XXIII Domingo Ordinario, 9 de septiembre de 2018


MONICIÓN DE ENTRADA
Reciban todos la más cordial bienvenida a nuestra acción de gracias a Dios, quien nos da todo lo que necesitamos para ser felices. Por cuanto estamos invitados a tratar a todas las personas con la misma amabilidad y respeto, podríamos comenzar saludando a quienes están sentados junto a nosotros, darles un cálido saludo de hermanos en Cristo y presentarlos al Señor.
Comprobaremos que esto nos llena de esperanza, porque el Señor todo lo ha hecho para todos, ya que Él no hace diferencias sociales, culturales o económicas, pues nos ama con locura de Cruz a todos por igual y espera que nosotros hagamos lo mismo. Él nos da la sanación que requerimos y quiere que nos sintamos hermanos, que tengamos paz dondequiera que nos encontremos.
Colaboremos con el Señor para que muchos experimenten desde ya el Reino de Dios.  ¡Participemos con alegría en este encuentro de hermanos!

PENITENCIAL
1. Ponemos nuestras esperanzas en todo lo humano porque creemos poco en Dios y su poder para intervenir en nuestras vidas. ¡Señor, ten piedad!
2. Nos reconocemos cristianos, aunque valoramos poco a las personas y sus necesidades si no visten bien o tienen pocos recursos materiales. ¡Cristo, ten piedad!
3. Buscamos el espectáculo de una misa de sanación o un predicador donde ocurran portentos visibles, pero despreciamos las sencillas y comunes acciones de Dios, que toca los corazones. ¡Señor, ten piedad!

MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA. El desánimo nos gana cuando todo va mal. El Señor nos habla a través del profeta Isaías para que nos llenemos de esperanza, pues Él obra con poder en medio de nosotros.
SALMO. El autor del Salmo 145 reconoce la grandeza de nuestro Dios quien, lleno de misericordia, como padre bueno, siempre dispuesto a auxiliar y proteger a los más débiles. Por eso le corresponden las alabanzas más sinceras, desde el corazón. ¡Hagámoslo también nosotros!
SEGUNDA. De la Carta del apóstol Santiago proviene una simple y clara exhortación a ser buenos con todos, con los que menos tienen tanto como con los que lo tienen todo. Esto nos hace cristianos coherentes, que vivimos en fe y servicio; así, otros enriquecerán su fe y descubrirán desde ya el Reino de Dios.
EVANGELIO. Los milagros obedecen a un encuentro personal con el Señor y ocurren para animar y fortalecer nuestra fe. Seguidamente escucharemos del Evangelio de san Marcos la curación de un sordo y tartamudo. Esto puede asombrarnos simplemente o ayudarnos a creer más en Dios.

ORACIÓN DE LOS FIELES
1. Por la Iglesia. Para que despierte al llamado del Señor. Y que tanto el Papa, como los obispos, sacerdotes, religiosos y cada bautizado pongan en práctica su condición profética, denunciando el mal, promoviendo la justicia y la solidaridad para llenar al mundo de esperanza. Roguemos al Señor.
2. Por los sordos físicos, que no pueden tener las sensaciones que experimentamos a través de la música, la palabra u otros sonidos. Por los sordos sociales y espirituales, incapaces de escuchar las necesidades del prójimo. Roguemos al Señor.
3. Por los gobernantes, llamados a ser grandes promotores de justicia, paz y bien para los pueblos, para que velen por las familias, su seguridad e integridad. Roguemos al Señor.
4. Por los países sumergidos en conflictos internos, por las distintas situaciones que viven, por sus ciudadanos. Roguemos al Señor.
5. Por las instituciones sociales de la Iglesia. Que su actitud evangélica actúe a favor de los más necesitados y favorezca importantes cambios sociales, despertando a los adormecidos, promoviendo el valor de la persona y el respeto mutuo. Roguemos al Señor.
6. Por nuestros sacerdotes, especialmente los que están física o espiritualmente enfermos. Que la fuerza del Espíritu les sostenga en sus momentos más difíciles y les anime a esperar contra toda esperanza. Roguemos al Señor.
7. Por nosotros y nuestras familias. Para que, por la acción sacramental, de la oración y de la Palabra, podamos ser receptores y transmisores de la paz de Cristo donde quiera que nos encontremos. Roguemos al Señor.
8. Por quienes duermen el descanso eterno. Que el servicio desinteresado realizado a favor de los pobres, enfermos y necesitados les obtenga el perdón de sus culpas. Roguemos al Señor.

OFERTORIO
Llevamos hasta el altar la excelente ofrenda del pan y del vino. Ella nos capacitará     –una vez convertida en Cuerpo y Sangre de Cristo- para ser perfectos, como lo es nuestro Padre celestial. Sabemos, Señor, que nos invitaste a tu Banquete para alimentarnos, así que Te entregamos, también, en estas especies a quienes no podrán recibirte eucarísticamente. Confiamos en tus abundantes bendiciones, Señor, y Te agradecemos.

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