Domingo de Ramos, 9 de abril de 2017
MONICIÓN DE ENTRADA

Ojalá y decidamos dejar atrás la pena, unirnos a la
procesión, sentir el gozo de aquellos hombres y mujeres que en las cercanías de
los muros de Jerusalén cantaban y vitoreaban: ¡Hosanna al Hijo de David!
ACTO PENITENCIAL
1.
No creemos que Dios nos acompaña en la vida y despreciamos su Voluntad en
nuestras decisiones. ¡No le dejamos actuar en nosotros! ¡Señor,
ten piedad!
2.
Muchos dan la vida por acercarse y dar culto a una celebridad nacional,
cultural, deportiva, política o social; sin embargo, pocos la dan por acercarse
y adorar al Señor, presente en el misterio eucarístico. ¡Cristo,
ten piedad!
3.
Culpamos a Dios por el dolor del mundo y, sin embargo, nada estamos dispuestos
a sacrificar por el bienestar de nuestro familiar o vecino. ¡Señor, ten piedad!
MONICIONES SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- Comenzaremos escuchando el tercer cántico del Siervo del
Señor del profeta Isaías, donde pareciera describirse a la perfección la
humillación y el sufrimiento que habría de soportar Jesús antes de su Muerte y
gloriosa Resurrección. Porque confía plenamente en Dios, quien lo ha de
rescatar, Jesús permanece fiel.
SALMO.- Dolor, paz profunda y plena esperanza se hacen presentes
en el Salmo 21, donde el salmista plasma proféticamente el sufrimiento que
Jesús habría de soportar por nuestra Salvación. No insulta y se refugia en
quien sabe lo respalda, aunque no pueda percibirlo. Tal y como el creyente
experimenta en momentos de profundo dolor.
SEGUNDA.- Nos gusta presentarnos con la gloria de títulos obtenidos.
La segunda lectura, extraída de la Carta de san Pablo a los Filipenses, nos
plantea la humildad como el camino para lograr el éxito en nuestras vidas. Jesús,
que siendo Dios se humilló al extremo y recibió de su Padre el Nombre-sobre-todo-nombre, nos anima a
vivir en humildad.
EVANGELIO.- Acabamos de vivir la alegría de la entrada triunfal de
Jesús en Jerusalén pero, en breve, escucharemos la narración que san Mateo hace
del sufrimiento vivido por Él entregando su ser para lograr nuestra Salvación –que
ni fue teatro ni fue apariencia mística- en el mayor acto de amor para con cada
una, cada uno de nosotros, al vencer la muerte para darnos su Vida.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1.
La Iglesia y, su ‘piedra’, el papa Francisco, han de ser líderes auténticos.
Para que anuncien con claridad y con caridad el mensaje de Jesús a todos los
hombres y mujeres de nuestro tiempo. Roguemos
al Señor.
2.
Nuestro mundo, nuestro país, nuestra ciudad, urbanización o barrio, necesitan
cambiar. Oremos para que vivamos una Semana Santa transformadora. Roguemos al Señor.
3.
Muchas familias sufren las consecuencias de malas gestiones gubernamentales y
la aplicación de leyes injustas. Para que los gobernantes descubran el dolor de
sus pueblos y se propongan establecer cambios que promuevan su superación y
desarrollo material y humano. Roguemos
al Señor.
4.
Mucha gente vive porque respira y su organismo funciona, pero su espíritu está
dormido. Para que el mundo se vuelva a Dios y descubra lo que es vivir en
Cristo, a pesar de las cruces de cada día. Roguemos
al Señor.
5.
En Semana Santa no hay catequesis y muchos niños y sus familias olvidan
acercarse al templo y vivir su fe en comunidad. Para que saquemos el tiempo
para compartir como Iglesia y visitar a nuestro Amigo Fiel. Roguemos al Señor.
6.
Muchos amigos y vecinos están muy enfermos o en trance de muerte. Para que el temor
y el dolor sean vencidos por la esperanza y la confianza en ese Dios que nos
recibe y nos sostiene. Roguemos al Señor.
OFERTORIO
Hoy
hemos aclamado a Jesús como un Rey al estilo humano. Ahora, Señor, todos nos
ponemos de pie, mientras se entregan el
pan y el vino -levantadas y sacudidas nuestras palmas- porque creemos que
Tú eres el Rey Divino, de quien sabemos se nos entregará como Alimento bajo
estas especies para darnos un anticipo del banquete celestial. Así ha ocurrido
desde aquel primer Jueves Santo
ACCIÓN DE GRACIAS
Padre Bueno, que nos has dado la
Salvación por medio del sacrificio de tu amado Hijo, Jesucristo, haz que
abracemos la cruz de cada día para llegar al Paraíso prometido. Amén.
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