III Domingo de Adviento, 16 de diciembre de 2018
MONICIÓN
DE ENTRADA
¡Muy
buenos días, hermanos! ¡Sean bienvenidos a este encuentro con la alegría! Es que el Señor
está cada vez más cerca de nosotros. De ahí que la luz de Cristo ha de manifestarse
en nuestras actitudes. Y, así como el nacimiento de un niño llena de alegría a
su familia, el nacimiento de Jesús en nuestros corazones debe producir frutos
de vida y llenarnos de un fino gozo que nos impulse a cambiar lo malo por lo
bueno, en honor a Él, que ya viene. Y, aunque está bien la celebración exterior,
ruidosa y material, debemos llenarnos del amor de Dios que hizo posible el
nacimiento de su Hijo en medio de nosotros.
Vivamos
este III Domingo de Adviento, el Domingo de la alegría, de manera que se nos
note, que sea contagiosa.
BENDICIÓN
DE LA TERCERA VELA DE ADVIENTO
(El sacerdote bendice el segundo cirio)
Dios
Padre nuestro, que nos has dado a tu Hijo Jesucristo, escucha nuestra oración y
danos el valor de la oración constante, haznos agradecidos ante tu Misericordia
y generosos para servir y llena nuestros corazones de tu alegría, transformándolos
según el tuyo, de manera que podamos conocerte y amarte, reconocerte en nuestro
prójimo y servirte con un corazón humilde.
En
tu Nombre, Señor, bendecimos este tercer cirio, de color rojo, de la Corona de
Adviento al encenderlo, alegres, por tu Presencia en medio de nosotros. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ENCENDIDO
DEL TERCER CIRIO / ORACIÓN DE ADVIENTO DE LA FAMILIA
(La familia designada de encender el segundo cirio
camina lentamente hacia el lugar de la Corona mientras se lee la Oración.)
Señor
Dios nuestro, hoy venimos ante Ti trayendo a nuestras propias familias y a las
de toda la comunidad. Queremos dejar sentir la alegría profunda que tu llegada
representa en nuestras vidas. Sabemos que tus abundantes bendiciones sobre
ellas las iluminarán para que se constituyan en lumbreras tuyas en este mundo
nuestro, que tanto Te necesita. Amén.
(Se acercan un
adulto y un/a niño/a; aquel enciende el tercer cirio -rojo,
como signo de alegría por el Señor.)
PENITENCIAL
1.
Señor, nuestras sonrisas, nuestras alegrías, no siempre son auténticas. Es más,
despreciamos la alegría cristiana porque no es popular en nuestra sociedad. ¡Señor, ten piedad!
2.
Tú alegras nuestras vidas, Señor Jesús; pero como esa alegría no se ve a simple
vista ni se puede comprar, le quitamos la importancia que tiene y se la
atribuimos a nuestras capacidades o hasta a la suerte. ¡Cristo, ten piedad!
3. Olvidamos, Señor, que la alegría cristiana
nace de un corazón agradecido y dispuesto a dar de lo que ha recibido, que no
espera milagros ni prodigios para agradecer y dar de sí mismo. ¡Señor, ten piedad!
MONICIONES
SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.-.
El profeta Sofonías nos expresa una profunda alegría, pues el perdón de Dios debe
apartar de su Pueblo todo temor, todo desaliento. El Señor está en medio de
nosotros para restablecer y celebrar la vida. ¡La tristeza es rota por un rayo
de luz!
SALMO.-. Con versos del capítulo 12
del libro del profeta Isaías alabaremos, bendeciremos y agradeceremos a Dios,
quien sabe portarse a lo grande con sus hijos. Por eso, alegres, dejamos atrás
el miedo y el temblor ante las situaciones dolorosas: ¡Dios está con nosotros!
SEGUNDA.-.
Son realmente hermosas y edificantes las palabras de san Pablo, en la Carta a
los Filipenses. ¡Hay razones para estar alegres! Supliquemos siempre a
Dios, hagamos el bien, tengamos su paz, pues es Él mismo quien está cerca,
siempre. Y agradezcamos tanto amor.
