Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario 11 de octubre de 2015



MONICIÓN DE ENTRADA
¡Muy buenos días, hermanos¡ Sean todas y todos bienvenidos a la Eucaristía de este XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario, en la cual damos la más alegre bienvenida a los niños, niñas y jóvenes de la comunidad (que ya han comenzado su nueva etapa de Catequesis), así como a todos los adultos que nos acompañan a celebrar el encuentro con el Señor de la Vida y de la Historia, Jesucristo.
Conviene tomar conciencia de cuánto sacrificio pudo representar para muchos de los aquí presentes atender a la invitación del Señor hoy. Y es que no se puede decir que amamos si no somos capaces de sacrificar algo. Ser amigos y amigas de Jesús nos plantea estar dispuestos a renunciar a muchas actitudes de vida bien vistas por el mundo y discurrir en sabiduría para llegar hasta Él, tomando la decisión de guiar nuestros pasos por el camino que el mismo Jesús confirmó: los Mandamientos. Por supuesto, la Palabra de Dios nos irá enriqueciendo en todo momento. ¡Tenemos que buscar ser católicos al estilo de Jesús y, no, a mi manera!

PENITENCIAL
1. Buscamos conocer mucho sobre muchos temas, pero despreciamos todo aquello que nos ayuda a ver el mundo desde Dios, desde su sabiduría, la cual trasciende todo saber. ¡Señor, ten piedad! (Un niño/a se acerca feliz con muchos libros y rechaza a otro/a que le presenta a Cristo en la Cruz)
2. Aplicamos técnicas, consejos, rituales y fórmulas ‘sanadoras’ que nos recomiendan, pero nos olvidamos de aplicar la Palabra de Dios en nuestras vidas. ¡Cristo, ten piedad! (Un chico/a rodeado de adivinadores pero despide a quien le ofrece la Palabra de Dios)
3. Aunque queremos agradar a Dios, valen mucho para nosotros las modas y tendencias que nos marca el mundo, por lo que posponemos a Dios para cuando tengamos una gran necesidad. ¡Señor, ten piedad! (Chicos presentando a otro carteles de lo que ofrece el mundo: dinero, poder, yoga, New Age, Meditación… Los acepta luego de dejar la Palabra que le ofrecieron primero)

MONICIÓN SOBRE LAS LECTURAS
PRIMERA.- La sabiduría es un empeño de todo ser humano. Cuando, además, hablamos de la sabiduría de Dios entendemos que se trata de un don excelente, que implica, de alguna manera, todos los demás y es fuente de todo bien. Descubramos su poder en el fragmento del Libro de la Sabiduría, nuestra primera lectura de hoy.
SALMO.- Alabaremos con el Salmo 89. Dios nos enseña a ver lo que realmente es la vida. La persona que disfruta de esta sabiduría no pierde el tiempo buscando fuentes de un saber efímero, pasajero, sino que gusta de la Misericordia divina y comprueba que, con su Luz, cada instante dará los mejores frutos.
SEGUNDA.- En la segunda lectura de hoy, el autor de la Carta a los Hebreos describe de manera muy concreta  el efecto y el poder transformador de la Palabra de Dios en las personas. Hemos de dejarnos atravesar por esta ‘espada de doble filo’. ¡Nos sorprenderá!
EVANGELIO.- A continuación se nos proclamará un pasaje del Evangelio según san Marcos. Seguir a Jesús tiene sus requerimientos, ya que hay situaciones de nuestra vida que podrían entorpecer ese seguimiento y harían inútil todo esfuerzo. Uno de ellos es el apego a los bienes materiales, a las riquezas. No basta con cumplir superficialmente los Mandamientos y creer que somos ‘muy católicos’. Hemos de ir más allá.

ORACIÓN DE LOS FIELES
1. La Iglesia necesita aprender a dejar atrás el apego al bienestar humano y ajustarse al gozo del servicio y del seguimiento auténtico a Cristo, iluminando  la humanidad entera. Roguemos al Señor.
2. Muchas veces quienes tienen dinero acumulado amontonan también injusticias por defender lo que tienen. Necesitan descubrir el gozo de ayudar a quienes necesitan. Roguemos al Señor.
3. Los gobernantes manejan grandes cantidades de recursos y, muchas veces, éstos no llegan a ser causa de desarrollo y bienestar para los ciudadanos. Requieren sabiduría de Dios para gobernar con justicia, equidad y buscar el bienestar de todos. Roguemos al Señor.
4. ¿Qué es aquello que nos hace falta hoy? Seguro que aunque algunos tendremos necesidad de algún dinero, la mayoría necesitaremos alegría y esperanza, confianza en nuestro esfuerzo personal y familiar y refugiarnos en Dios, en quien todo lo podemos. Roguemos al Señor.
5. Hay obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que, aunque sirven a Dios y hablan de Él, no saben nutrirse de su Palabra o no valoran los sacramentos que Jesús nos entregó. Que reciban un rayo de Luz divina que les haga vivir un transformador encuentro con Jesucristo.  Roguemos al Señor.
6. María es nuestra Madre en cualquiera de sus advocaciones. Nos entrega el Rosario como instrumento poderoso para nuestra felicidad y encuentro con el Señor. Necesitamos creer en las promesas de la Virgen, pues sus palabras provienen de Dios y nos llevan a Él. Roguemos al Señor.
7. Ser catequista requiere esfuerzos y sacrificios. Pero ser catequizando, también. En ambos casos hay que descubrir a Dios y establecer con Él una relación de amor transformador y vivificador para poder, así, producir frutos. Roguemos al Señor.
8. Cuando todo esfuerzo ha pasado y todo signo de vida ha cesado para nosotros, necesitamos encontrar el descanso eterno en Cristo. Entonces la intercesión de la Iglesia -que sigue buscando el encuentro definitivo con el Señor- se hace necesaria. Roguemos al Señor.

OFERTORIO
1. Hoy queremos aceptar el reto, Señor, de no ser felices solo cuando tenemos dinero o bienes materiales. Queremos entregarte nuestra confianza en tu amor providente que está al tanto de nuestras necesidades y nos socorre siempre. (Un chico pasa mostrando los bolsillos vacíos y tocando su estómago; se le acerca alguien para ayudarlo. Es Dios en quien confían).
2. Pudiera parecer solo un gesto, Señor, pero al quitarnos estas ropas que hemos sobrepuesto en nosotros te estamos entregando nuestra decisión de quitar todo lo que se interpone en nuestras vidas para vivir la sabiduría de quienes te buscan con corazón sincero. (Pasa un niño/a quitándose dos o tres camisas o suéteres y cosas, los cuales coloca al pie del altar y se postra en señal de adoración y seguimiento)
3. Señor, Tú eres el mayor tesoro a que podamos aspirar. Te quedaste en medio de nosotros para sostenernos en el camino a la Patria Celestial. El presentar el pan y el vino queremos proclamar nuestra fe en Tu Presencia Eucarística y agradecer tu Misericordia infinita.

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