Solemnidad de Corpus Christi 7 de junio de 2015
MONICIÓN DE ENTRADA
Muy buenos días, hermanos y
hermanas. Sean bienvenidos a nuestra
Celebración Eucarística de este día. Hoy es un día grande, en que celebramos
Corpus Christi, o sea, la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre del Señor, que nos invita a creer y cuidar la presencia de
Cristo en el pan y en el vino. Además, si somos de los amigos de Jesús,
tendremos que intentar ser mensajeros de Su Palabra, testigos de Su amor e
instrumentos Suyos dondequiera que nos encontremos.
Esta sentida celebración tuvo su origen hace unos 900 años como
un merecido honor al gesto de auto entrega de Jesús en la Última Cena, aquel primer
Jueves Santo. Una religiosa belga, Juliana de Cornillon, promovió la idea de
celebrar a Jesús en la Eucaristía. Su iniciativa fue apoyada por el obispo de
su diócesis, siendo el papa Urbano IV quien la estableciera para toda la
Iglesia y el papa Clemente V quien la extendiera y popularizara. Esta fiesta expresa
la
gratitud y y el recuerdo de los cristianos por el divino beneficio de este
sacramento, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la
muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
Dispongámonos,
ahora, puestos de pie, para iniciar la gran Fiesta Eucarística. Cantemos y recibamos
al celebrante.
PENITENCIAL
a)
La Eucaristía es fuente de vida, de santidad, de entrega y de amor. Muchas
veces la recibimos en automático. Pidamos perdón por las veces que comulgamos
para que nos vean, por las veces en que no estamos debidamente preparados para
recibirla. ¡Señor, ten piedad!
b)
Dios mismo se nos entrega en la Eucaristía. ¡Él puede transformar nuestra
existencia! Pero no valoramos Su presencia entre nosotros. Pidamos perdón por
las veces en que damos importancia a otras cosas y pasamos a Jesús a un segundo
o tercer lugar. ¡Cristo, ten piedad!
c)
Nos acercamos a la Eucaristía sin hambre de Dios, pendientes más del chicle o
la chuchería que, porque nos gustan
demasiado, escondemos un momento y seguimos disfrutándolos. Tú pasas a ser,
Señor, como mi cumplimiento, pero no Te disfruto. ¡Señor, ten piedad!
MONICIONES DE LAS LECTURAS
PRIMERA: La primera lectura de hoy procede del capítulo 24 del Libro del Éxodo. Y nos narra cómo Moisés, mediante la sangre de unas vacas –que era una fórmula de sacrificio- confirma la Alianza del pueblo judío con Dios, quien los eligió como su parentela. Más tarde, la Sangre de Cristo confirmará la Nueva Alianza, que dura para siempre.
SALMO: En medio de las angustias y el dolor por situaciones
vividas, el salmista sabe que, por su fe y confianza en Dios, recobró ánimos y
pudo salir adelante. Por eso da gracias a Dios, quien es la razón de su
esperanza.
SEGUNDA: El Antiguo Pueblo de Dios fue esclavo del pecado y vivió
una fidelidad demasiado ligera. La Alianza Nueva que se da por medio de la
Muerte y Resurrección de Jesucristo, purificará por siempre a los que Él
redimió y a todo aquel que siga Su camino con corazón sincero. En el Mesías
sacerdote y ofrenda se da nuestra liberación del pecado.
EVANGELIO: Es sencilla -pero muy clara- la narración de san Marcos en torno a lo ocurrido durante aquella Última Cena de Jesús, cuando concluye tantas explicaciones dadas con anterioridad en torno a Su condición de Pan de vida y Cáliz de salvación. Al punto que las palabras que pronunció entonces se han constituido en la fórmula litúrgica que repite el sacerdote en el momento de la consagración: “Esto es mi Cuerpo. Esta es mi Sangre”.
ORACIÓN DE LOS FIELES
Creer en la Presencia real de Cristo Resucitado nos llevará a un verdadero ‘encuentro eucarístico’ de común unión Pidamos que Su Espíritu nos fortalezca, nos ilumine y nos llene de su paz.
1.
Tú
eres fiel, Señor Jesús. Bendice a la Iglesia, a cada bautizado, dondequiera que
se encuentre, para que sea fiel a la misión que le has encomendado. Roguemos al
Señor.
2.
Tú
nos diste el ejemplo de cómo servir. Bendice a los ministros de tu Iglesia -el
Papa Francisco; nuestros obispos: Baltazar Enrique y Alfredo Enrique; a
nuestros sacerdotes: Severiano, Rubén, Héctor y José Manuel; para que todos
ellos sientan el gozo de servir al rebaño que Tú mismo les has confiado. Roguemos al Señor.
3.
Tú
eres ‘la Iglesia’. Bendice nuestra vida comunitaria, nuestro crecimiento como
vecinos, estudiantes, trabajadores, de modo que todos observen cómo nos amamos.
Roguemos al Señor.
4.
Tú
nos enseñas lo bueno que es orar. Bendice a tus hijos con el don de la oración
comunitaria y personal, que puede hacernos mover las más grandes montañas: las
que están en nuestro corazón. Roguemos
al Señor.
5.
Tú
eres Familia Trinitaria, Señor. Bendice nuestros hogares para que tengamos el
valor de cambiar nuestras actitudes que los destruyen y empobrecen. Roguemos al Señor.
6.
Tú
eres el Camino, Señor Jesús. Bendice nuestros pasos y acompáñanos en nuestras
decisiones. Roguemos al Señor.
7.
Tú
eres la Verdad, Señor Jesús. Bendice nuestra voluntad para que seamos
auténticos y aprendamos a vivir en tu Verdad. Roguemos al Señor.
8.
Tú
eres la Vida, oh Jesús. Bendice nuestra decisión de morir al egoísmo y vivir
plena y abundantemente, según tu oferta para nuestro cada día. Roguemos al Señor.
9.
Tú
eres el Príncipe de la Paz. Bendice nuestra historia personal y comunitaria con
esa Paz que no es como la que da el mundo. Roguemos
al Señor.
10. Tú nos enseñaste que existe la Vida Eterna. Bendice nuestro
recuerdo de quienes ya han pasado de esta vida a la verdadera y dales a todos
ellos el descanso en que creyeron. Roguemos
al Señor.
MONICIONES DEL OFERTORIO
CÁLIZ Y VINAJERAS
Traemos ante Tu altar, Señor,
una ofrenda que el hombre elabora para que Tú la transformes. Es que, aunque
nuestros ojos no lo puedan distinguir así, ellas serán tu Cuerpo, tu Sangre, tu
Alma y tu Divinidad, que se nos darán en el Alimento para la Vida verdadera y
para nuestra Salvación, Señor.
Por todo esto, ¡GRACIAS, Señor!
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