Cuento de Navidad, Nacimiento Viviente: ”Te regalo una rosa”


Julio: Ofertas… promociones especiales… ‘compra’,
‘compra’ y ‘compra’…! ¿Es que no pueden hablar de otra cosa?... ¡Si la amas,
compra!... ¡Si quieres ser feliz, compra!...
Es que esto ya no debería llamarse Navidad, debería llamarse
¡Compravidad!
Vendedor: ¡La Navidad está aquí! Llevas todo lo que puedas y lo
pagas en enero… ¡Aproveche! ¡Ven a
disfrutar de la Navidad …!
Julio: (hace un gesto de desprecio hacia el
vendedor y contesta el teléfono) si mamá… ya lo sé… si, para mí también es
importante… yo sé que va a estar mi hermana… si, ahí estaré… yo sé que todavía está
mal, ¡pero no es mi culpa que se haya ido a vivir a caracas y le hayan robado a
mis sobrinas!... ¿cruel? Pero si es la verdad!... si claro… gracias por
recordarme que nunca fui a conocer a las niñas, muchas gracias madre!!! Y tranquila,
que no voy a faltar a la cena, aunque sea tarde llego… amén…
Por otra parte, hay dos niñas vendiendo
flores, pero Julio no las ha visto, comienza a caminar molesto por la
conversación telefónica y tropieza a la más pequeña y hace que se le caigan todas
las flores.
María: Cami, ¿estás bien?, ven, levántate, yo te
ayudo…
La niña más grande se pone a ayudar a la más
pequeña mientras que Julio sigue su camino…
Señora 1: bruto! ¿No ve que le tumbo
las flores a la niña? ¿Las va a dejar así?
Julio: no se meta señora, ese es el truco de
siempre, se hacen las víctimas y cuando uno las está ayudando viene un ladrón y
le quita a uno todo…
Señora 1: hay! Hágame el favor! Usted
se las llevó por delante y ni cuenta se dio! ¿Es que es muy importante usted
que ni se fija que estas criaturas existen?
Julio se calma un poco y empieza a sentir
vergüenza por la situación, entonces se pone a ayudar a las niñas y para quedar
bien con la señora que le reclamaba ofrece comprarles un helado…
Julio: listo niñas, ya está todo recogido,
discúlpenme por haberlas tropezado, pero deben caminar con más cuidado… (Se le
queda mirando a la señora)… ¿saben qué? Les voy a comprar un helado para
disculparme por el mal rato, ¿les parece?...
Las dos niñas se emocionaron mucho… cuando se
sientan a comer el helado, María le da una flor a Julio…
Julio: No, niña, ¡no quiero comprar nada!
María: Pero yo no se la estoy vendiendo, yo se
la estoy regalando.
Julio: ¡Pues, tampoco la quiero!
Maria encogió los brazos y bajó la mirada. Julio salió por un momento de su rabia y se
dio cuenta de lo que había hecho…
Julio: Ya va, niña, discúlpame, es que estoy muy
molesto con toda esta temporada de compras… Dime, ¿por qué me quieres regalar
esa flor?
María: ¡Porque estamos en Navidad!
Julio: ¿Pero tú no las estás vendiendo?
María: ¡Sí! Pero tú necesitas que te la regale…
Julio: ¿Que yo necesito que tú me regales una
flor?
María: Tú necesitas que te regale algo, y lo
único que tengo es esta flor.
Julio: Pero yo no soy pobre, yo no necesito que
me regalen nada…
María: Tú como que no sabes que estamos en Navidad…
Julio: ¿Que no sé? ¿Y cómo no darme cuenta con
tanta propaganda y tantas ofertas…?
María: Pero eso no es la Navidad ; yo creo que tú no
sabes qué es la Navidad …
Julio: ¡Y tú sí!
María: Sí, yo sí sé qué es la Navidad …
Julio: (en tono burlón) ¿Síiiiii? ¡Dime qué es,
pues!
María: La Navidad es una fiesta donde celebramos el
infinito amor de Dios por nosotros…
Julio: ¿Dios?, si pareciera que Dios fuera el
dinero… porque todo es comprar…
María: Eso es porque la gente está confundida,
como lo estaban en la primera Navidad… Ven, siéntate para contarte, pues…
Julio se sentó, más por pena que por
curiosidad.
