XXIX Domingo Ordinario, Misa Familiar, 21 de octubre de 2018



MONICIÓN DE ENTRADA
¡Que el Señor nos colme de bendiciones! Al darles la bienvenida a nuestro encuentro del XXIX Domingo del Tiempo Ordinario, les animamos a tomar conciencia de una celebración especial en este día, el DOMUND –o la Jornada Mundial por las Misiones, cuando rezamos, recordamos y ayudamos a la Iglesia que se encuentra en misiones.
La alegría de conocer a Cristo es tal que debe ser llevada a todos los pueblos a todas las personas. Servicio y entrega dan vida. La entrega de nuestras propias vidas para el servicio de los demás refleja bastante lo que es ser misionero. Aunque para el mundo lo que cuenta es el poder y los honores, Jesús nos pide hoy cambiar el mundo.
(Tres catequistas y tres catequizandos entran portando la Palabra de Dios entre dos cirios. A mitad del camino se les entregará una piedra –señal de los tropiezos de toda índole que vive el evangelizador- y la cruz de Cristo).

PENITENCIAL
1. Porque nos dejamos abatir por las situaciones que ocurren alrededor nuestro, olvidando fijar en el Señor nuestra esperanza. ¡Señor, ten piedad! (Un niño/a presenta un cartel con la expresión: “No esperamos en Cristo”).
2. Porque, si bien sabemos que ya estamos salvados por el sacrificio de Cristo, actuamos como quien no lo estuviera, como si ese asunto no nos importara. ¡Cristo, ten piedad! (Un/a niño/a con un letrero: “¡Tranquilos! Todo está bien, ¡Cero preocupaciones!”).
3. Porque nos importa mucho ser reconocidos por lo que hacemos o por nuestros títulos, pero no valoramos lo que podamos hacer por los demás. ¡Señor, ten piedad! (Dos niños/as con un letrero: “¿Doctor, Don Fulano?” “¡Sí!”…/ carita hablando. -  “¿Me ayudas?” …/carita con boca cerrada).

MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
El que conoció la tentación, pero no llegó a pecar, Jesús, nos anima a imitarlo en el amor y el servicio al necesitado, sin que hagan falta títulos o puestos de importancia. Amor y misericordia recibidos que hemos de dar a todos, a pesar de nuestra debilidad, pues en Él somos fortalecidos.

ORACIÓN DE LOS FIELES (R/ ¡Bendícenos, Señor!)
1. Jesús está vivo y nos ama. Oremos por la Iglesia, por quienes se han consagrado a su servicio, por todos los bautizados, para que caminemos unidos en la única misión de la Iglesia, llevando el Evangelio a todos los que aún no lo han descubierto. Oremos.
2. Por los misioneros y misioneras. A lo largo de la historia de la Iglesia ha habido gran cantidad de hombres y mujeres que han dejado sus familias y sus casas para llevar a Cristo a muchos lugares del mundo, especialmente a los más pobres. Oremos.
3. Todo cristiano o cristiana, nuestras familias y nuestras parroquias, todos, debemos sentirnos misioneros. Que llevemos el amor de Dios a quienes no lo conocen, especialmente a los más pobres y menos desarrollados para construir una sociedad más justa y más humana. Oremos.
4. Muchos jóvenes temen seguir y servir a Cristo. Pidamos por los jóvenes, para que no teman buscar, descubrir y anunciar a Jesús, y, como Él, entregarse con generosidad al servicio de los hermanos. Oremos.
5. En nuestros grupos familiares muchos han perdido la fe. Señor, que podamos mostrarles a ellos tu amor y animarlos, con nuestro ejemplo, a escuchar tu Palabra amorosa que se manifiesta en los corazones. Oremos.
6. Hay mucha gente que sufre de diversas maneras. Oremos por todos ellos, para que el Señor se manifieste en sus situaciones. Oremos.
7. Todos tenemos algún familiar, amigo o conocido que ya ha muerto. Oremos para que encuentren el descanso eterno y Cristo les dé su paz. Oremos.

OFERTORIO
1. La fe es regalo de Dios y ha de ser vivida personal y comunitariamente. Es esta lamparita te entregamos, Señor, nuestra pequeña fe, con el compromiso de ser portadores de ella y de disponernos a acompañar a otros en su encuentro contigo.
2. Ante el altar donde te entregarás nuevamente por nosotros, queremos presentar lo más valioso de nuestro esfuerzo evangelizador:  los niños y jóvenes que Tú, Señor, nos encomiendas.  Te suplicamos, al entregártelos, que comiences ya a preparar sus corazones para que todos se ofrenden a Ti de corazón, de modo que su encuentro sacramental contigo sea el encuentro de dos que se aman.  ¡Son todos tuyos, Señor!
3. El pan y el vino se han de convertir en tu Divina Presencia Eucarística. Te los entregamos junto con nuestras vidas para llevarte a ellas y que Tú mismo las transformes en expresión de tu Misericordia. ¡Gracias, Señor, por amarnos tanto!

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