Domingo XXXIV Ordinario, Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, Misa Familiar, 25 de noviembre de 2018
MONICIÓN DE
ENTRADA
¡Muy buenos días, hermanos! Les damos la bienvenida
a la celebración de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, en la que,
además, concluye este año litúrgico, ciclo B.
Jesucristo es el origen, el centro y la meta de
todo cuanto existe. ¡Nadie hay como Él! ¡Él es Rey! Pero su reinado es muy particular y diferente
a todos. Su reinado es de paz, de justicia, de amor y de verdad; por eso, hemos
de servir desde el amor y la entrega total. Jesús quiere tener parte en
nuestros corazones y, desde ellos, dirigir nuestra existencia en libertad, amor
y verdad.
Recordemos también que el próximo Domingo
comienza el siguiente año litúrgico, ciclo C, con el tiempo del Adviento,
destinado a prepararnos para la ya muy cercana Navidad.
(6 catequistas portan 3 carteles: “Jesucristo,
Rey del Universo” / “Mi reino no es de
este mundo” (Jn 18,33-37) / “Él es el Alfa y el Omega, el que es, el que era y
el que viene, el Todopoderoso” (Ap 1,8)
PENITENCIAL
1.- Nos encanta endiosarnos; si nos dan poder
olvidamos que también somos personas y tratamos a los demás como no
corresponde. ¡Señor, ten piedad! (Niño/a con cartel: “Nadie hay por encima de
mí”)
2.- Pensamos que el amor verdadero es obligante y hacemos esclavos nuestros a
quienes decimos amar. ¡Cristo, ten
piedad! (Niño/a con cartel: “Si me amas harás lo que yo
quiera”)
3.- Amamos la mentira. La usamos tan
excesivamente que llega el momento en que las mentiras dichas nos impiden
actuar con libertad o hacer el bien. ¡Señor,
ten piedad! (Niño/a con cartel: “Lo que yo diga será ‘la verdad’ y nadie me contradiga”)
MONICIONES
SOBRE LAS LECTURAS
Contra todo lo que se esperaba, Jesucristo no
vino a dominar el mundo oprimiéndolo, sino sirviéndolo. Se trata del Mesías tan
anunciado, el Hijo del Hombre, quien tendría poder y autoridad sobre todas las
cosas. ¡Dios que reina salvando y santificando a la humanidad! Su obra es
grandiosa; a Él corresponden la gloria, la primera y principal posición, así
como el sacrificio –pues es ‘testigo fiel’. Su reinado no es de este mundo y va
de la mano con la verdad, a pesar de las consecuencias.
ORACIÓN DE
LOS FIELES
1.- Oremos
por toda la Iglesia, el Papa Francisco y los consagrados; para que sepamos
poner a Dios en el centro y sentido de todo cuanto hacemos, recordando que
vivimos en el reinado de Su amor. Oremos.
2.- Oremos
también por los gobernantes, para que comprendan que quien dirige desde el
amor a los ciudadanos logra la felicidad verdadera; para que rechacen la
mentira y se esfuercen en ser transparentes y sensibles a las verdades de sus ciudadanos.
Oremos.
3.- Te
entregamos el dolor de tus hijos: las personas que están sufriendo en su
cuerpo, en su mente o en su espíritu; quienes nos han pedido que oremos por
ellos; o quienes necesitan nuestra intercesión ante Ti, Dios y Rey nuestro. Oremos.
4.- Por quienes
se sienten agobiados por situaciones de su entorno, para que se animen a
dejar sus afanes en quien todo lo puede y a esperar confiados en su poderosa
intervención. Oremos.
5.- Oremos
por quienes creemos en Jesucristo. Para que nos gocemos sabiéndonos
súbditos de tan único y amoroso Rey y nos dispongamos a imitarle y llevar a
otros su Palabra, tratando de vivir como Él vivió. Oremos.
6.- Entregamos
a todas las familias al Señor para que las bendiga y dirija desde su amor;
que puedan ser palacios para tan insigne Rey y, obedientes, llenen sus
ambientes de su paz, verdad y misericordia. Oremos.
7.- Por
los comprometidos a servir a Dios, bien sea con su servicio personal a otros o
con su participación en grupos de apostolado. Que tu Misericordia, Señor, los
transforme y se derrame a través de sus acciones. Oremos.
8.- Encomendemos
a nuestro Padre celestial a todos los difuntos. Pidamos que, acortado el
tiempo de la purificación por la intercesión de María Santísima, todos puedan gozar
de la felicidad eterna. Oremos.
OFERTORIO
1.- Cristo es Rey. Su trono fue una cruz y su corona era de espinas. Al presentarlas te entregamos nuestros
sufrimientos y asumimos que el amor debe pasar por el dolor y la renuncia a uno
mismo para llegar –como Él- a la feliz Resurrección.
2.- Jesús jamás nos pidió que hiciéramos algo
que Él mismo no hiciera. Cuando confirma la vigencia de los 10 Mandamientos y le agrega uno más –el Mandamiento del Amor- nos está
indicando cuál es la Constitución de su reinado. Queremos cumplirlo, Señor y
Rey nuestro.
3.- Señor y Dios nuestro, Tú provees con tu
Misericordia un torrente de delicias y lo necesario para satisfacer nuestras
almas. Gracias porque Tú mismo eres el Alimento. Por eso llevamos hasta tu
altar las especies de pan y vino que
se convertirán en tu Cuerpo y en tu Sangre para sostenernos mientras
peregrinamos a la morada eterna. ¡Gracias, Señor!
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