Solemnidad de Pentecostés, 15 de mayo de 2016

MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy
buenos días, hermanas y hermanos! Sean
bienvenidos a nuestra celebración eucarística de este Domingo de Pentecostés.
Al anochecer del día
primero de la semana’, ‘al llegar el día de
Pentecostés’, estando ‘todos reunidos en un mismo lugar’ constituyen expresiones diferentes en torno a un mismo misterio: Jesús
cumple la promesa que Él y el Padre nos habían hecho, la de enviarnos al
Defensor, al Protector, al Fortalecedor, al Espíritu de ambos, Aquel que nos
enseñaría cuanto corresponde y nos capacitaría para ser hijos de un Padre
misericordioso, con un nuevo corazón, reunidos en esa Iglesia que Jesús mismo había
estado preparando, conceptualizando y practicando en el amor de unos a otros,
en el amor a Dios. El Sello de Dios ha firmado esa Nueva Alianza, la Eterna, la
que, constituida en Ley de amor, nos capacitará para enfrentar el cada día y
triunfar en Su amor.
¡Practiquemos un
poco! Cerremos nuestros ojos un momento y pidamos al Señor que sople sobre
nosotros y nos envíe su Espíritu para que recibamos su Paz.(…) (Dramatización/Ambientación)
Dispongámonos, ahora, puestos de pie y
cantando, para iniciar nuestra Fiesta Eucarística. Recibamos al celebrante y
dejémonos transformar por el Espíritu de Dios.
PENITENCIAL
1. Porque nos encerramos en nosotros mismos y
no Te permitimos actuar en nuestras vidas, en nuestras situaciones de cada día. ¡Señor que nos renuevas, ten piedad! (Niña/o con las manos atadas. El ES lo
libera y puede leer la proclamación)
2. Porque buscamos fuerzas y energías que nos
resuelvan problemas económicos, familiares, laborales o de salud. Nos olvidamos
que Tú estás disponible siempre y que Tú sí quieres nuestra verdadera felicidad. ¡Cristo que nos capacitas, ten piedad! (Niña/o buscando ayuda en 3 caras con máscara
negra. El ES lo conduce para que pueda leer la proclamación)
3. Porque no nos asociamos a la alegría de tu
Resurrección y vivimos tristes y malhumorados; porque no transmitimos tu Presencia
gloriosa sino un gran pesar por nuestra existencia. ¡Señor de nuestra alegría, ten piedad! (Niñas/os con caras o máscaras triste y
disgustada. El ES dibuja en ellos alegría y paz y pueden leer la proclamación)
MONICIONES A LAS LECTURAS (Se pueden substituir por una segunda dramatización)
PRIMERA.- Los Hechos de los Apóstoles nos plantean una nueva realidad: la humanidad dividida es convocada por el Espíritu de Dios a hacerse familia de amor unificada, donde todos se entienden, gozan ante el poder del Señor y se pueden expresar en el lenguaje universal del amor. Constituye un misterio trascendente que va unido al de nuestra Salvación en la Cruz, efusión extraordinaria que se continúa renovando día a día.
SALMO.- Con el salmista recordaremos la grandeza del Señor, su
poder extraordinario e insuperable, que nos lleva a bendecir desde lo más
profundo de nuestro ser espiritual al Dios que se nos manifiesta desde el amor.
Este himno jubiloso a la fuerza creadora de Dios es, probablemente, más antiguo
que el Libro del Génesis o que el llamado Segundo Isaías.
SEGUNDA.- San Pablo, en su Carta a los Romanos, expresa que
necesitamos vivir según Cristo. Se nos ha dado el don magnífico del Espíritu
para fortalecernos ante el pecado, trasformar nuestros corazones, comunicarnos
energía de vida e infundirnos la capacidad de ser fieles a Dios, en fin, de ser
libres. Además, por su Espíritu podemos llamar ‘Padre’ a Dios, quien dará la
vida eterna a nuestros cuerpos mortales.
SECUENCIA.- Seguidamente se nos proclamará el hermoso y muy antiguo
himno litúrgico conocido como la Secuencia del Espíritu Santo,
el cual define la obra y presencia del Espíritu Santo. Ojalá que dejemos que el Espíritu Santo obre en nosotros
según Su voluntad.
EVANGELIO.- El Evangelio que se proclamará seguidamente corresponde a
san Juan y nos refiere cómo Jesús Resucitado nos da su Espíritu. La Resurrección de Cristo y su Pentecostés constituyen,
ambas, una misma realidad: la glorificación del Señor, nuestro Salvador, el
creador de una nueva humanidad con una nueva Alianza, el amor. El Espíritu del
Señor Jesús –que también lo es del Padre- transformará nuestra existencia.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1.
Por
la Iglesia, que pregona y anuncia a Cristo muerto y resucitado. Para que sea un
recinto de paz, de justicia, un espacio que descubra Tu Presencia. Oremos.