María: Hace más de dos mil años, la gente
caminaba en la oscuridad, muy pocos se acordaban del Dios verdadero, la mayoría
adoraban otras cosas pensando que esas cosas eran dios, pero estaban muy
equivocados… Por eso Dios decidió enviar a su único Hijo al mundo, para
mostrarnos a todos el camino. Eso es la Navidad …
Julio: (le suena el teléfono otra vez) si
jefecito, tranquilo…. Ya todo eso está listo para la reunión de mañana…. Si si
si, no se preocupe… usted sabe que yo no ando en esa celebradera, nos vemos
mañana jefe… (Vuelve a ver a María)… a ver niña, ¿te falta mucho? Es que estoy
un poco apurado y el día es corto…
María vuelve a agachar la mirada…
María: Bueno, ¿tú tampoco me quieres oír? Déjame contártela ¿sí? Mira que eso fue lo único que me dejó mi mamá
antes de abandonarnos y es lo único valioso que tengo para darte…
A Julio se le caía la cara de vergüenza y
no podía decir palabra. Se daba cuenta
del impacto que había causado en las niñas…
Julio: Está bien, está bien. Dime.
María: ¡Gracias!…. Bueno, en aquel tiempo vivía
en la ciudad de Nazareth una muchacha que era muy pobre y se llamaba María -¡como yo!. A ella Dios la había escogido para ser la
mamá del Niño Jesús, su Hijo Amado; por
eso le mandó un angelito, llamado Gabriel, para que se lo dijera…
Ángel:
Dios te salve, Llena de Gracia, El Señor está contigo…
María: María se turbó al oír esas
palabras…
Ángel:
No temas, María, porque has hallado gracia ante los ojos de Dios. Vas a concebir en tu seno y darás a luz a un
hijo, al que pondrás el nombre de Jesús. Será grande y con razón lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios le dará el trono
de David, su antepasado. Gobernará por siempre
al pueblo de Jacob y su reinado no terminará jamás.
María:
¿Cómo podré ser madre si no tengo relación con ningún hombre?
Ángel:
El Espíritu Santo descenderá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con
su sombra, por eso el hijo que nacerá de ti será Santo, y con razón será
llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu
parienta Isabel que en su vejez también ha concebido un hijo, y la que no podía
tener familia se encuentra ya en el sexto mes de embarazo, porque para Dios
nada es imposible…
María: Yo soy la servidora del
Señor, hágase en mí lo que has dicho…
María: Mi mamá decía que la María se había puesto muy
contenta por el regalo que le había dado Dios.
Julio: ¿Contenta? ¿Y con qué iba a mantener al
niño?
María: No todo es dinero… Mi mamá me quería
mucho y no tenía dinero, en el mercado no venden cariño…
Julio: Yo sé, pero me hace gracia que siendo la Virgen tan pobre ¡la Navidad sea tan cara!
María: Bueno, eso es porque no conocen la
verdadera Navidad. Pero déjame seguirte
contando…María estaba tan contenta que fue a contarle a José lo que le había
pasado. José era su novio, ellos estaban
comprometidos pero todavía no se habían casado…
María: José, un Ángel del Señor me
ha dicho que estoy esperando un hijo, que será el Salvador prometido a nuestro
pueblo.
José: María, tú sabes cuánto te
amo, pero necesito tiempo para pensar todo esto, y así decidir qué va a ser de ti y de mí…
María: José se puso bravo, pero no le dijo nada;
él la quería muchísimo y no entendía lo que estaba pasando. Por eso Dios tuvo
que intervenir, para ayudarlo a entender.
Ángel: José, descendiente de
David, no tengas miedo de llevarte a
María, tu esposa, a tu casa. Si bien es
cierto que está esperando por obra del Espíritu Santo, tú eres el que pondrás
el nombre al hijo que dará a luz. Y lo
llamarás Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados…
Julio: ¡Claro!
Mira, es lógico que se preocupara porque ellos todavía no se habían
casado. Pero, afortunadamente, con estas
palabras Dios le aclaró todo ¿verdad?
María: Sí. ¿Te fijas por qué María estaba tan
feliz?
Julio: No entiendo cómo el perder tu libertad
por una imposición puede hacerte feliz…
María: ¿para ti es una imposición? María: ella
podía haber dicho que no, porque se sentía libre; sin embargo, ella decidió decir
que sí… Pero, deja que te siga contando.
Además de ser plenamente libre, María era caritativa; ella quería ayudar
siempre a la gente; por eso fue que no lo pensó dos veces para ir a ayudar a su
prima Isabel, quien, según el ángel le había dicho, tenía seis meses de
embarazo…
Isabel: Bendita eres entre todas
las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre… ¿Cómo he merecido yo que
venga a mí, la Madre
de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a
mis oídos, el niño en mi vientre saltó de alegría. Dichosa tú por haber creído
que de cualquier manera se cumplirán las promesas del Señor…
María: Proclama mi alma la
grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en Dios, mi Salvador, porque se
fijó en su humilde esclava. Desde ahora
todas las generaciones me llamarán feliz.
En verdad el Poderoso ha hecho grandes cosas por mi. Reconozcan que Santo es su nombre, que muestra su misericordia siglo tras siglo a
todos aquéllos que viven en su presencia.
