Jueves Santo, Misa de la Cena del Señor, 24 de marzo de 2016



MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy buenas tardes, hermanas y hermanos! Reciban la más cordial bienvenida a esta muy particular celebración de la Cena del Señor, cuando se inicia el Triduo Pascual. Él mismo se ha encargado de invitarnos a cada uno, a cada una, a revivir la Primera Eucaristía celebrada por el mismo Cristo, de la cual, en memorial, se derivan todas las demás. Es, pues, un día de gracia profunda en que trataremos de vivenciar el sentido de cuanto Jesús hizo aquella santa tarde.
Nuestros ojos han de estar particularmente volcados a sensibilizar nuestra capacidad de amar, de entregarnos a quien nos necesite, de servir sin buscar otro beneficio que el gozo de amar, tal y como lo hizo el Señor. No desconocía Jesús el martirio y la humillación que le esperaban; sin embargo, escogió la significativa fiesta que el Pueblo judío había celebrado desde su liberación del yugo egipcio para entregarles y explicarles cómo sería la nueva y definitiva Pascua: el Señor pasaría liberándonos de la muerte que el pecado nos acarrea, dándonos su ejemplo de cómo vivir el nuevo Mandamiento del Amor, sirviendo en lugar de esperando ser servidos, entregándonos sin reservas al prójimo, disponiéndonos, en fin, a hacer la Voluntad de Dios en nuestras vidas.
Hemos de mencionar que, al instituir la Eucaristía, Jesús nos entrega el sacerdocio ministerial. Son los sacerdotes quienes, actuando en la Persona de Cristo, perpetúan su Presencia hasta el final de los tiempos con la acción sacramental. ¡Sean bendecidos en el amor de Cristo!

MONICIONES A LAS LECTURAS
PRIMERA: El pueblo de Israel recuerda, agradecido, la acción liberadora de Dios a su favor cuando dejaron de ser esclavos en Egipto. La tradición judía para celebrar este hecho y el espíritu que la animan son relatados en el libro del Éxodo. Dios pasó liberando, transformando y salvando a su Pueblo. Es la primera Pascua, a la cual refiere Jesús su propio ‘paso liberador y redentor’.

SALMO: Imposible negar el temor del ser humano a la muerte en cualquiera de sus manifestaciones. Sin embargo, surge un inmenso grito de alegría y de acción de gracias "al Dios liberador", que salva de la desgracia y de la muerte, ayer al igual que hoy: la promesa de resurrección es un hecho. Como el Salmista, hemos de sentir serena confianza, a pesar de los sufrimientos y debilidades humanas, dando gracias al Señor que nos libra de la angustia de la muerte.
SEGUNDA: Para san Pablo, la Eucaristía es memoria y presencia de la Muerte y Resurrección del Señor. En su primera Carta a los Corintios, el Apóstol entrega la que ha de constituirse en la nueva tradición: el mismo Jesús, terminada la Cena, comparte y entrega el Pan y la Sangre, memorial suyo; siendo así que la Fracción del Pan –nuestra comunión-  debería realizarse en torno al amor, la amistad y el servicio, tal y como Él lo enseñó y lo mandó.
EVANGELIO: Una dimensión particular de la Eucaristía es la que nos presenta el evangelista san Juan con el lavatorio de los pies. La repetición de la Fracción del Pan no puede ser mero ritual pues tiene un sentido. Hemos de hacer lo que Él hizo, constituyéndonos en servidores humildes para todos, especialmente para los más pequeños de nuestro entorno. Capaces de rebajarnos ante el hermano, la hermana, la común-unión con Cristo solo se da desde el servicio, la entrega y el amor.

MONICIÓN AL LAVATORIO DE LOS PIES
Seguidamente viviremos un momento muy significativo. Por cuanto todo cristiano está llamado a ser otro Jesús, el celebrante lavará los pies a algunos miembros de esta comunidad parroquial. Así también lo harán quienes representan hoy a los Apóstoles. Debemos recordar que lavar los pies era un servicio que prestaban los esclavos, humillados de rodillas ante ‘los importantes’. La Iglesia nos anima a todos –ministros y laicos- a ser servidores. Porque ese es el camino que Jesús nos señaló.