2.
Te
encomendamos a quienes consagran sus vidas a Ti, desde el Papa Francisco hasta
los obispos, sacerdotes, religiosos o religiosas, laicas y laicos. Que haya abundancia de vocaciones auténticas,
que sean tenidos por Amigos y Amigas en las comunidades donde están. Que guíen,
corrijan y den amor del Tuyo, Señor. Oremos.
3.
Característica
singular del Amor de Jesús es su Paz. Que tengamos el valor de ‘cuadrarnos’ a la Paz de Cristo. Que seamos capaces de
renunciar a lo que nos ofrece el mundo como ‘paz’ para vivir la Paz del Señor. Oremos.
4.
Jesús
nos dio -y nos sigue dando- su Espíritu, que permanecerá hasta el final de los
tiempos como ese ‘otro protector’. Que nos dejemos iluminar por la Luz del
Espíritu de Dios para que vayamos
resolviendo todas nuestras situaciones de vida, especialmente las más duras,
que nos trascienden y nos hacen sentir incapaces. Oremos.
5.
Hay
muchas personas que conocemos que están sufriendo enfermedades fuertes o
situaciones difíciles, Señor. Hoy queremos pedirte que, aunque nosotros no los
recordemos, Tú les envíes tu Espíritu para que sus realidades sean
transformadas y reciban de tu Vida misma la capacidad de salir adelante. Oremos.
6.
Te
suplicamos, Señor, por quienes enseñan sobre Ti, por los catequistas y formadores
de grupos de apostolado; para que atiendas sus necesidades y les instruyas en
la fe. Para que les animes a formarse y vivir según tu Voluntad. Oremos.
7.
Señor,
bendice a los niños, niñas y adolescentes que Te conocerán en algún sacramento
en estos días y a quienes ya lo han hecho. Pedimos para ellos tu bendición.
¡Que no puedan ya vivir sin Ti! Oremos.
MONICIONES DEL OFERTORIO
Señor,
queremos presentarte estas ofrendas que son expresión de nuestras vidas, para
que obres prodigios y señales en nuestras ellas, transformándonos en Ti mismo:
1.
Como
nada hay que salga de nosotros, Te entregamos, Señor, nuestro deseo de ser luz donde nos encontremos. Que dejemos
actuar tu Espíritu. (7
cirios)
2.
Por cuanto en Ti ha sido recreada la vida, por
cuanto tu Palabra es creadora, Te entregamos la ‘nueva lengua’ que queremos hablar: el lenguaje del amor. (Letreros: Te amo, Te perdono, ¿Para qué me
necesitas?
3. Señor, al
entregarte el pan y el vino, deseamos anhelar tu Alimento al
punto que te constituyas en la prioridad de nuestros Domingos, de nuestra
existencia. ¡Señor, te agradecemos por
todo esto!
ORACIÓN
FINAL
Padre de Misericordia, que nos
fortaleces con tu Santo Espíritu, protégenos abundantemente de todo aquello que
nos aparte de Ti y de servir a nuestro prójimo. Amén.
Dramatización/Ambientación
(I)
Cuando se está desarrollando la
Monición de Entrada, terminando el tiempo en que se manda a cerrar los ojos,
aparecen niñas y niños alborotados tratando de adornar para celebrar un
cumpleaños. Llevan guirnaldas, dos globos, cartel de ‘Feliz Cumpleaños’ y otras
cosas para hacerlo. Son interrumpidos por un(a) catequista, quien les hace ver
que están en el templo y, además, va a comenzar la Eucaristía… Ellos se
desaniman pero uno insiste: ‘Tenemos que celebrar! ¡Hoy es el cumple de la
Iglesia!’… Interrumpe el sacerdote: ‘Es verdad: hoy es el cumpleaños de la
Iglesia, nacida en Pentecostés.’ La(el) catequista confirma: ‘¡Cierto! ¡La
Iglesia nació en Pentecostés, cuando Jesús envió su Espíritu y (todos) ¡comenzó la MISIÓN! (Se puede mostrar ese cartel)
Dramatización/Ambientación
(II)
Cuando el celebrante se sienta para
escuchar las Moniciones a las lecturas y éstas, un grupito de niñas(os), corren
a esconderse tras el altar porque ‘¡vienen los judíos!’. En eso se escucha un
ruido como de viento impetuoso mientras vienen corriendo 7 niñas vestidas con
túnicas que danzarán en torno al altar. Cada una lleva una lamparita (cirio o
velita encendida). Comienzan a levantarse los que se habían escondido, cada
uno con una llamita sobre su cabeza. Mientras las 7 niñas siguen danzando en
semicírculo tras el altar, los antes miedosos caminan seguros hasta delante del
altar. Se escucha la lectura de Juan 20, 21-23. Las niñas entregan a algunas
personas adultas la Secuencia del Espíritu Santo.
Comienza a proclamarse la Palabra.
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