Dio un golpe con todo su poder: deshizo a los soberbios y sus
planes. Derribó a los poderosos de sus
tronos y exaltó a los humildes. Colmó de
bienes a los hambrientos y despidió a los ricos con las manos vacías. Socorrió
a Israel, su siervo acordándose de su misericordia, como lo había prometido a
nuestros padres, a Abraham y a sus descendientes para siempre.
Julio: Pero ¿cómo una mujer embarazada va a
ayudar a otra?
María: Es que Isabel estaba solita, María fue
más que a ayudarla, a acompañarla; ¿no sabías que la compañía también es un
regalo?
Julio: No lo sabía. Para mí los regalos deben estar envueltos con
papel y tener cinta…
María: Pues no, cuando tú conoces la soledad la
compañía es un regalo… Nosotras conocemos la soledad desde que mamá se fue…
Julio: ¿y ustedes viven solas? ¿No
tienen a nadie?
María: no, vivíamos con pancho, el
que nos encontró cuando mamá se fue… pero él nos trataba muy feo así que nos
escapamos… Pero, bueno, déjame que te
siga contando, no sea que se me olvide algo.
Julio: ¡Claro, continúa!…
María: Resulta que cuando María volvió con José,
tuvieron que recoger sus cositas para irse a la ciudad de Belén, por algo de un
patrón…
Julio: Un padrón… un censo…
María: Sí, eso mismo. José tenía que ir para allá porque él había
nacido en esa ciudad y, bueno, María no lo iba a dejar irse solito ¿verdad?
Julio: Claro, si son pareja tienen que
acompañarse…
María: ¿Ves? Eso también es un regalo…
Julio: ¿Qué cosa?
María: Bueno… tener alguien que te quiera… es un
regalo de Dios…
¡Y menos mal que se fueron los dos! Porque
se tardaron mucho en el viaje y llegaron casi de últimos y no conseguían dónde
quedarse…
José: Buenas noches señor, ¿tiene
lugar para nosotros dos en su posada?
Posadero 1: Lo siento,
pero no hay lugar.
José: Disculpe, mi esposa y yo
venimos desde Nazaret y necesitamos un lugar para pasar la noche…
Posadero 2: No, aquí no
hay lugar para ustedes…
José: Señora, mire a mi esposa,
está embarazada y muy cansada, ¿podría darnos un lugar en su posada…?
Posadero 3: No, hijo, no
tengo ningún lugar apropiado para ustedes aquí.
José: No le estoy pidiendo algo
grande, simplemente un lugar para recostarnos y tomar calor…
Posadera 4: Si tuviera un
lugar se los daría, pero no me es posible.
Sólo te puedo recomendar que se dirijan a los establos que están en la entrada,
allí podrán estar tranquilos y, al menos, la lluvia no los mojará.
María: Bueno, José debió estar triste por no
haber conseguido posada.
Julio: ¿Te fijas? El amor no lo soluciona todo…
yo puedo querer mucho a mi mamá, pero si no le regalo nada en Navidad, ella va
a decir que no la quiero…
María: Pues no, estás equivocado… José estaba
triste porque él quería lo mejor para María.
Pero María, que también lo quería a él, le daba ánimo y le decía que no
se preocupara. ¿Ves? Ella no necesitaba
lujos, sólo necesitaba de su compañía, su apoyo y su amor… Además, ¿tú crees
que si ese establo hubiera sido tan feo harían tantas figuritas de él?...
Julio: Pero
las figuritas las hacen porque es el sitio del nacimiento…
María: ¿Te fijas que lo importante es lo que se
hace y no lo que se tiene?... Pero te sigo contando: esa misma noche, como a
las doce ¡nació el niño! Mi mamá decía
que había muchas luces y, de repente, ahí estaba el bebé. María y José se pusieron muy contentos, lo
envolvieron en pañales, para protegerlo del frío, pero estaban muy contentos…
Julio: Sí, la gente se pone muy contenta cuando
nacen los niños… eso es muy normal, por eso le tienen todo lo que necesitan…
María: Aunque ellos eran humildes, al Niño Jesús
no le faltó nada. Papá Dios se encargó de eso…
Ángel: No tengan miedo, pues yo
vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para
todo el pueblo: Hoy en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador,
que es el Mesías y el Señor. Miren cómo
lo reconocerán: hallarán a un niño envuelto en pañales y acostado en un
pesebre…
Pastor 1: Bueno, ¿qué estamos
esperando?
Pastor 2: ¡Vamos a verlo!
Pastor 3: Sí, pero que cada
cual le lleve lo que mejor pueda…
Pastor 4: Yo le llevo esta
lana, para que su madre le haga un abrigo.
Pastor 5: Bueno, como yo
tengo muchas ovejas, le voy a llevar este ternerito.