ORACIÓN DE LOS FIELES
Muy pronto Jesús volverá a hacerse nuestro Alimento. Que la fraternidad que de Él nace nos haga auténticos intercesores por la Iglesia y el mundo entero. Responderemos: Padre, fortalécenos en el amor.
1.   Presentamos al Señor  a cada bautizado, a cada bautizada. Que seamos testigos del amor más auténtico. Oremos.
2.   Hay hambre de pan y de justicia en el mundo. Hay sed de amor y de paz. Que nos fortalezcamos en tu amor para servir sin descanso, dando a conocer tu Gloria, Señor. Oremos.
3.   Nos hemos vuelto demasiado complacientes con nosotros mismos y descuidamos a quienes están con nosotros. Que tu Santo Espíritu nos anime a volcarnos con amor hacia quienes nos necesitan. Oremos.
4.   El egoísmo ha empañado el amor familiar. Que al recibir la Eucaristía disminuya el amor propio y crezca el amor desinteresado que da felicidad y bienestar a nuestro prójimo. Oremos.
5.   Pensamos en quienes no oran, quienes no te conocen, Señor, quienes resienten de la vida o de personas, quienes viven sin esperanza. Oremos.
6.   Recordamos a los difuntos y suplicamos por su eterno descanso. Oremos.
Gracias, Padre de amor, por atender nuestras necesidades; haz que, fortalecida en el Pan Celestial, toda la Iglesia se constituya servidora de los más desfavorecidos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

MONICIONES DEL OFERTORIO
Muy pronto, Señor, realizarás el Milagro por excelencia al transformar el pan y el vino en tu Cuerpo y en tu Sangre. Sabemos, además, que transformarás todo lo que te entreguemos, hasta nuestras vidas.

COLECTA Y ALIMENTOS

Hoy nos hemos dado prisa en recoger nuestro aporte material, como Iglesia que somos, y nuestro aporte para nuestros hermanos más necesitados. Junto a estos también entregamos  nuestras capacidades y limitaciones, nuestros bienes materiales y a nuestros protectores y benefactores.

 

VESTIDURAS SACERDOTALES

Cada sacerdote te representa, Señor, como instrumento de tu amor. Al llevar hasta el altar estas vestiduras sacerdotales te entregamos las necesidades personales, familiares, pastorales y espirituales que tus hijos, los sacerdotes, tienen. Tú sabrás obrar misericordiosamente en ellos.

CÁLIZ Y VINAJERAS

Traemos ante Tu altar, Señor, una ofrenda que el hombre elabora para que Tú la transformes. Es que, aunque nuestros ojos no lo puedan distinguir así, ellas serán tu Cuerpo, tu Sangre, tu Alma y tu Divinidad, que se nos darán en el Alimento para la Vida verdadera y para nuestra Salvación, Señor.


Por tu gran Misericordia,  ¡GRACIAS, SEÑOR!

TRASLADO DEL SANTÍSIMO
Seguro que todos nos hemos asombrado con el ornamento que hoy presenta el Monumento, ese lugar especialmente preparado para colocar en él al Santísimo Sacramento, donde permanecerá durante la noche de hoy esperando nuestra oración y adoración y que mañana, Viernes Santo, servirá para la comunión de los fieles.
La invitación es a adorar al Señor Jesús, eucarísticamente presente en el tabernáculo. Oremos y contemplemos a nuestro Dios.  Adorémosle  con esa devoción sencilla que lo reconoce como nuestro Mesías y Salvador. Ofrezcámosle este pequeño sacrificio de estar con Él un rato, velando, tal y como les pidió a sus discípulos una noche como esta. Intercedamos por quienes no han venido ni vendrán. Dispongámonos a recibir sus bendiciones.

ORACIÓN ANTE EL MONUMENTO
Seguidamente y de acuerdo al orden establecido, con amoroso respeto y gratitud, los diferentes grupos de apostolado se encargarán de dirigir la oración de esta Vigilia.

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