IV Domingo de Adviento, 23 de Diciembre de 2018


MONICIÓN DE ENTRADA

¡Muy buenos días, hermanos! Hemos llegado al IV Domingo de Adviento para celebrar, con profunda alegría, el encuentro con el Dios-con-nosotros, el rey de la paz, el que obra maravillas, siglo tras siglo, en aquellos que le temen.
Cuando el ser humano olvidó cómo llegar a Dios Padre, el Señor supo que debía venir Él mismo al mundo para enseñarle el camino.  Por eso nos ha nacido el Niño que es el Camino, la Verdad y la Vida, el que nos rescató de la esclavitud de la muerte y restableció nuestra amistad con Dios.  Esta promesa se renueva cada día y, muy particularmente, hoy, a través de todo aquello que nos llena de paz, esperanza y compasión hacia los más necesitados.
Dispongamos, pues, nuestros corazones. Al pedir a Dios sus bendiciones, recibamos al Celebrante. 

BENDICIÓN DE LA CUARTA VELA DE ADVIENTO
Dios Padre nuestro, que nos has amado hasta darnos a tu Hijo Jesucristo, escucha nuestra oración, que hoy hacemos desde el Corazón Inmaculado de su Madre, la Mujer del Adviento.
Sabemos que todas las personas hemos sido dotadas de grandes capacidades y que Tú has llenado nuestros corazones con tu amor. Sabemos, además, que contamos con tu Presencia transformadora y que sólo tenemos que pedir con corazón sincero para que Tú manifiestes tus ternuras.
Danos, con María, ser dóciles a tu Voluntad en nuestras vidas para que aprendamos a ser Familia. Haz que te sigamos sin necesidad de protagonismos, sin caretas de lo que no somos. Sólo así, imitando el modelo de Amor Mariano, llegaremos a la Luz que destruye nuestro pecado y te encontraremos, Dios nuestro.
En tu Nombre, Señor, bendecimos este cuarto cirio de la Corona de Adviento que, alegres, hemos encendido porque Tú estás en medio de nosotros. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ENCENDIDO DEL CUARTO CIRIO / ORACIÓN DE ADVIENTO DE LA FAMILIA
(La familia designada enciende el cuarto cirio, el amarillo. Mientras caminan hacia el lugar de la Corona, se lee la Oración.)
Señor Dios nuestro, nos encontramos ante Ti reconociendo que somos débiles y que te necesitamos. Hay sufrimientos que nos mortifican y que nos alejan de Ti. Hoy queremos entregarte nuevamente nuestras familias y suplicar tus bendiciones. Nos alegra tu llegada, que nos renueva. Danos la capacidad de seguir el modelo de tu Madre para que te hagamos vida en nuestros hogares y te sigamos y sirvamos. Amén.

PENITENCIAL
1.- Con frecuencia nos excusamos en nuestra imposibilidad de cambiar el mundo entero para encerrarnos en nosotros mismos, olvidando los sufrimientos de los demás. ¡Señor, ten piedad!
2. Porque intentamos ayudar a otros sin molestarnos o incomodarnos, y desistimos si hay problemas. ¡Cristo, ten piedad!
3.- Nuestra comodidad nubla nuestra sensibilidad para descubrir la necesidad de otros y buscamos más nuestro propio bien que el de los demás. ¡Señor, ten piedad!

 

MONICIONES A LAS LECTURAS

PRIMERA: Dios se vale de lo pequeño y humilde para cumplir su voluntad en la historia de la humanidad. Así lo expresa el profeta Miqueas cuando profetiza que de la pequeña ciudad de Belén saldrá quien será su guía, su verdadero pastor. La voluntad de Dios puede cumplirse en nosotros a pesar de nuestra pequeñez.

SALMO: Con este salmo, el 79, el pueblo de Israel le pedía a Dios que restaurase el Reino de Salomón con todo su esplendor, siendo la viña simbología de la familia. Nosotros hoy cantamos esperanzados ante la proximidad de la llegada del Señor Jesús.
SEGUNDA: La Carta a los Hebreos nos recuerda el sentido de la misión del Dios que se hizo Hombre entre los hombres:  al sacrificarse, Cristo nos ha liberado de la esclavitud del pecado.  El verdadero Mediador nos permite vivir el camino de la santidad, santificando el mundo.
EVANGELIO: Llamados a ser encuentro fecundo, la fe debe comprometernos en el servicio para descubrir la Presencia de Cristo. María, ‘la Servidora’, lleva consigo a Jesús cuando el Espíritu Santo inspira en Isabel una alabanza ante las proezas que el Señor ha obrado en María y en el pueblo de Israel. Vivamos en nosotros esa alabanza a la Madre de nuestro Señor.

 

ORACIÓN DE LOS FIELES

1.   Por la Iglesia de Cristo, santa y pecadora, para que se haga sentir en la historia de nuestra humanidad como signo de transformación.  Roguemos al Señor.
2.   Por nuestro Papa Francisco, para que sea la voz profética que hoy Dios utilice para guiar a su Pueblo.  Roguemos al Señor.
3.   Por nuestros sacerdotes, religiosos y religiosas, especialmente por los enfermos de alma o cuerpo, los entristecidos, solitarios, debilitados o confundidos, para que la luz del Emmanuel rompa todas esas tinieblas y puedan evangelizar con su propio testimonio de transformación y sanación.   Roguemos al Señor.
4.   Por todos aquellos que hoy se sienten solos y tristes, para que descubran el amor de Dios en gestos y hechos sencillos de su entorno.  Roguemos al Señor.
5.   Por los emigrantes. Para que, como José y María, encuentren un lugar físico, social, laboral y espiritual que les permita establecerse en dignidad y aportar sus propias riquezas y habilidades. Roguemos al Señor.
6.   Por cada uno de los que nos hemos reunido en esta celebración y por los grupos familiares aquí representados, para que nos sintamos posaderos y sepamos dar respuesta de acogida a Dios, que quiere ser dado a luz en nosotros.  Roguemos al Señor.
7.   Por todos los familiares, amigos y conocidos que ya han partido al Reino de los Cielos, para que intercedan por todos nosotros y por la comunidad parroquial, en general, ante el Señor.  Roguemos al Señor.

OFERTORIO (Niños y adultos con: luz, una flor, manos orantes, pastores, colecta, cáliz y vinajeras. Si hay un bebé, debe presidir la procesión con sus padres)

Señor, queremos alabar tu grandeza. El misterio de tu amor por nosotros es tan grande que se presentó en la absoluta pequeñez de un recién nacido, acercándonos a Ti mismo. Trajiste la Luz para iluminar nuestros pasos; hiciste florecer la humanidad, agobiada por el pecado; Te presentaste como oración nuestra y nosotros –cual humildes pastores- Te entregamos de lo nuestro (colecta, alimentos, ropa, juguetes); en respuesta, Te adoramos aun cuando no sabíamos que serías nuestro Alimento (cáliz y vinajeras). Infinitas gracias, Señor: ¡Te entregamos nuestras vidas!

ORACIÓN FINAL
Padre amado, que en la pequeñez de un Niño nos entregaste a quien sería nuestro Salvador, enséñanos a vivir la permanente entrega de quien se sabe amado y favorecido, de manera que aprendamos a llevarte siempre con nosotros y entregarte, pues el mundo necesita de tu Misericordia.

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