Viernes Santo, La Pasión del Señor, 14 de abril de 2017
MONICIÓN DE ENTRADA

Doblemos por Jesús nuestras rodillas, guardemos silencio y recemos desde
lo más profundo de nuestros corazones. El Señor de la Vida, Jesús, ha muerto
por nosotros.
MONICIÓN A LAS LECTURAS
PRIMERA: El sufrimiento no nos
agrada pero lo admitimos, como hizo Cristo, quien aceptó el sufrimiento por
nuestros pecados porque era la única manera de llevar al ser humano a la Vida
verdadera. El profeta Isaías nos presenta a Cristo, el Siervo de Dios quien,
inocente de toda falta, sufre por los que sufren, haciéndose uno de tantos.
Pero su amor demostró ser más fuerte que la muerte misma.
SEGUNDA: En Jesús se ha producido un
glorioso intercambio de amor por la humanidad toda: el cáliz del dolor por el
cáliz de la Salvación. Ha sido fruto de una obediencia absoluta al Padre. La
carta a los Hebreos refiere que no fue simbólico el sufrimiento de Jesús, sino
real en toda su crudeza. Es el fruto de la Misericordia entrañable de Dios.
EVANGELIO: Seguidamente escucharemos
la proclamación de la Pasión según San Juan. La muerte dolorosísima del Señor
Jesús en la Cruz revela cuán destructiva puede ser nuestra actitud cuando
creemos que algo o alguien están mal. Sin embargo, Jesús demuestra ser el Señor,
abrazando la muerte y venciéndola. Exaltado y glorificado nos da su propia vida.
ORACION UNIVERSAL
MONICIÓN
Seguidamente vamos a orar, ante el Señor crucificado, por la Iglesia y
toda la humanidad; queremos que nadie quede fuera de ese amor, de esa vida que
brota del “árbol” de la Cruz. Son diez oraciones que tienen una introducción,
una pausa de silencio durante la cual nos podemos arrodillar o permanecer de
pie, y la oración del sacerdote que la dirige en nombre de toda la asamblea.
Participemos atendiendo y respondiendo “Amén” luego de la oración del
sacerdote.
ORACIÓN
Sacerdote: Jesús crucificado nos
motiva a orar para que las expresiones del amor se hagan vida en todas las
realidades de la Iglesia y de la humanidad. Por eso, oremos para que la
misericordia de Dios, que brota desde la cruz, nos encamine a creyentes y no
creyentes en obras de verdad, belleza y bondad.
(Oración en silencio)
I. Por la santa Iglesia
Oremos, queridos hermanos, por la santa Iglesia: que Dios le conceda la
paz y la unidad, la proteja en toda la tierra y nos permita vivir en calma y
serenidad para glorificarlo como Padre todopoderoso.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que en Cristo revelas tu gloria a todos los
pueblos, protege a la Iglesia, obra de tu misericordia, para que, extendida por
todo el mundo, persevere con fe inquebrantable en la confesión de tu Nombre. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
II. Por el Papa
Oremos también por nuestro santo Padre, el Papa Francisco, llamado por
Dios, nuestro Señor, al orden episcopal: que Él lo asista y proteja en bien de
su Iglesia, para gobernar al pueblo santo de Dios.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, con tu sabiduría ordenas todas las cosas;
escucha nuestra oración y protege con amor al Papa que nos diste, para que el
pueblo cristiano que tú gobiernas progrese siempre en la fe, guiado por este
pastor. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
III. Por el pueblo de Dios y sus ministros
Oremos también por nuestro obispo Mons. Baltazar Enrique Porras Cardozo,
su obispo auxiliar Mons. Alfredo Enrique Torres Rondón, pastores de la Iglesia
Arquidiocesana de Mérida, y por todos los obispos; también por los
presbíteros y diáconos que colaboran con ellos en el servicio al pueblo de
Dios. Y encomendemos también a todos los que en la Iglesia se esfuerzan por
construir el Reino de Jesús.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que con tu Espíritu santificas y gobiernas a
toda tu Iglesia, escucha nuestras súplicas y concédenos tu gracia, para que
todos, según nuestra particular vocación, podamos servirte con fidelidad.
Por Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
IV. Por los catecúmenos
Oremos también por los catecúmenos; que Dios nuestro Señor los ilumine
interiormente, les abra con amor las puertas de la Iglesia, y así encuentren,
en el bautismo, el perdón de sus pecados y la incorporación plena a
Cristo.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que fecundas sin cesar a tu Iglesia con
nuevos hijos; acrecienta la fe y la sabiduría de los catecúmenos, para que,
renacidos en la fuente bautismal, sean contados entre tus hijos. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
V. Por la unidad de los cristianos
Oremos también por todos nuestros hermanos que creen en Cristo, aunque
no se profesan católicos; para que Dios, nuestro Señor, reúna y conserve en su
única Iglesia a quienes procuran vivir en la verdad.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que reúnes a quienes están dispersos y
conservas en la comunión a quienes ya están unidos, mira con bondad el rebaño
de tu Hijo, para que la integridad de la fe y el vínculo de la caridad
congreguen a los que han sido consagrados por el único bautismo. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
VI. Por los judíos
Oremos también por los judíos, a quienes Dios, nuestro Señor, habló
primero, para que se acreciente en ellos el amor de su Nombre y la fidelidad a
su alianza.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, que confiaste tus promesas a Abraham y a su
descendencia, escucha con bondad las súplicas de tu Iglesia, para que el pueblo
de la primera Alianza pueda alcanzar la plenitud de la salvación. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
VII. Por quienes no creen en Cristo
Oremos igualmente por quienes no creen en Cristo, aunque profesan alguna
religión, para que iluminados por el Espíritu Santo, encuentren también ellos
el camino de la salvación.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, concede que quienes no creen en Cristo,
viviendo en tu presencia con sinceridad de corazón, encuentren la verdad
y que nosotros, progresando en la caridad fraterna y en el deseo de conocerte
mejor seamos ante el mundo testigos más convincentes de tu amor. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
VIII. Por quienes no creen en Dios
Oremos también por quienes no reconocen a Dios, lo niegan o son
indiferentes o agnósticos, para que buscando con sinceridad lo que es recto
puedan llegar hasta él.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno: tú has creado al hombre para que te buscara
con ansias y hallara reposo habiéndote encontrado; concede a quienes todavía no
te conocen que se alegren al reconocerte como el único Dios verdadero, al
experimentar, más allá de las dificultades, los signos de tu amor y el
testimonio de las buenas obras de los creyentes. Por Jesucristo, nuestro
Señor. R/ Amén.
