Normas del buen lector de la Palabra de Dios





Si estás en disposición de leer la Palabra de Dios cuando vas a la Eucaristía o a una celebración litúrgica, debes considerar algunos aspectos significativos.
Al proclamar la Palabra de Dios se está prestando un muy particular servicio a la Iglesia. Además de ejercerlo con humildad, hay que tener presentes ciertas consideraciones para mantener la fidelidad a lo que quiso expresar el autor sagrado.
En realidad,  el lector de la Palabra de Dios es, más que eso, un proclamador. Esto no implica declamar o recitar -cual si fuera poesía, pues a cada lectura corresponde una entonación propia. Lo que sí debe quedar claro es que el lector tiene la importante función de comunicar lo que Dios –a lo largo de Su manifestación pública a la humanidad- ha querido anunciarnos. Una pobre lectura puede arrancar a la asamblea (Pueblo de Dios reunido) el sentido y el contenido de lo que expresó el autor sagrado. Por tanto, el lector o la lectora tienen un gran compromiso al ejercer este servicio.
Por lo tanto, si te dispones a proclamar la Palabra de Dios, conviene que consideres algunos aspectos, a saber:



En cuanto a la lectura

  1. La Palabra de Dios ha sido redactada según diversos estilos literarios. No se puede leer de la misma manera un relato histórico, legislativo  o profético que una consideración sapiencial (de sabiduría) o lírica (un salmo) o una epístola (carta); más aún, dependiendo de quién sea la epístola, deberá usarse la entonación apropiada. Así, pues, se deberá tomar muy en cuenta la fuente de la lectura a realizar.
  2. Conviene considerar que cada signo de puntuación que se utiliza en una lectura tiene la función de salvaguardar la intención que el autor quería comunicar. Ignorar los signos de puntuación empobrece y altera la lectura y, por tanto, el contenido en cuestión.
  3. La lectura ha de ser proclamada con alegría y buen tono de voz. Al leer, debemos escucharnos por el equipo de sonido –donde lo hubiere- pues, caso contrario, seguramente la asamblea tampoco lo hará.
  4. La lectura ha de realizarse pausadamente, como cuando le hablamos a alguien para que nos entienda. Correr o ir demasiado lentamente al leer no contribuirán a la transmisión de la Palabra y terminarán causando distracción.
  5. Pronunciar bien las palabras es necesario para no alterar el contenido que se lee. Debe recordarse que muchas personas tienen dificultades auditivas que se verán aumentadas con una pronunciación inadecuada.
  6. Aunque no se debe mencionar la parte a leer, que suele estar en letras rojas (primera lectura, salmo, oración de los fieles, ofertorio…), sí debe anunciarse el título de la lectura (lectura del libro…, lectura de la carta de…). Al hacerlo hay que mirar a la asamblea, como si se dijera de memoria (por eso conviene conocer la lectura con anticipación).
  7.  Al terminar la lectura, el lector deberá hacer una pausa breve antes de decir: "Palabra de Dios". No se requieren frases como: "Esto es Palabra de Dios" o "Es Palabra de Dios" o “Hermanos, esto es Palabra de Dios” o cualquier otra frase. Las mismas convierten en información lo que es una invitación a aclamar la Palabra de Dios. El lector proclama (“Palabra de Dios”) y la asamblea aclama (“Te alabamos, Señor”).
  8. El Salmo Responsorial constituye una gran aclamación litúrgica que debe recitarse en forma poética o lírica. El ideal es cantar versículo y estrofas. No es apropiado cantar las estrofas y recitar los versículos. Se puede cantar el versículo y recitar las estrofas.
  9. El salmo constituye un eco importante de la Palabra de Dios. Donde el salmista sea la misma persona que proclamó la lectura, ha de mirar a la asamblea y hacer una pausa solemne antes de recitar el versículo, el cual constituye  –en sí mismo- una invitación a que la asamblea lo repita.
  10. Deben evitarse frases invitatorias como: "al salmo respondemos" o "nos unimos al salmo diciendo", o "repitan todos". En los casos que la asamblea esté formada por muchas personas que asisten poco a celebrar, se puede invitar a responder diciendo: "Aclamen la Palabra de Dios, diciendo..." 
  11. No obstante, siempre ayudará levantar la cabeza y la mirada cuando corresponda el versículo responsorial; y, si fuera necesario, repetirlo pero en tono más bajo –para recordarle a la asamblea- pues no corresponde al lector aclamar con el versículo de respuesta y repetir con la asamblea.
  12. Cuando haya dos lectores para tres lecturas, el mismo que proclamó la primera hará la segunda. La otra persona proclamará el salmo.
  13.  El versículo antes del Evangelio (Aleluya) debe ser leído por el salmista, si hay una sola lectura. Cuando hay dos, lo debe leer quien proclamó la segunda lectura. En el leccionario aparece este versículo,
  14.  El término "Aleluya" no debe ser leído sino cantado.
  15.  Un buen lector ha de dejarse tocar por la Palabra de Dios, debe creerle a Dios lo que dice.


