XIX Domingo Ordinario C, 11 de agosto de 2019


MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy buenos días, hermanos! Que nuestro Señor colme con sus bendiciones nuestra historia personal y comunitaria en este XIX Domingo Ordinario.
Cada día se nos presentan dificultades que no siempre manejamos adecuadamente. Porque todo cristiano debe recurrir a Jesús ante cualquier situación dura o dolorosa, fortalecerse en su amor y recordar siempre que es a Él a quien lleva dentro de sí, a quien ha de entregar a todos. Y la clave –nos lo plantea la liturgia de este día- parece estar en tener fe, una fe que pueda disipar el miedo ante esos interrogantes que parecieran insalvables y nos amenazan. Una fe que nos mantenga atentos a la Presencia del Señor en medio de la noche oscura, fortaleciendo nuestra esperanza y permitiéndonos ser triunfadores en Cristo Jesús, Señor de nuestra historia.

PENITENCIAL
1. Decimos creer en Dios, pero ante cualquier conflicto vendemos nuestra alma a cualquiera, llenos de desesperanza. ¡Señor, ten piedad!
2. Creemos en lo que sea, olvidando que nuestra fe debe estar puesta primeramente en Dios. ¡Cristo, ten piedad!
3. Nos encanta ser atendidos pero, poco, atender a otros. Nos olvidamos de ser causa de felicidad y testimonio vivo del amor de Dios. ¡Señor, ten piedad!

MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- Escucharemos aspectos relativos a la liberación del pueblo judío de la opresión egipcia según el Libro de la Sabiduría. La clave es la confianza en Dios, en su intervención en el momento oportuno. Con esta esperanza, los judíos aguardaron que Dios obrara y se prepararon con himnos y cánticos.
SALMO.- Himno de admiración ante Dios providente que nos ama sin medida, el Salmo 32 proclama la esperanza de quienes se saben amados y protegidos y nos invita a la alabanza, llenos todos de dicha. Hagamos de este Salmo nuestra oración y alabemos la grandeza de nuestro Dios, que lo es de todos.
SEGUNDA.- La fe nos puede llevar hasta a lo impensable. En su Carta a los Hebreos, san Pablo hace referencia a la manera asombrosa y fidelísima en que el Señor se relacionó con Abraham, quien, convencido de la bondad y la verdad que Dios encierra, se dispuso a entregar a su hijo sabiendo que le sería devuelto.
EVANGELIO.- Ceñida la cintura, nuestras lámparas encendidas y bien dispuestos para abrir nuestros corazones a nuestro Señor, así es como debemos estar constantemente. Y porque mucho hemos recibido, mucho se nos exigirá. San Lucas nos anima a hacer lo mejor que esté a nuestro alcance para dar felicidad a las personas y agradar a Dios.

ORACIÓN DE LOS FIELES
1. La Iglesia es la encargada de mantener y transmitir la fe en Cristo. Para que cada bautizado tome conciencia de su condición de ‘Iglesia’ y lleve a la Persona de Jesús a todos sus ambientes. Oremos.
2. Por quienes están sufriendo. Por quienes no implican a Cristo en sus situaciones diarias. Por quienes desconocen la esperanza porque no tienen fe. Oremos.
3. El Jesús en quien creemos -muerto y resucitado, glorioso y lleno de misericordia para con nosotros-, ese Jesús debe ser transmitido por nosotros mediante el amor. Que aprendamos a vivir en tu amor, Señor. Oremos.
4. Para que no necesitemos pruebas para creer en Dios y nos confiemos a Su acción transformadora en nosotros gracias a nuestro testimonio de palabra y de vida. Oremos.
5.  Por nuestros niños y jóvenes. Por quienes les forman y guían. Por quienes están a su lado en las buenas y en las malas. Oremos.
6.  Muchas personas se trasladan durante las vacaciones. Para que sea prioritario, también, para todos ellos encontrarse con el Señor en su Banquete dominical. Oremos.
7. Recordamos a muchas personas que ya han pasado a la eternidad. Que sus buenas obras y nuestras oraciones les lleven pronto a tu Presencia, Señor. Oremos.

OFERTORIO (Dos familias)
1. En nuestro caminar como Iglesia, veamos de los nuestros y ocupémonos, también, de tantos seres anónimos que también nos necesitan. Este alimento lo entregamos con esa intención, para ser causa de felicidad para otros y alegría para nuestro Dios, que siempre nos socorre.
2. Presentamos la ofrenda por excelencia, el pan y el vino, para que Tú, Señor, hagas el grandioso y poco reconocido milagro de hacerte Presencia transformadora sobre el altar.
¡Gracias, Señor!

ORACIÓN FINAL
Señor, que tan generosamente nos has alimentado con tu Palabra y con el Pan eucarístico y espiritual, ayúdanos a ser testimonio actuante de la experiencia de amor vivida en este día, llevándote a todos con la palabra y las actitudes. Amén.

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