo Jesús, Señor nuestro, que me hizo capaz, se fió de mí y me confió este ministerio, a mí, que antes era un blasfemo, un perseguidor y un insolente.
Pero Dios tuvo compasión de mí porque no sabía lo que hacía, pues estaba lejos de la fe; sin embargo, la gracia de nuestro Señor sobreabundó en mí junto con la fe y el amor que tienen su fundamento en Cristo Jesús.
Es palabra digna de crédito y merecedora de total aceptación que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero; pero por esto precisamente se compadeció de mí: para que yo fuese el primero en el que Cristo Jesús mostrase toda su paciencia y para que me convirtiera en un modelo de los que han de creer en él y tener vida eterna.
Al Rey de los siglos, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios


EVANGELIO.-  Escucharemos un extenso fragmento del Evangelio de San Lucas. Se trata de tres parábolas en torno a la misericordia de Dios: la oveja perdida, la moneda perdida y el Hijo Pródigo. Dios Padre, que es todo bondad, ternura y amor sin límites hacia nosotros, jamás se rinde en buscar a los pecadores; nunca nos abandona y siempre nos acoge con alegría.

Evangelio (Lucas 15,1-32)

Lectura del santo evangelio según san Lucas

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
También les dijo:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
«Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”». Palabra del Señor

 ORACIÓN DE LOS FIELES
1. Por la Iglesia. Para que sea una casa de puertas abiertas, entrega y donación total, signo de reconciliación y de paz dondequiera que se haga presente la Palabra de nuestra Salvación. Oremos.
2. Por el Papa Francisco, los obispos y los sacerdotes; para que sepan vivir y transmitir el Evangelio al ritmo del amor de Dios. Por cada bautizado, para que se reconozca como emisario del perdón y del amor de Dios. Oremos.
3. Por quienes han perdido su fe. Muchos, guiados por el sufrimiento. Otros muchos, guiados por publicaciones engañosas que les han conducido al ateísmo. Oremos.
4. Por quienes constituyen nuestras historias personales, para que aprendamos a perdonarles, nos dispongamos a recibir su perdón y estemos atentos a la reconciliación a todos con el Señor. Oremos.
5. Por los migrantes venezolanos y por los peruanos, para que el Señor los acompañe y proteja cada día de sus vidas, los fortalezca en su fe y llene de mayor esperanza cada instante de su existencia.  Oremos.
6. Por las dificultades que han debido superar los migrantes venezolanos; por las consecuencias que han debido sufrir los peruanos al acoger con brazos abiertos a tantos venezolanos. Dando gracias por la bendición que concedes a pueblos hermanos que se unen en la caridad y la entrega, en el respeto y la amplitud. Oremos.
7. Nuestra Señora de la Merced, Nuestra Señora de Coromoto, todos somos hijos de esta única Madre. A Ti suplicamos obtengas de nuestro Dios las bendiciones necesarias para que nuestros pueblos se hermanen en la convivencia fraterna, la construcción de un futuro próspero y de valores humano-cristianos. Oremos.
8. Por todos los difuntos que necesitan nuestras oraciones, especialmente por los familiares, amigos y conocidos de todos los aquí presentes. Oremos.

OFERTORIO

1.  FLORES (Niños, ojalá que ataviados típicamente)
Las flores, con su hermosura, su misterio y su variedad, representan la vida.  Tú, Señor, generosamente nos has dado y sostenido la vida; por eso te entregamos las nuestras, las de los que amamos o deberíamos amar más; para que el misterio salvador que vamos a compartir, nos transforme a todos.
2. TRABAJO / ALIMENTOS (Dos familias)
Cada día te agradecemos el sustento y la protección a nuestras familias. Hoy queremos entregar estos alimentos para compartirlos con nuestros hermanos más necesitados, a manera de oración, para que no les falte lo necesario cada día. Ellos son fruto del trabajo realizado, que te agradecemos grandemente, pues nos permite el sustento familiar.
3. LA NACIONALIDAD (Dos parejas portando las Banderas de Venezuela y Perú)
Cual precioso fruto del amor, somos hijos de naciones hermanas, enfrentados y encontrados en la necesidad de sobrevivir y de desarrollarnos. Te ofrecemos, Señor, en estas banderas, tu amor providente de Padre, que aceptamos y agradecemos, con la esperanza gozosa de crecer y convivir como hermanos, ‘mujeres y hombres de bien’, Pequeñas Iglesias Domésticas, donde el servicio al otro nos haga Patria Nueva.
4. DEVOCIONES (Dos familias portando las imágenes de la Virgen de la Merced y de Coromoto)
La unión, la paciencia, la solidaridad, el esfuerzo, el servicio, el respeto, la tolerancia y el amor a Dios y al prójimo se aprenden en el hogar, se practican en la vida y se nutren en la oración confiada de los hijos e hijas. La devoción a la Virgen representa fuerte asidero para todos nosotros, hijos de grandes naciones, hijos de María Santísima.
5. BENEFACTORES (Dos personas portan un sobre para Cáritas o ayuda al necesitado)
Muchos venezolanos dejamos nuestra patria empobrecida y llegamos a esta nueva patria también empobrecidos, necesitados de lo más elemental, pero dispuestos a darlo todo. Al llegar hemos encontrado corazones abiertos, corazones hermanos, que nos han enriquecido con una sonrisa, un abrazo, una plática, un espacio en sus vidas. Ellos son nuestros benefactores, por quienes te suplicamos y agradecemos, a quienes te encomendaremos cada día. Por eso queremos contribuir con nuestro pequeño aporte para ayudar a otros hermanos que lo necesiten.
6.  PAN Y VINO
Sobre tu altar, Señor, el pan y el vino se convertirán en tu Cuerpo y en tu Sangre. Representen este pan y este vino el esfuerzo de cada persona por participar de tu sacrificio sublime y poderoso desde nuestra pequeñez, Señor.

ACCIÓN DE GRACIAS
Gracias, Señor, porque eres nuestro Padre Bueno, porque nos cuidas con esmerada Misericordia y nos enseñas a perdonar para que seamos misericordiosos como Tú lo eres. Gracias por alertarnos ante el resentimiento y hacernos sentir nuestra propia conversión. Igualmente, te agradecemos por haber podido celebrar en comunidad de fe con nuestros hermanos peruanos y venezolanos, seguros de tus bendiciones. Amén.

MONICIÓN SOBRE LAS LECTURAS (Esta es una sola para todas las lecturas, si el sacerdote así lo decide) (Suprimir las particulares y hacer esta luego de la Oración Colecta)
Dios es justo, pero nos ama y no se cansa de darnos nuevas oportunidades. ¡Somos Sus hijos! Con el salmista recitaremos el Miserere llenos d la enorme alegría de saber que Dios nos ha perdonado. Por eso, alabemos y agradezcamos la grandeza y el amor de Dios, siempre dispuesto a perdonarnos. Y, así como en las parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida y el Hijo Pródigo, Dios Padre -que es todo bondad, ternura y amor sin límites hacia nosotros- jamás se rendirá en buscar a los pecadores, pues Él nunca nos abandona y siempre nos acoge con alegría.



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