En cuanto a la asamblea
1.             Porque el lector no lee para sí mismo, éste debe establecer medios que faciliten la comunicación del contenido. Así, pues, es una estrategia muy positiva la de mirar a la asamblea. Para evitar errores, conviene que el lector se fije en el lugar donde interrumpió y donde debe reiniciar la lectura (por ejemplo, mirar a la asamblea al final de cada párrafo); de esta manera no se producirán silencios embarazosos.
2.    E       l lector ha de establecer una especie de diálogo con la asamblea, pues su lectura no es aislada, en solitario. Por lo tanto, nunc deberá retirarse del ambón antes que la asamblea le haya respondido.
3.             El lector ha de tener en cuenta quiénes conforman la asamblea. Así, por ejemplo, no puede proclamarse de la misma manera una lectura cuando va dirigida –mayormente-  a ancianos, a niños, a jóvenes o, por el contrario, cuando el grupo es bastante mixto.
4.             De igual forma, ha de considerarse la intención de la asamblea. Grandes alegrías, dolores o éxitos requieren que las lecturas sean abordadas de manera más o menos entusiasta. El lector debe sintonizar la lectura con la asamblea. La lectura en sí misma cumplirá la misión para la cual fue escrita (consolar, animar, ayudar).

En cuanto al servicio
1. Siempre que sea posible, el buen lector debe preparar la lectura con anticipación.
2.   El lector o la lectora deben tomar en cuenta que, por tratarse de un servicio, éste debe realizarse con esmero: buena disposición corporal y sintonización con la intención del autor sagrado.
3.  El lector o la lectora deben estar adecuadamente vestidos para prestar tal servicio, no sea que el asombro o la atención de la asamblea se desvíen a quien lee, en lugar de a lo que se lee. Es cuestión de respeto al Señor y a quienes allí se encuentran.
4.    No debe haber demasiada prisa ni retardo para prestar este servicio. Pararse y dirigirse al ambón antes de que corresponda distraerá; así como, también, si el lector se para cuando ya la asamblea y quien preside estén sentados. Todo a su debido tiempo.
5.   Los lectores deben dirigirse al ambón por el centro de la iglesia luego de haber hecho una venia ante el altar, que representa la Persona de Cristo.
6.   Cada lector debe ubicarse convenientemente ante el micrófono, a unos 10 ó 15 centímetros de su boca y un poquito más bajo que ésta, por cuanto la cabeza baja al leer. Deberá acercarse o alejarse discretamente si el volumen de su voz resulta demasiado suave o fuerte.
7.   La Palabra de Dios es muy importante. No corresponde a los lectores leer de una hoja si contamos con el Leccionario.
8.   La cinta que indica la hoja en el Leccionario no ha de moverse, pues se corre el riesgo de pasar indebidamente las páginas y hacer una lectura que no corresponda a esa celebración.


Comentarios

  1. Excelente información, gracias al autor por facilitárnosla Dios lo bendice

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  2. Gracias es oportuna esta información en mi prooceso de educación o formación como lector de la palabra de Dios

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