EVANGELIO.-. Quien busca a Dios tiene
que hacer cambios en su actitud consigo y con los demás. Caso contrario,
estaremos ante una falsa conversión, y nuestra alegría será falsa. San
Lucas nos pregunta: ¿Qué tenemos que hacer? Dejar atrás el egoísmo, la mentira,
la violencia, la injusticia, el desamor y todo lo que sea contrario a las
enseñanzas de Jesús. ¿Lo intentamos?
ORACIÓN
DE LOS FIELES
1.
Pensamos que tu Iglesia ha de ser
alegría, Señor. Para que la profundidad de tu Palabra no les impida
al Papa y a cada consagrado, a cada laico comprometido, expresar en sus actos
de cada día la alegría de tu llegada. Oremos.
2.
El mundo quiere que estemos alegres,
Señor. Haz que jamás olvidemos que la alegría verdadera no descalifica ni
humilla, y tampoco destruye conciencias; que, por el contrario, es capaz de
unir familias divididas y comunidades que ya no lo son. Oremos.
3.
Hazte Navidad en nuestros hogares, Señor,
para que, al preparar el ambiente físico y las comidas, tengamos cada vez más
presente que ésta es tu fiesta, que
es tu venida al mundo lo que celebramos. Y, así, nos gocemos por tu Presencia
en nuestras vidas. Oremos.
4.
Hay mucha gente triste, Señor. Hay
muchos que sólo desean llorar en esta Navidad. Que la compañía de seres
queridos, los recuerdos de tiempos felices y la certeza de tu venida sean
capaces de restablecerlos. Oremos.
5.
Cuando sufrimos enfermedad, aislamiento
familiar o social, pobreza agobiante, violencia física, migración, necesitamos
más del amor de ese Niño de Belén. Para que el Niño Bendito se manifieste en
esas duras situaciones de vida y llene esos corazones de esperanza por su
llegada. Oremos.
6.
Damos gracias a Dios por los países que
atraviesan situaciones difíciles, por su gente, por sus recursos y necesidades,
por quienes toman las decisiones. Pedimos la gracia de tu alegría -a pesar
del dolor- y de tu luz -para que descubran rumbos nuevos. Oremos.
7. Encomendamos a los difuntos y sus familiares.
Para que haya paz en estos y aquellos reciban la gozosa eternidad junto a Dios.
Oremos.
OFERTORIO
1.
La música casi que no puede ocultarse. Queremos ser música alegre que Te haga
presente, Señor, dondequiera que nos encontremos. Por eso presentamos este instrumento musical, pues nuestros actos e intenciones han de ser alegre
alabanza a tu Natividad.
2.
Una flor, Señor… Así debe ser la
vida de quien Te adora: humilde, de grato aroma, hermosa en sí misma, única y
debe rendirse a tus pies, Señor. Esta ofrenda expresa la rendición de nuestras
vidas ante el Misterio de Belén hecho Eucaristía.
3.
Con el pan y el vino llevamos hasta el Señor nuestros sufrimientos y
necesidades, el esfuerzo y el trabajo de tantos hombres y mujeres que luchan
por un mundo mejor, más humano y más alegre. ¡Gracias, Señor!
ORACIÓN
PARA LA COMUNIÓN
¡Señor,
Tú eres nuestra alegría! En medio de las situaciones de la vida que cada
persona tiene que enfrentar, Señor, Tú te manifiestas como el gozo y el
descanso. En medio del sinsentido de nuestras propias decisiones, Tú nos
iluminas con tu Luz, mostrándonos aquello que estaba oculto a nuestros ojos. En
medio del miedo que un futuro incierto nos produce, por más que planifiquemos y
busquemos ‘seguridades’, Tú, Señor, te constituyes en nuestra única, real y más
preciada seguridad. ¡Gracias, Señor, por quedarte en medio de nosotros! Amén.
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