IX. Por los gobernantes
Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, especialmente
los de nuestro país, para que Dios, nuestro Señor, según sus designios, los
guíe en sus pensamientos y en sus decisiones hacia la paz y libertad de todos
los hombres; que trabajen decididamente al servicio de una vida más digna para
todos, una distribución más inteligente de las riquezas, y una justicia
transparente y eficaz.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, en tus manos están los corazones de los
hombres y los derechos de los pueblos: asiste con bondad a nuestros gobernantes,
para que, con tu protección, afiancen en toda la tierra la prosperidad, la
libertad religiosa, y una paz duradera. Por Jesucristo, nuestro Señor. R/
Amén.
X. Por los que sufren
Oremos finalmente, hermanos, a Dios Padre todopoderoso, para que libre
al mundo de toda falsedad, del hambre y de la miseria. Oremos por los que
sufren los horrores de la guerra, de las dictaduras crueles, de la tortura, de
la persecución y de la violencia. Oremos también por los perseguidos y
encarcelados, y por los que son tratados injustamente por los
hombres; por las víctimas del racismo, por los enfermos, por los
moribundos. Y oremos por las familias que están atravesando momentos de
prueba y sufrimiento, a causa de la falta de trabajo, del desencuentro,
de la separación, de la pobreza, de la inseguridad.
Se ora en silencio y
prosigue el sacerdote, con las manos extendidas:
Dios todopoderoso y eterno, consuelo de los afligidos y fortaleza de los
atribulados; escucha el grito de la humanidad sufriente, para que se alegre al
experimentar tu misericordia en medio de sus angustias y necesidades. Por
Jesucristo, nuestro Señor. R/ Amén.
ADORACIÓN DE LA SANTA CRUZ
MONICIÓN
Ha llegado un momento importante en esta celebración de Viernes Santo.
El sacerdote, junto con 2 ministros que portan cirios encendidos que
representan la oración y la presencia de todos nosotros, irá hasta el fondo de
la iglesia donde, tomando la Cruz, nos la enseñará en tres momentos,
recordándonos que Jesús estuvo clavado en ella y que es la salvación para todos
nosotros; a su invitación responderemos: ‘¡Vengan y adoremos!’.
Cuando pase la Cruz por delante de nosotros inclinaremos la
cabeza. A continuación, cuando se acerque hasta el altar, pasaremos
ordenadamente delante de ella para adorarla. Es momento personal de encuentro
con quien estuvo clavado en esa Cruz, de conversación íntima con el Señor, de
súplica e intercesión pero, sobre todo, de amor y gratitud profunda.
PRESENTACIÓN DE LA SANTA CRUZ
(Al fondo y al centro del
templo y delante del presbiterio, el celebrante o el ministro se detienen, con
la Cruz en alto y cada vez más destapada, y exclama…)
Sacerdote: Miren el árbol de la cruz
donde estuvo clavado Jesús, nuestro Salvador.
(La asamblea responde…)
Todos: ¡Vengan y adoremos!
(Hay cantos y aclamaciones
para acompañar el momento)
COMUNIÓN
MONICIÓN AL TRASLADO DEL SANTÍSIMO
Tal y como se ha indicado anteriormente, hoy no se consagra el Cuerpo y
la Sangre de Cristo sino que se comulgarán el Cuerpo del Señor que ayer se
reservó para este fin. Se cubrirá el altar con los manteles, y el celebrante
traerá el Santísimo Sacramento. Empezamos la tercera parte de esta liturgia. De
pie y en silencio recibamos el Cuerpo del Señor, con el cual vamos a comulgar.
Celebrante: Habiendo reconocido el
amor de Jesús, entregado como cordero para el sacrificio, recemos como
comunidad la oración que nos hace hermanos en la cruz del Señor: Padrenuestro…
MONICIÓN A LA COMUNIÓN
Ha llegado el momento de acercarnos a recibir el Cuerpo del Señor. Este
es el Cuerpo partido en la Cruz, pan para la vida de todos los hombres y
mujeres. Es la espiga que ha dado sus granos, los que se molieron en el dolor y
se han transformado en pan. Y que el canto acompañe este encuentro…
DESPEDIDA
Jesús ha muerto, no lo podemos olvidar. Al acompañar este momento de su
entrega y muerte en la Cruz hemos de tener el ánimo en alto porque, aunque en
esa Cruz está la muerte, también está la vida, la victoria y la gloria de
Jesús, el triunfo de la Resurrección.
Mañana, a las 9 de la mañana, acudamos a adorar al Señor junto a María,
nuestra Madre, la que supo vivir el silencio doloroso a la espera de la
Resurrección gloriosa de su Hijo.
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