Pastor 6: Yo sólo le puedo
llevar estas piezas de pan…
Pastor 7: Yo tengo este trozo
de queso, espero que le guste…
Pastor 8: ¿Y tú, tamborilera?
¿Qué le vas a llevar al niño?
Pastor 9: Yo sólo tengo este
tambor viejo… ¿qué le puedo ofrecer?
Pastor 8: Pues no sé, pero ya
nos tenemos que ir…
Julio: ¿Y los pastorcitos los ayudaron en lo que
necesitaban?
María: ¡Claro que sí! Además pasaron con ellos varios días y le dieron
mucho amor al Niñito… Y fíjate que no sólo
fueron los pastorcitos los que llegaron a ver al Niño. También llegaron unos señores ¡y esos sí que
tenían plata!, pero ¿sabes?, ellos querían
conocer al Niño Jesús con la misma humildad que los pastores. A ellos los
conocemos como los tres reyes magos.
¿Sabes cuáles son? Los que ponen en el pesebre con los camellitos y que el
último es negrito y calvo…
Julio: Claro que si, yo sé cuáles son, y de
verdad que esos sí tenían mucho dinero…
Melchor: Me llaman el
rey Melchor, por las tierras de Bagdad.
Te traigo el oro luciente, símbolo de caridad. Lo deposito a tus pies mientras beso el manto
real…
Gaspar: Vengo de Arabia Saudí,
tierra bendita por Dios, que da perfumes al hombre y da incienso para
Dios. Lo deposito a tus pies, Niño de
inmensa bondad, que en tu corona de Rey brilla la divinidad…
Baltasar: Vengo al trote
del camello por los campos de Etiopía, el amor sirvió de espuela y una estrella
fue mi guía. Desde que salí de Jerusalén
he pensado en ti, Niño de Israel…
Julio: ¿Por qué los reyes magos querrían conocer
a un bebé en un establo?
María: Porque estos sabios recibieron la
manifestación de Dios y sus corazones comprendieron que el Niño Jesús tenía
para ellos un regalo que ni con todo su dinero ellos hubieran podido comprar…
Julio: La salvación, ¿verdad? ¡Claro…!
María: Sí, veo que ya aprendiste… Pero, dime, ¿me vas a aceptar la rosa que te
ofrecí?
Julio: ¡Por supuesto!
María: Y ¿qué le vas a regalar a tu mamá?
Julio: Bueno... supongo que algo que le guste… ¡Muy
bien! Gracias por todo, nos vemos ¿si? Ya me tengo que ir…
Julio se va pero se detiene a pensar y se
devuelve…
Julio: Hey niña... mi hermana está muy triste y
creo que a ella le daría alegría conocerlas… ¿quisieran venir ustedes a cenar
con mi familia hoy?...
María: (consulta con su hermanita)… ¡Claro que sí! Nos gustaría ir contigo…
Julio: (le suena el teléfono de nuevo) buen día
jefe…. Sabe que lo de la presentación de mañana no podrá ser… si, es que se me
presento algo en casa… ¡la navidad jefe, se me presento la navidad!... que la
pase feliz usted también… (Mira de nuevo a las niñas)… bueno, listo, ¡vámonos
que vamos a llegar tarde!...
Llegan a la casa donde está reunida la
familia y le dice a las niñas que esperen afuera mientras el saluda primero…
Julio: ¡hola mi amor… hola hijo
bello!... mamá, llegue temprano hoy… ¿Dónde está mi hermana? Le traje una
sorpresa…
Mamá de Julio: hijo, cuidado… no te metas más
con tu hermana…. Recuerda que ella todavía sigue muy triste y no lo ha superado….
Sale la hermana a saludar
Julio: ¡hermanita!... tanto tiempo
sin verte…. ¡Te tengo una sorpresa!... quiero que conozcas a unas personas…
Hermana: hay Julio… no estoy de ánimo
para conocer gente y tú lo sabes…
Julio: anda, confía… te va a alegrar…
cierra los ojos que ya vengo para acá…
Sale y busca a las niñas y las para frente a su hermana ante
la cara de asombro de su mamá…
Julio: mira, ellas al igual que tú,
ellas perdieron a alguien muy importante… he pasado el día con ellas y me han
enseñado mucho… así que pensé que también te podrían alegrar a ti…
La hermana abre los ojos y se queda
impresionada al ver a las niñas… se larga a llorar y abraza a las dos niñas
Hermana: ¡!!Mis niñas!!!
María y Cami: ¡¡¡Mamita!!!
Hermana: Julio! Son mis niñas! Son
mis niñas! ¿Cómo las encontraste?
Julio: ¿mis sobrinitas?...
¿encontrarlas yo?... no…. Ellas me encontraron a mí…
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