Solemnidad de Pentecostés, 24 de mayo de 2015
¡Muy buenos días, hermanos y hermanas! Sean bienvenidos a nuestra celebración
eucarística de este Domingo de Pentecostés.
Hoy, como en aquel
entonces «Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo
lugar». También los discípulos de Cristo se disponían a celebrar esa fiesta. Sólo
que el Pentecostés que ellos pensaban celebrar –el del judaísmo- tenía que ver
con dos aspectos. Primeramente, era la fiesta de las siete semanas, la fiesta
de la cosecha, cuando se ofrecía a Dios la primicia del trigo; fiesta que en
tiempos de Jesús celebraba la entrega de
la Ley en el Monte Sinaí y de la Alianza.

Dispongámonos,
ahora, puestos de pie y cantando, para iniciar nuestra Fiesta Eucarística.
Recibamos al celebrante y dejémonos transformar por el espíritu de Dios.
PENITENCIAL
• Porque nos encerramos en
nosotros mismos y no Te permitimos actuar en nuestras vidas, en nuestras
situaciones de cada día. Señor, ten piedad.
• Porque buscamos fuerzas y
energías que nos resuelvan problemas económicos, familiares, laborales o de
salud. Nos olvidamos que Tú estás disponible siempre y que Tú sí quieres nuestra
verdadera felicidad. Cristo, ten piedad.
• Porque no nos asociamos a la
alegría de Tu Resurrección y vivimos tristes y malhumorados; porque no
transmitimos Tu presencia gloriosa sino un gran pesar por nuestra existencia. Señor, ten piedad.
MONICIONES A LAS LECTURAS
PRIMERA.- Los
Apóstoles estaban escondidos y muertos de miedo, pero fueron sorprendidos: El Espíritu de Jesús -“vivificante, que nos enseña, nos recuerda, nos
hace hablar”- les visitó y animó a no tener miedo y salir de su
escondite; les dio el valor de contar a todo el mundo el mensaje de la Resurrección,
contado desde el Lenguaje del Amor. Pero hemos de estar conscientes de algo: “Aquella efusión, si bien extraordinaria, no permaneció única y
limitada a aquel momento, sino que es un evento que se ha renovado y se renueva
todavía.” (Papa Francisco, homilía de Pentecostés del 8/6/2014).
SALMO.- Aunque tomaremos pocos versos del salmo 103, el
mismo es muy extenso y constituye un
himno jubiloso a la fuerza creadora de Dios, quien ha creado y sostiene cuanto
existe. Probablemente,
este salmo sea aún más antiguo que el Libro del Génesis e incluso que el
llamado Segundo Isaías. El versículo 30 es el utilizado como verso responsorial.
SEGUNDA.- Todas las personas nos necesitamos y hemos de posponer
nuestra propia comodidad ante las necesidades que tenemos como Iglesia, donde
todos somos responsables, como dice la 2a lectura, tomada de la Carta de Pablo a los Corintios,
pues somos miembros de un único Cuerpo, bautizados en un mismo Espíritu y cada
uno tendrá que responder de su tarea. Pentecostés no es cosa de ayer. ¡Tenemos que
vivirlo hoy!
SECUENCIA.- La Secuencia del Espíritu que
vamos a proclamar ahora, antes del Evangelio, es un texto litúrgico compuesto en los primeros
años de la Iglesia, quien lo ha guardado como definición de la obra y presencia
del Espíritu Santo. Por eso se utiliza en esta Misa de Pentecostés. Ojalá que
dejemos que el Espíritu Santo obre en nosotros según Su voluntad.
EVANGELIO.- El Evangelio que se proclamará seguidamente
corresponde a san Juan y nos refiere cómo Jesús resucita y nos da Su Espíritu. La
Resurrección de Cristo y Su Pentecostés constituyen, ambas, una misma realidad:
la glorificación del Señor, nuestro Salvador, el creador de una nueva humanidad
con una nueva Alianza, el amor. Si dejamos que el Señor Jesús entre en nuestros
corazones, nos llenará de Su amor, Su paz, Su fortaleza, Su luz.
ORACIÓN DE LOS FIELES
1.
Por la Iglesia,
que pregona y anuncia a Cristo muerto y resucitado. Para que sea un recinto de
paz, de justicia, un espacio donde los hombres descubran la Presencia de Dios. Roguemos al Señor.
2.
Te encomendamos a quienes consagran sus vidas a Ti, desde el Papa
Francisco hasta los obispos, sacerdotes, religiosos o religiosas. Que haya abundancia de vocaciones auténticas y
que sean tenidos por Amigos y Amigas en las comunidades donde están. Que sepan
guiar, corregir y dar amor del Tuyo, Señor. Roguemos al Señor.
3.
Característica singular del Amor de Jesús es Su Paz. Que tengamos
el valor de ‘cuadrarnos’ a Su Paz, de vivir según la Paz de Cristo. Que seamos
capaces de renunciar a lo que nos ofrece el mundo como ‘paz’ y vivamos la Paz
del Señor. Roguemos al Señor.
4.
Jesús nos dio -y nos sigue dando- Su Espíritu, que permanecerá
hasta el final de los tiempos como ese ‘otro protector’. Que nos dejemos
iluminar por la Luz del Espíritu de Dios para que vayamos resolviendo todas nuestras situaciones
de vida, especialmente las más duras, que nos trascienden y nos hacen sentir
incapaces. Roguemos al Señor.
5.
Hay muchas personas que conocemos que están sufriendo enfermedades
fuertes o situaciones difíciles, Señor. Hoy queremos pedirte que, aunque
nosotros no los recordemos, Tú les envíes Tu Espíritu para que sus realidades
sean transformadas y reciban de Tu Vida misma la capacidad de salir adelante. Roguemos al Señor.
6.
Te suplicamos, Señor, por quienes enseñan sobre Ti, por los
catequistas; para que atiendas sus necesidades y les instruyas en la fe. Para
que les animes a formarse y vivir según Tu voluntad. Roguemos al Señor.
7.
Señor, bendice a los niños, niñas y adolescentes que Te conocerán en
algún sacramento en estos días y a quienes ya lo han hecho. Pedimos para ellos
Tu bendición. ¡Que no puedan ya vivir sin Ti! Roguemos al Señor.
MONICIONES DEL OFERTORIO
Señor, queremos
presentarte estas ofrendas que son expresión de nuestras vidas, para que obres
prodigios y señales en nuestras vidas, transformándonos en Ti mismo:
1.
Como nada hay que salga de nosotros, Te
entregamos, Señor, nuestro deseo de ser LUZ
donde nos encontremos. Que dejemos actuar Tu Espíritu. (7 cirios)
2.
Por cuanto en Ti ha sido recreada
la vida, por cuanto Tu Palabra es creadora, Te entregamos la ‘nueva lengua’ que queremos hablar: el
lenguaje del amor. (Letreros:
Te amo, Te perdono, ¿Para qué me necesitas?
3.
Señor, al entregarte el PAN y el VINO, deseamos que anhelemos Tu alimento y Tú seas prioridad en
nuestros Domingos. ¡Señor, te
agradecemos por todo esto!
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