Domingo XI del Tiempo Ordinario, Misa Familiar, 17 de junio de 2018


MONICIÓN DE ENTRADA

         ¡Muy buenos días tengan todas y todos! Seamos bienvenidos a celebrar con alegría y emoción el Banquete del Señor.
El Señor no cesa de actuar, Él sigue sembrando. Su Palabra es semilla que espera ser llevada a nuestras vidas en abundancia. Y, aunque quienes siembren no alcancen a ver los frutos de su labor, ésta ha de seguir haciéndose y ha de dar frutos abundantes.
Con profunda alegría pongámonos de pie e iniciemos este encuentro con la Vida.

PENITENCIAL
1. Porque no aceptamos que Dios es infinitamente más poderoso que cualquier otro ser, llegando a no confiar en su acción en nuestras vidas. ¡Señor, ten piedad!
2. Porque dejamos de lado a Dios, pero, en cambio, confiamos ciegamente en personas. Defraudadas por estas, afirmamos que Dios no existe. ¡Cristo, ten piedad!
3. Porque cuidamos poco la aplicación de la Palabra, el ejemplo que damos y que necesitan los demás para ayudar a crecer su fe. ¡Señor, ten piedad!

MONICIÓN A LAS LECTURAS

Aunque parece pequeño e insignificante, el Reino de Dios es, realmente, fuerte y está en constante crecimiento; tanto, que asombrará a muchos. Y, a pesar de cuantas dificultades tengamos que atravesar, el que sigue a Jesús ha de confiar en la poderosa intervención de Dios entre nosotros, tan debilitados por el pecado. ¡Nuestra pequeñez no limita a Dios!


ORACIÓN DE LOS FIELES

            Cuando ya se acerca el momento en que Cristo se haga presente en su Cuerpo y en su Sangre para todos nosotros, elevemos al Señor las intenciones que hay en nuestros corazones: (Respondemos:  GRACIAS, SEÑOR)

1.   Fundaste tu Iglesia, Señor, para que fuera testimonio de la construcción y unidad de tu Cuerpo, hasta llegar a la perfección de tu propia plenitud, la cual Tú bendices.  Por eso te decimos, GRACIAS, SEÑOR.
2.   Te agradecemos por la “piedra” en que se cimienta tu Iglesia, nuestro Papa Francisco  y te suplicamos lo fortalezcas en el Espíritu Santo para que pueda cumplir la misión que Tú mismo le has encomendado en nombre del Padre eterno.  Por eso te decimos, GRACIAS, SEÑOR.
3.   Te agradecemos por nuestro(s) sacerdote(s), …, cuyo ejemplo cada día nos guía y nos orienta en la fe; te rogamos que encuentre(n) Tu consuelo en sus tribulaciones y Tu fortaleza en sus debilidades. Por él (ellos) y por todos los sacerdotes te decimos, GRACIAS, SEÑOR.
4.   Los bautizados hemos recibido de Dios la plenitud de la gracia y debemos vivir en el servicio de quien nos la dio, a través del hermano.  Por esa capacidad de servir te decimos GRACIAS, SEÑOR.
5.   Reconocemos que nuestras familias son Pequeñas Iglesias Domésticas, que deben recomprometerse en su condición de centros de formación y crecimiento en la fe, servicio al prójimo y promoción comunitaria.  Por todas nuestras familias te decimos GRACIAS, SEÑOR.
6.   Te agradecemos, Señor, el nuevo compromiso cristiano de nuestros hijos e hijas. Haz que sean testimonio que contagie y les lleve a vivir la instrumentalidad de tu amor entre nosotros.  Por tus bendiciones para todos ellos te decimos GRACIAS, SEÑOR.
7.   Queremos hablarte de los evangelizadores, formadores y catequistas, verdaderos testigos de tu amor, como debemos serlo todos nosotros.  Al suplicarte que los bendigas y multipliques, te decimos GRACIAS, SEÑOR.
8.   Muchas personas que han sido parte de nuestras historias personales ya no están, se han ido contigo. Las recordamos y seguimos amando y, por ellas, te decimos GRACIAS, SEÑOR.

MONICIONES DEL OFERTORIO

1. Con la palabra “DIOS” simbolizamos una gran verdad: es Dios quien lo hace todo. Es Dios quien nos anima a construir un mundo, una Iglesia y un Reino de Dios mejor.
2. Con esta bandeja de tierra llevamos al altar nuestro deseo y compromiso de seguir colaborando en las tareas del anuncio del Evangelio. Llevamos a todos los padres, quienes, a veces no vemos los frutos de nuestros esfuerzos, pero sabemos que el Señor nos acompaña.
3. Con el pan y el vino pedimos al Señor que no falte trabajo en nuestra tierra, en nuestras familias. Que estos sean luego su Cuerpo y su Sangre que fortalezca nuestra existencia cristiana.

Por todo esto,  ¡GRACIAS, Señor!


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