III Domingo de Pascua, 10 de abril de 2016
MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy bendecido día para todas y todos! ¡Que los corazones se alegren ante
la Presencia nutricional, sanadora, liberadora y transformadora de Aquél que
venció la muerte y nos trae su propia vida!
Ya han pasado algunos días de la semana que nos enfrentaba al pecado y a
la muerte pero que terminaba cantándole a la Resurrección gloriosa de Jesús. Nuevamente
nos encontraremos con su paso glorioso sobre nuestro pecado en este altar, paso
con el que nos entrega incruentamente al Padre para rescatarnos de la muerte,
del pecado.
Con quienes lo conocieron personalmente, los Apóstoles, reconoceremos al
Señor por la fe. Es más, se nos llamará a recobrar el ánimo ante nuestra propia
debilidad –que nos aleja de Dios- para comprender que el Señor siempre estará
entre nosotros, transmitiéndonos su propia Vida y recordándonos que sigue
esperando que Lo anunciemos a todas las personas, como testigos que somos de su
amor y de su poder. Para hacerlo hemos de tener una fe tan grande
que hasta podamos obedecerle a Dios en lugar de complacer al mundo.
PENITENCIAL
v (Niño/a presenta
cartel: YO NO CREO EN NADA NI NADIE) Nos gusta quedar
bien con la gente y, con tal de lograrlo, llegamos hasta a negar nuestra fe en
Cristo Resucitado.
(El sacerdote exhorta y el niño/a dice… ) ¡Dios de la Vida plena, ten piedad de nosotros!
v (Niño/a presenta
cartel: SOY FAN DE TIMBARITO) Nos cuesta
comportarnos como seguidores de Cristo ante el mundo. Sin embargo, asumimos
cualquier moda con tal de demostrar que seguimos a cantantes, deportistas,
políticos o lo que sea, sin reparos. (El sacerdote exhorta y el niño/a dice… ) ¡Cristo de la Entrega
total, ten piedad de nosotros!
v (Niño/a presenta
cartel: LA IGLESIA NO SIRVE) Decimos creer en
Dios pero desconfiamos de su Misericordia que nos perdona y nos sana. Por eso
nos alejamos de su Iglesia, que está llamada a perdonarnos. (El sacerdote exhorta
y el niño/a dice… ) ¡Dios del Perdón sin límites, ten piedad de nosotros!
MONICIONES SOBRE LAS
LECTURAS
PRIMERA.- Tal y como lo escucharemos en la primera lectura, tomada del Libro
de los Hechos de los Apóstoles, Dios y ‘el mundo’ no siempre esperan lo
mismo de nosotros. Ahora bien, ¿a quién debemos obedecer, a Dios o al mundo?
Escucharemos cómo les fue a los discípulos de Jesús con las autoridades
religiosas. El dilema: ¿obedecer a Jesús y anunciar la Buena Nueva o, por el
contrario, obedecer al mundo y no anunciarla? A pesar del castigo, su decisión
les causó felicidad.
SALMO.- Quien confía en el Señor pasa por las dificultades pero se sabe
victorioso. La más dolorosa dificultad es el pecado, que nos hiere en
profundidad, pero sobre la cual también Dios tiene poder. Nuestra alegría es la
restauración que Jesús nos ganó con su Pascua gloriosa, por la cual debemos dar
gracias y cada día, a cada instante.
SEGUNDA.- Es majestuosa la imagen que nos entrega la segunda lectura, tomada del
libro del Apocalipsis. Cristo, el Cordero sin mancha inmolado por nosotros, ha
superado toda la prueba y la creación toda ha de reconocerle y postrarse ante
el trono en que está con el Padre. Eternamente vivo y vivificador, el Cordero
nos convoca a rendirle alabanza, honor y gloria por los siglos.
EVANGELIO.- San Juan nos presenta a Jesús Resucitado cuando se aparece a los Apóstoles
junto al mar de Tiberíades. Llena de detalles gráficamente importantes,
podríamos imaginar la escena en plenitud: El Señor siempre estará presente para
guiarnos y cuidarnos; el Señor jamás se dejará vencer por nuestras debilidades,
pues Él todo lo puede transformar para bien.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1.- Por la Iglesia, por el papa Francisco, por nuestros obispos (…) y
sacerdotes (…) por quienes nos sentimos Iglesia, para que podamos ser
manifestación del Rostro amoroso de Jesús que busca entregar al Padre las
necesidades de sus hermanos y confía en el poder del amor de Dios. Roguemos
al Señor.
2.- Por quienes tienen alguna clase de poder, a nivel del mundo, de cada nación o parte de ella, de
cada grupo humano o familiar; para que nos dejemos guiar por la voz del Maestro
que nos indica dónde está lo que realmente necesitamos para conseguir el
sustento de todos. Roguemos al Señor.
3.- Por los que somos identificados como de la Iglesia, para que nos dejemos guiar por la Misericordia de
Dios, superemos nuestras pequeñeces y nos acerquemos al que merece la gloria
por siempre. Para que se nos note un cambio, para que pueda el mundo ver a
Jesús en nosotros. Roguemos al Señor.
4.- Por nosotros, para que comprendamos que solo junto al Señor
encontraremos la paz y el gozo verdaderos que tanto buscamos. Para que desechemos
lo que aparentemente es bueno pero que nos aleja de Él. Roguemos al Señor.
5.- Por quienes, sintiéndose culpables de sus faltas, se alejan de Dios y
de su Iglesia; para que comprendamos que Él comprende nuestra debilidad y que
solo espera que las reconozcamos y nos volvamos a la fuente de su amor. Roguemos
al Señor.
6.- Por quienes se están preparando para recibir algún sacramento, por
sus grupos familiares, por quienes los forman. Que unos y otros sepan responder
al llamado del Señor Jesús. Roguemos al Señor.
7.- Por quienes sufren en su
cuerpo, en su mente o en su espíritu. Roguemos al Señor.
8.- Por todos los difuntos, para que encuentren la promesa de
Salvación de Jesús. Roguemos al Señor.
OFERTORIO
1.- Te entregamos, Señor, nuestros sentidos y capacidades
renovados por tu paso glorioso. Lo hacemos llenos de confianza en Ti, en tu
actuar en medio de nosotros cada día. (Varios niños,
uno con lentes oscuros, otro con tapones en sus oídos, otro con la boca tapada,
otro con las manos sujetas atrás, … se dirigen al altar y depositan o expresan
lo que los limita).
2.- No es un simple gesto lo que queremos entregarte. Es, más bien,
nuestra decisión de adorarte como familia, de llevarte sin pena a
nuestros hogares, de hacerte parte de nuestro cada día. (Una
Familia se acerca al altar y dobla sus rodillas o se inclina –si no puede
arrodillarse- ante el Señor)
3.- Te entregamos, Señor, el vino y el pan, que la naturaleza y el
trabajo humano nos han obtenido. Sabemos y creemos que se convertirán en tu
Cuerpo y en tu Sangre para alimento nuestro y cumplimiento de tu promesa:
siempre estarás con nosotros. Bendice, Señor, las manos que hacen esto posible
en este y todos los altares de la tierra. (Se portan el pan y el vino hasta el altar).
ORACIÓN FINAL
Padre Bueno, que lo diste todo por nuestra Salvación, concédenos
encontrarnos con tu Hijo amado -y reconocerlo- en cada persona y en cada
situación de nuestras vidas. Que demos gloria a tu Nombre con lo que hagamos.
Amén.
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